Los socorristas no pierden la esperanza este jueves de encontrar sobrevivientes en las aldeas del centro de Italia arrasadas por el sismo y luchan por salvar aunque sea una vida.
«Vamos a trabajar lo que sea necesario. No perdemos la esperanza de encontrar gente viva«, aseguró a la AFP Luigi D’Angelo, responsable de la protección civil de Amatrice, quien coordina desde la madrugada del miércoles las operaciones de socorro.
Una réplica fuerte de 4,3 grados de magnitud a inicios de la tarde, de pocos segundos, generó terror entre los bomberos que trabajan en esa zona.
Un grupo de ellos estaba excavando dentro de los escombros de un edificio cuando la tierra volvió a temblar: Un silencio angustiante recorrió el ambiente.
Un grito advirtió desde adentro que todo estaba bien, ningún herido, ninguna viga caída. Siguieron escarbando.
A la aldea, que está dividida en dos, la prensa puede acceder tanto del norte como del sur, pero en el medio se encuentra el sector prohibido, la zona muerta, donde grúas, excavadoras y socorristas están trabajando sin parar en busca de cualquier rastro de vida.
«La situación es mucho peor que en una guerra. Nos quedamos sin nada. Mi mamá no merecía esa muerte», dice entre lágrimas Rita Rosine, de 63 años.
Las escenas resultan apocalípticas e inexplicables. Un edificio de tres pisos quedó intacto, excepto su fachada. Como si fuera una casa de muñecas, se pueden ver sus habitaciones, cocina, sala, servicios.
Los propietarios, incrédulos, intentan recuperar algunas de sus pertenencias. Un anciano, acompañado por una joven sale con una maleta con ruedas y una gran pantalla de televisión plana. Es uno de los sobrevivientes.
«Ahora hay que garantizar vivienda para todas las personas sin techo, montar tiendas de campaña en todas las áreas afectadas», explicó D’Angelo.
En esta región montañosa, a unos 150 kilómetros de Roma, el frío llega en septiembre, por lo que hay que pensar rápidamente en los damnificados.
Las autoridades se apresuran a informar que hasta ahora no se ha denunciado ningún caso de robo.
La difícil máquina de socorro
Debido a la dificultad para llegar a esos poblados montañosos, al término de carreteras empinadas llenas de curvas, organizar los socorros ha sido difícil y complejo.
Columnas de docenas de vehículos de todo tipo, desde ambulancias hasta grúas, incluido aplanadoras y niveladoras, invaden la estrecha carretera y complican la organización.
Además circulan numerosos voluntarios de la protección civil, militares, policías, grupos de técnicos, ingenieros.
Más de 6.000 efectivos buscan cuerpos en los tres pueblos arrasados por el terremoto y muchos saben que con las horas se reduce la posibilidad de encontrar gente con vida.
Aunque pueden ser orgullosos de esa labor titánica tras haber extraído vivas 215 personas.
Bajo una tienda de campaña, la Cruz Roja distribuye alimentos a los damnificados: agua, pan, galletas, yogures, pañales, jabón, pasta de dientes, etc.
Los ancianos parecen los más agotados tras pasar su primera noche al aire libre. Algunos llevan bastones, la mirada aturdida.
Grupos de niños siguen jugando a dos pasos de las carpas instaladas para alojar los cuerpos sin vida.
Muchos de ellos estudiaban en la escuela de Amatrice, apenas remodelada y cerrada por las vacaciones de verano, la cual se derrumbó como un castillo de naipes.
Una joven fue extraída anoche ante la mirada angustiada de sus padres.
La excavadora encontró primero sus sábanas azules e iluminó su edredón y los cómics que adoraba. Luego una sábana blanca cubrió su cuerpo, y el dolor invadió hasta los más curtidos socorristas.