¿Hasta dónde puede llegar un hongo para no morir de hambre? En el caso de Arthrobotrys oligospora, implica transformarse en un depredador despiadado.
En la mayoría de los casos, A. oligospora es saprótrofo, lo que significa que consume materia orgánica en descomposición, como hojas muertas. Sin embargo, los científicos han descubierto que la privación nutricional puede hacer que sufra cambios moleculares, lo que le permite convertirse en carnívoro y depredar especies de gusanos desprevenidos llamados nematodos.
- Te puede interesar: ¿Cuántas lluvias de estrellas habrá en 2024?
Los hongos no pueden perseguir a sus presas como lo hacen otros depredadores, por lo que un estudio publicado el mes pasado explica cómo han evolucionado hacia una forma de depredación más difícil y siniestra.
Cómo un hongo atrapa a un gusano
Cuando A. oligospora detecta un nematodo cercano, utiliza feromonas para atraerlo hacia su micelio, la red subterránea de hilos microscópicos que forman un hongo.
Según la investigación realizada por el científico Ping Hsueh, del Instituto de Biología Molecular de la Academia Sinica de Taiwán, A. oligospora «probablemente desarrolló los medios para utilizar la mímica olfativa para atraer a sus presas nematodos a través de las neuronas olfativas de los nematodos y especies afines». Esto significa que el hongo segrega señales alimentarias y feromonas sexuales para seducir al gusano en cuestión.
Los nematodos producen pequeñas moléculas llamadas ascarósidos, que regulan su comportamiento y desarrollo. Se cree que hongos como A. oligospora «escuchan a escondidas» y detectan las señales emitidas por estos ascarósidos, que crean un patrón molecular que los hongos pueden reconocer. Como se cree que la trampa es un proceso que consume mucha energía, A. oligospora solo la forma cuando las presas están cerca.
No es el único que pasa de descomponedor inofensivo a depredador. El hongo ostra produce sustancias químicas que paralizan a sus presas nematodos a los pocos minutos de entrar en contacto con ellas.
Hsueh afirma que «a nivel molecular, queremos entender los mecanismos que permiten a estos seres vivos hacerlo. Más concretamente, qué genes y proteínas fabrican los hongos para detectar a los nematodos y darles la capacidad de capturarlos».
«Durante la primera etapa», explica Hsueh, «se produce un aumento de la traducción de proteínas porque la trampa necesita muchas de ellas y ADN. En la segunda fase, las proteínas se expresan, es decir, se segregan fuera de la célula. Las trampas son muy pegajosas y funcionan como un pegamento. Durante la última etapa, las enzimas de los hongos ayudan a digerir al nematodo».
¿Contraatacarán los nematodos?
Sin embargo, las técnicas de mimetismo y depredación de los hongos pueden ser rechazadas por el gusano primitivo. Hsueh describe la capacidad de evolución de los nematodos para seguir el ritmo de la depredación de los hongos como una «carrera armamentística evolutiva».
Según un trabajo de investigación de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, «para minimizar el riesgo de ser devoradas, las presas han desarrollado a menudo comportamientos y estrategias específicas como el camuflaje, la evasión, el mimetismo y la inmovilidad tónica para aumentar sus posibilidades de supervivencia.
A su vez, los depredadores también han evolucionado estrategias predatorias mejoradas para asegurarse alimento suficiente para sobrevivir y reproducirse, dando lugar a una carrera armamentística evolutiva entre ambos».
La cuestión que queda por resolver es si estos gusanos pueden evolucionar y adaptarse a su nuevo depredador fúngico. ¿Cómo se desarrollará esta coevolución depredador-presa? La respuesta, sin embargo, aún no está clara. Hsueh espera comprender el mecanismo, así como los cambios a nivel molecular que podrían provocar un cambio de comportamiento en el nematodo y (si tiene suerte) su huida.