Compartimos esta oda escrita este año por David Flynn para centralamerica.com.
Un caballo jalando una carreta vacía mientras pasa cerca de la vieja pulpería La Tacha en San Felipe, al norte de León, Nicaragua.
“De donde fue la Pulpería La Tacha, cincuenta varas al norte”, es donde vivo. Mis habitaciones se encuentra 50 varas al norte de donde estaba la tienda en la esquina más grande de San Felipe, un viejo barrio de casas coloniales, ladrillos de tierra y los elegantes muebles de León.
Esa esquina es ahora una ruina en la cual se exponen las paredes de adobe pintadas con publicidad de hace muchos años. La vieja pared se tambalea. San Felipe, igual que todo León, es antiguo.
La iglesia se remonta a 320 años, una señora se asoma en un callado parque y la funeraria del vecindario está cerca de La Tacha.
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La calle que pasa por La Tacha es la Avenida Central aunque nadie la llama así. Pasa por mi vecindario y se dirige hacia el norte de la catedral, reconocida por la UNESCO.
Esta vieja calle pavimentada puede tener hasta 400 años, cuando los españoles mudaron la ciudad hacia la ubicación actual en 1610.
En San Felipe no hay edificios, no hay señales de ALTO, no hay tráfico, y ningún lugar que abra de noche. Todo es calma, polvo, calles de piedra, viejas casas coloniales con paredes de adobe y techos de tejas. Las familias, amigos, amantes, vecinos y visitantes salen de sus casas para tomar aire y sentarse en sus mecedoras. Chismosean, observan a sus hijos y nietos, juegan desmoche, bromean y disfrutan la brisa.
La comida abunda en forma de fritanga, que es carne y pollo asado y servidos con plátano y el plato nacional, el gallo pinto. Cuando se ve el humo en las calles, sabes que es hora de la cena. Una cena de fritanga cuesta alrededor de 100 córdobas y te llena por completo.
Los sonidos de San Felipe son como los de otros vecindarios en León o en toda Nicaragua. Además de los caballos regresando al mercado La Estación, un vendedor de tortillas también lo acompaña. “¡Torrrtillaaaaas, torrrtillaaaaas!”; grita mientras conduce su bicicleta hacia la Avenida Central.
Por todos lados los perros ladran, se escucha también el sonido de bates golpeando pelotas, un vendedor de frutas recita su oferta: mangos, papayas, bananas, granadilla.
A veces escuchas “¡cocteles, cocteles!”, anunciando el vendedor de ceviche que ha llegado para servir su producto en vasos de “poroplást”.
Antes me preguntaba por qué dejé de cocinar cuando me mudé a León. Es además, una ciudad de poetas y el lugar de descanso del héroe nacional Rubén Darío. León es el corazón intelectual de Nicaragua.
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