Cuatro hombres armados, con chalecos de la policía y en media hora, dominaron a 14 personas y tomaron rehenes en Bernardo de Irigoyen, un pueblo de 2000 habitantes, situado a 90 kilómetros de Santa Fe, de donde se llevaron $260.000 tras copar el juzgado, la comuna, una comisaría, el banco local y el correo. Sólo les bastaron 30 minutos a los cuatro asaltantes, que provenían de la provincia de Buenos Aires, uno terminó muerto y tres están prófugos-, para dejar en vilo a este pueblo, que se prepara para comenzar la cosecha de unas 35.000 hectáreas de soja.
A las 9.15, dos hombres armados entraron en la única comisaría que hay en Bernardo de Irigoyen. Uno apuntó a la cabeza al comisario Marcelo Massero y a una ayudante, que en ese momento tomaban a una denuncia a una pareja de Coronda.
A los policías les pidieron que entregaran las armas y los llevaron a todos a un calabozo que casi nunca se usa, ubicado en la parte trasera. Con un alambre les trabaron la puerta y les dijeron que si intentaban escapar los iban a matar.
En ese momento, otro de los asaltantes entró en el juzgado provincial, que está al lado de la comisaría. Allí la víctima fue el juez de Paz Raúl Bonanzea, a quien le robaron el celular y lo dejaron encerrado en el baño.
«Yo sentía ruidos y no entendía bien qué pasaba. Después me enteré de que era el comisario que estaba en un calabozo con otras tres personas», contó el magistrado.
Los ladrones siguieron con el raid. Necesitaban tener cautivos al juez y a los policías para completar su objetivo: robar el dinero del banco y del Correo Argentino. Pero antes debían dejar «fuera de servicio» la municipalidad.
Dos ladrones entraron en el municipio, donde el presidente de la comuna, Jorge Carcabilla, mantenía una reunión con cuatro productores agropecuarios, quienes reclamaban que se reparen los caminos rurales cuando está por llegar la cosecha gruesa. Las últimas lluvias hicieron estragos en las rutas.
Tres hombres redujeron a Carcabilla y a los productores, así como también a otros cuatro empleados del municipio. «Exigían la llave de la caja fuerte y dinero en efectivo», relató Alejandra Sánchez, quien se encarga del área contable. Los empleados les decían que no tenían plata. A fin de demostrar que no había lugar para sembrar dudas, uno de los ladrones, que estaba vestido con chaleco negro similar al de la policía, se acercó al intendente y le pegó un culatazo en la cabeza.
Todos estaban tirados en el piso, por orden de los asaltantes. Carcabilla les dio la llave y de allí sacaron cheques y algo de dinero por un valor total de 90.000 pesos. Mientras tenían a todos reducidos y atemorizados en la sede de la comuna, otro de los ladrones fue hasta la pequeña sucursal del Banco de Santa Fe. En ese local tomaron cautivo al cajero.
Del «banquito», como lo llaman los vecinos del pueblo, los ladrones se llevaron $ 140.000. Los empleados, el presidente comunal, los productores y el cajero quedaron encerrados, mientras los asaltantes se dirigieron en un Peugeot 206 hasta la oficina del Correo Argentino, donde desde temprano unos 50 jubilados hacían fila en la vereda para cobrar.
«Estacionaron el auto y bajaron tres. Tomaron de rehén a un muchacho que estaba en la vereda y entraron», advirtió Alberto Kern, quien fue un espectador de toda la secuencia desde su bazar, Olivia, que está frente al correo. El hombre no puede ocultar su sonrisa cuando recuerda el episodio: «Les dijeron a los pobres abuelos que se tiraran al piso. Todos se quedaron de pie. «El Gringo» Salerno, que tiene 92 años y es más decidido, los miró y les dijo: «Si me tiro al suelo no me levanto más»».
El director del correo, Eduardo Maidana, sostuvo que cuando entraron le pidieron la plata del camión. El problema era que el vehículo de Prosegur, que traía el dinero para los jubilados, no había llegado.
«Me obligaron a abrir el tesoro y se llevaron todo el efectivo», detalló Maidana. Del correo, según la policía de Santa Fe, se robaron $ 30.000.
Los ladrones se zambulleron en el auto y huyeron. Kern descorrió las cortinas de su negocio y salió a la vereda. Vio que venía corriendo una empleada de la comuna. ««Llamá a la policía», me dijo. Pero no atendía nadie», señaló el comerciante. Entonces decidió ir a pie hasta la comisaría. «Entré y estaba todo desierto. Me fui metiendo y llegué hasta el patio. Y me encontré con que el comisario y otras tres personas estaban en el calabozo. Los liberé y el comisario llamó para que hicieran un operativo cerrojo», explicó.
Allí comenzó otra historia que hasta ahora no tiene final. Porque los ladrones huyeron por la ruta provincial 41 hasta la 11. Según el fiscal Omar De Pedro, «los asaltantes intentaron tomar primero hacia el Sur, en dirección a Rosario, pero como se toparon con un patrullero dieron la vuelta». Comenzó una persecución que terminó en un tiroteo. El auto chocó contra una columna de alumbrado en el kilómetro 419. El asaltante identificado como Carlos Ontivero, de 25 años, -oriundo de la provincia de Buenos Aires- murió de dos disparos en la cabeza y en el pecho. Los otros tres ladrones escaparon. Anoche, los buscaban por Coronda y Arocena.