La contaminación electromagnética puede entenderse como las emisiones electromagnéticas generadas por uno o varios focos, de una misma o de distintas frecuencias. Las ondas de televisión, radio, telefonía o las líneas eléctricas emiten campos electromagnéticos en distintas frecuencias, y sus efectos se suman creando así puntos de gran riesgo.
El auge y desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha modificado el medioambiente electromagnético natural que rodea al ser humano. Aunque este fenómeno se produce en mayor medida en los núcleos urbanos, es difícil encontrar hoy en día un lugar en el planeta que esté totalmente libre de radiaciones artificiales.
La implantación de nuevas tecnologías sin haber previsto sus repercusiones sobre la salud y los ecosistemas, sin tener en cuenta los estudios y evidencias existentes hace que continuamente surjan nuevos y mayores riesgos para la población y la naturaleza.
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— Fiestas De Yecla (@FestejosYecla) March 10, 2016
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Nuestro entorno está sometido a innumerables campos electromagnéticos artificiales originados por líneas de transporte eléctrico, transformadores, antenas de telefonía móvil, wifi, radio y televisión, radares, teléfonos móviles, teléfonos inalámbricos y una amplia gama de aparatos eléctricos y electrodomésticos.
Hoy en día sabemos que los efectos biológicos de los campos electromagnéticos artificiales pueden llegar a ser patológicos dependiendo del tiempo de exposición, de la dosis, de la potencia y frecuencia de los mismos, y de las características del organismo expuesto.
Somos cada vez más conscientes de la influencia del entorno en que vivimos sobre nuestra vida, y nos preocupan factores medioambientales, como la calidad del aire. Pero existen otros que no consideramos habitualmente, como la contaminación electromagnética, factor de riesgo invisible que incide en las personas silenciosa y, lo que es peor, silenciadamente, siendo capaz de dejar huellas patentes en nuestra salud en forma de trastornos y enfermedades muchas veces crónicas, que podrían remitir o incluso desaparecer aplicando la información y los consejos que obtendremos tras esta lectura, tanto en los hogares, escuelas o puestos laborales. Así, tal vez, podamos encontrar la verdadera causa de trastornos y padecimientos que se arrastran durante años y que, aparentemente, no tienen explicación.
La realidad es que todos, todos los días, todo el día, estamos sometidos a un inmenso campo de radiaciones. Esta exposición sucede en las viviendas, en el lugar de trabajo, en escuelas, geriátricos, hospitales, calles y parques. A parte de otras radiaciones, actualmente hay cobertura para los móviles prácticamente en todo el planeta. Pocas zonas quedan libres de las microondas de la telefonía móvil y de las tecnologías de acceso inalámbrico a internet.
El espectro electromagnético
El espectro electromagnético representa la distribución de las distintas ondas electromagnéticas según su frecuencia o longitud de onda.
Los campos electromagnéticos originados por la actividad humana se suman a los ya existentes en el propio planeta. Podemos clasificar estas radiaciones, en función de su frecuencia, en ionizantes y no ionizantes.
Las ionizantes son radiaciones de muy alta frecuencia, con capacidad para romper los enlaces entre las moléculas, y con efectos cancerígenos probados. Un ejemplo son los rayos X.
Dentro de las no ionizantes encontramos ejemplos mucho más cercanos. Distinguimos las de baja frecuencia (hasta los 50 Hz), entre las que encontramos la red eléctrica de nuestra propia casa o las líneas de alta tensión, y las de alta frecuencia donde se hallan por ejemplo la telefonía móvil o el wifi, que funciona en 2,4 GHz, igual que un microondas doméstico.
Respecto a estas radiaciones no ionizantes la OMS clasificó las radiaciones de baja frecuencia como posibles cancerígenos tipo 2B en 2002 (1), y las radiaciones electromagnéticas de alta frecuencia como posibles cancerígenos tipo 2B (2) el 31 de mayo del 2011.