La ira es una de las emociones más primitivas que podemos sentir y no es solo nuestra, los animales la sienten igual ya que tenemos el mismo circuito neuronal que la desencadena. La ciencia está comenzando a proporcionar nuevas explicaciones sobre las formas en las que la personalidad, la edad, el sexo y las experiencias de vida dan forma al modo en que sentimos esta emoción los humanos.
La ira forma parte de nuestro instinto para combatir las amenazas, competir por los recursos y hacer cumplir las normas sociales. Está enraizada en el circuito de recompensa del cerebro por lo que constantemente estamos sopesando lo que esperamos que suceda en cualquier situación.
Cuando hay una discrepancia entre lo que creemos que debería ocurrir y lo que de verdad ocurre, se activa una pequeña región con forma de almendra en el cerebro llamada amígdala. Ahí nace tu ira.
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La ira puede desencadenar la respuesta de lucha o huida del cuerpo, haciendo que las glándulas suprarrenales inunden el cuerpo con hormonas del estrés, como la adrenalina y la testosterona, que nos preparan para la agresión física.
Pero si realmente terminamos maldiciendo, frunciendo el ceño o incluso golpeando a alguien depende de una segunda área del cerebro, la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones y el razonamiento. Esto pone a nuestro enojo en contexto, nos recuerda que debemos comportarnos de maneras socialmente aceptables y mantenemos nuestros instintos primarios bajo control.
¿Iguales en el enfado?
Los hombres son, en general, más agresivos que las mujeres, por lo que cabría esperar que también están más enfadados. Pero no es así. Todas las investigaciones han encontrado que las mujeres experimentan la ira con tanta frecuencia e intensidad como los hombres. Un estudio realizado por científicos de la Universidad Estatal del Suroeste de Missouri, que encuestó a unos 200 hombres y mujeres, sugirió que las mujeres estaban tan enfadadas y actuaron con ira con tanta frecuencia como los hombres. La principal diferencia que identificaron fue que las mujeres parecían ser más capaces de controlar las respuestas impulsivas.