El ojo experimentado de Koji Ishii se detiene de golpe ante un guante perdido en una calle de Tokio. Un objeto que rápidamente analizará, pero sin tocarlo ni moverlo, contentándose con fotografiarlo para enriquecer su colección.
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Desde hace quince años, este restaurador japonés de 39 años ha examinado y fotografiado, o más bien "encontrado", como prefiere decir, unos 5.000 guantes perdidos.
Recuerda perfectamente el elemento desencadenante de esta manía: su "encuentro" en 2004 con un guante de trabajo amarillo que se arrastraba en el suelo cerca de su casa.
"Sentí un 'shock', como un flechazo", confió a la AFP, que recientemente lo acompañó durante una de sus caminatas por las calles de Tokio.
Tras tomarle una foto, sintió que quería encontrar más guantes perdidos.
Él ve en éstos "una forma simbólica de lo humano. Es una de las pocas prendas que coincide a la perfección con la forma de una parte del cuerpo, además, de una mano. Cuando esta mano se encuentra allí, caída en el suelo, no puedo dejar de percibir de alguna manera la presencia de una persona".
"Se trate de la familia, la pareja, los padres y sus hijos, terminamos siempre enfrentando el final solos", reflexiona.
"Es esa humanidad la que siento en este guante que ha perdido a su doble", añade.
Discreta benevolencia
En estos quince años, ha acumulado una enorme cantidad de datos sobre estos guantes perdidos, ya sea sobre el asfalto, atrapados en alcantarillas, colgados sobre conos de tráfico o varados en una playa.
Le gusta clasificarlos según su tipo de uso y/o materiales, imaginar en qué circunstancias se perdieron y escudriñar para determinar si alguien más los ha movido desde su extravío.
Son "pequeñas cosas por completo inútiles en este mundo", reconoce. Pero en 15 años, "he podido aprender muchas cosas sobre la ciudad, la gente, he hecho descubrimientos que cuestionan mi manera de pensar y mis prejuicios".
Aunque Tokio tiene reputación en Japón de ser una gran ciudad sin calor humano, Koji Ishii explica haber "apreciado ínfimos gestos de amabilidad de personas que no pueden evitar recoger el guante de un desconocido y colocarlo en un lugar visible", para permitirle a su propietario encontrarlo más fácilmente.
Por ejemplo, una vez pudo constatar que un mismo guante perdido había sido movido al menos ocho veces en un pequeño perímetro.
Otra vez, a un guante olvidado dentro de una bolsa de plástico abierta, lo reencontró al día siguiente en una cerrada: alguien, con consideración, intervino porque había llovido mucho durante la noche, infiere.
Ishii también se percató un día de que cuando un guante perdido desaparecía definitivamente, echaba en falta su presencia, como si él mismo lo hubiera perdido.
Entonces tomó el hábito de regresar a los lugares donde antes había encontrado otros guantes, para fotografiar el sitio (vacío). Afirma haber visitado centenares de estos sitios de memoria invisible.
Una "maldición"
Su pasión a veces también le causa apuros, al punto de hacerlo sufrir. Si, por ejemplo, ve un guante perdido en la calzada cuando se encuentra en un autobús, no puede evitar bajarse en la próxima parada para ir a encontrarlo. Si percibe uno tras haber tomado un taxi, regresa al lugar en bicicleta o 'scooter'.
Su esposa e hija se muestran comprensivas ante su manía, que es anterior a su matrimonio, afirma.
Incluso, su mujer ocasionalmente fotografía un guante olvidado para ofrecérselo, y su hija a veces le señala dónde vio uno. Eso sí, se quejan cuando en medio de un viaje se detiene tan pronto como ve uno abandonado, explican.
"Vivo con el miedo permanente de que pueda haber un guante a mi lado. No puedo describirlo como otra cosa que no sea una maldición", confiesa.
Pero, para él es imposible "colgar los guantes". Por otra parte, espera encontrar en este mundo a otras personas que "sientan lo mismo ante un objeto separado de su otra mitad".