Nairobi, 27 sep (EFE).- Casi la mitad de las madres kenianas con bebés que padecen alguna discapacidad han sido presionadas, en muchas ocasiones por su propio círculo familiar, para matar a esos hijos, según un informe publicado este jueves por la ONG Disability Rights International (DRI).
"Todas las mujeres aseguraron que es común que los padres sean presionados para que maten a sus bebés con discapacidad e informaron que los infanticidios son habituales", explica la directora asociada de DRI, Priscila Rodríguez.
Este informe es resultado de una investigación de dos años durante la que DRI ha entrevistado a noventa madres en Kenia, quienes, pese a la fuerte presión social, no quisieron asesinar a sus descendientes.
Del total de mujeres entrevistadas en la ciudad de Nairobi, el 37% confirmó haber recibido presiones, mientras que en las áreas rurales este porcentaje aumenta hasta el 54%, según este estudio.
El estigma, la extendida convicción en la brujería y la ignorancia juegan un papel fundamental en el rechazo familiar y social que genera la discapacidad.
- Te puede interesar: Comienza la esperada audiencia de Brett Kavanaugh
Es una creencia común que estos niños están "malditos, embrujados o poseídos" -apunta el informe-, y también suele asumirse que, si el primogénito nace con una discapacidad, el bebé debe morir para que los padres puedan tener otros hijos sanos.
Muchos creen también que es un castigo por los pecados de la madre, incluyendo la infidelidad a su marido.
Además, más de la mitad de las entrevistadas expresaron sentirse "solas" y "tristes", rechazo que también sufren los menores, quienes no pueden asistir a la escuela ni les dejan jugar con otros niños por miedo a que "los contagien".
La investigación no concreta el porcentaje de madres que efectivamente acaban con la vida de sus bebés discapacitados, si bien la mayoría de los casos de infanticidio no llegan a conocimiento de las autoridades.
DRI también visitó una veintena de orfanatos en diferentes urbes de Kenia, donde muchos de estos menores son acogidos tras el rechazo de sus progenitores.
En estas visitas documentó numerosos casos de hacinamiento, maltrato físico, malnutrición y negligencia médica.
"Encontramos una instalación donde había 500 niños hacinados en varias habitaciones y pasillos inmundos. Un niño mayor protegía la puerta con un machete y un látigo para evitar que escaparan", recuerda Rodríguez.