“Siempre que se hace una historia, se habla de un viejo, de un niño o de si…”; diría el cantautor cubano Silvio Rodríguez en su “Canción del elegido”. Pero mi historia es distinta, narraré la historia de una niña común; y eso lo digo yo.
Era la fría madrugada del segundo día de enero de 1996, a tan solo cuatro años de cerrar el milenio; para muchos el fin de todo, para mí el inicio de mi historia. Quizás ya todo estaba escrito en el libro sagrado de la Vida, ¿no lo sé?, tan solo estaba segura de haber nacido en esta bella tierra y de ser hija del maíz.
Desde las humildes pero cálidas casas de mi Managua natal, el tiempo empezaba a transcurrir y yo a abrir más y más mis pequeños ojitos, a descubrir lo bello de mi tierra, de mi gente; entonces empecé a dar pequeños pasitos, sin imaginar que al cerrar mis ojitos por un momento y al volverlos a abrir me encontraría dando pasos tan altos, que llegarían a estremecer los tabloncillos de nuestro Teatro Nacional Rubén Darío. Fue entonces, a mis tan solo cuatro añitos, que me veo rodeada de mucha gente, sosteniendo el esqueleto de una pequeña vaca. ¡No lo podía creer! Ese Son de Toros marcaría el inicio de un gran sueño del cual jamás espero despertar.
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Quizás no sea un Mozart que a sus 5 años mostró prodigiosamente su maestría en la música, pero desde esa noche, mi mundo e historia empezarían a escribirse con tinta azul y blanca, a perfilarse y moldearse al ritmo alegre e inquietante del son de las marimbas. Es esa pasión por el arte, la danza, la fotografía, los idiomas y las culturas, la que se convertiría en mi razón de ser, el instrumento que me permite demostrar mis habilidades y destrezas, las que uso para expresar lo que pienso, siento y vivo, pero sobre todo lo que me inspira a enseñar y compartir lo que vive mi gente. No es una simple travesura o un berrinche de niña, es la necesidad de llevar la cultura, el arte y la educación a cada rinconcito de mi tierra y a otros horizontes. Convertirme en una digna embajadora de todos los nicaragüenses en el mundo.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, acertadamente lo decía el poeta español Antonio Machado, mi camino es muy largo, incesante, por doquier, empiezo a hacer camino en mi andar, esa es la misión que el Creador me ha encomendado, recorrer por todo el mundo y llevar el mensaje que en esta pequeña tierra, dotada de bellos lagos e impresionantes volcanes. Estamos plagados de cultura, valor, amor y calor humano y que lo ponemos de manifiestos a través de su flora, fauna, comidas, bebidas, bailes, tradiciones y forma de ser: trabajadores, amantes de la paz y muy generosos.
“Juventud Divino Tesoro…” frase que nuestro Príncipe de las Letras Castellanas, Rubén Darío, nos legó para hacernos entender que nuestra labor, entrega a los demás y a nuestro Señor se debe dar en estos momentos, en la primavera de nuestras vidas y es por eso que otra de mi misión es servir a los demás, en todo lo que esté a mi alcance, ver esa sonrisa dibujada en el rostro de mi gente, transmitir la alegría, el entusiasmo, las ganas de vivir y de aventurarse a cada uno de ellos.
Pero ¿por qué menciono todo esto? Porque he tenido la fortuna de viajar a muchos países, todos con muchos encantos y particularidades. Pero mi conclusión más certera, la que me sorprende cada día, es que ninguno de esos destinos exóticos y deseados se compara a mi hermosa Nicaragua.
Quisiera vivir por siempre en un mundo de sueños e ilusiones, despertar una vez más bajo las sombras de esa majestuosa torre de hierro en forma de “A” fundida de gloria e historia y poder decir: “Bonjour“. Quiero compartir nuevamente con mis amigos franceses una exquisita taza de café extraído de las entrañas de nuestra bella y fresca Ciudad de Las Brumas, Jinotega. Regresar a la “Tierra de los Sueños”, pero esta vez sentarme cómodamente en la Gran Manzana a disfrutar mi delicioso almuerzo frente a la majestuosa señora de tez blanca que con orgullo alza sobre sus brazos esa antorcha deslumbrante de vigor y energía, y decirle, “¡Lady Enjoy It! “. Poder disfrutar muy pronto de una inolvidable cena frente al encanto perfecto y escultural del teatro de la siempre histórica ciudad que nos regaló mil años de derecho y que por ella podemos gozar y vivir con justicia, “Grazie Roma“.
Cada día es una nueva historia en mi vida, y con las cosas buenas y agradables que he recibido de ella me hacen sentir que me encamino hacia un final feliz, como esos cuentos de Hadas, sé que ha sido duro, pero ha valido la pena. Debo tomar oxígeno, valor y energía, para prepararme a destinar todo mi tiempo, recursos, amor y dedicación a mis metas. Tengo presente que sin importar el país en el que me encuentre, las personas con las que comparta y las experiencias que gane, siempre habrá un pedacito de tierra esperando por mí, en mi adorada Nicaragua y que tendré conmigo el amor, apoyo y calor de mi familia, mis amados padres, mis amigos y de mi gente.
¡Cierro mis ojos, suspiro y agradezco a todos por permitir que mis sueños se estén convirtiendo en una realidad! Y que todo empezó y culminará en mi incomparable Nicaragua.