La ansiedad sexual no es más que un estado afectivo, que se hace acto de presencia en los encuentros íntimos y puede presentarse antes o durante el coito. Se convierte en síntoma cuando sentimos temor o nos anticipamos mal a un peligro sin causa.
Por otro lado, la ansiedad sexual en ocasiones nos hace creer que estamos erotizados cuando en realidad estamos apurados por cumplir. En algunos casos es frecuente que el deseo sexual baje y se vean comprometidas funciones sexuales como la erección, la lubricación o el orgasmo.
En general, las personas ansiosas viven la relación sexual como un examen que tienen que atravesar para sacarse buena nota, esto es, complacer a su pareja. Están aquellas personas que se anticipan a lo que va a suceder durante la relación sexual; tienen dificultades para centrarse en lo que sienten y no se focalizan en el cuerpo, sino en las ideas que se le imponen.
La ansiedad sexual como un síntoma
Además, una de las consecuencias de la ansiedad es la falta de concentración en los diferentes niveles de excitación, en las zonas erógenas y en las fantasías sexuales. Son exigentes consigo mismos; creen que el acto sexual se basa en el coito y subestiman la importancia del juego y otras prácticas que no sean la penetración. Son inseguros y les cuesta innovar.
Hay un denominador común en las personas ansiosas: acortan el juego erótico para «sacarse el tema de encima» lo cual conlleva más tensión y la imposibilidad de que el cuerpo y las sensaciones eróticas vayan en aumento.
Si en algún momento sus parejas les proponen nuevas prácticas, entran en el dilema de hacerlo o no hacerlo, no se animan a probar variantes. Por un lado, les encantaría modificar las acciones eróticas, pero por el otro se sienten extraños y dudan de cómo hacerlo.
La ansiedad sexual es más frecuente en los hombres, sobre todo, por la influencia social y cultural de tener que cumplir, demostrar la potencia, complacer a su pareja sexual.