Como bien se sabe, el agua es vital para la supervivencia humana, pero no solo su consumo es el causante de todos los beneficios que nos aporta. Y es que la natación es un complemento fundamental para desencadenar tanto mejoras físicas como mentales.
Esta práctica siempre ha formado parte de nuestra historia, pues alejada de la actividad deportiva, el dominio del agua ha sido el gran reto perseguido por las antiguas civilizaciones. Por ejemplo, en Grecia y Roma la natación formaba parte del entrenamiento militar y además, concedía una distinción social entre el resto de la población. Para los egipcios, la natación era parte de la educación. De hecho, estos reflejaron la importancia sobre el conocimiento de las propiedades terapéuticas del agua en sus milenarios jeroglíficos.
Sin embargo, todo esto cambió cuando, durante la Edad Media, en Europa se extendió el pensamiento de que el agua era el principal portador de enfermedades y que, incluso la mera introducción en ella, podría transmitir epidemias.
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No fue hasta finales del siglo XVIII cuando se instituyó como un deporte de competición. La primera organización de este tipo nació en Gran Bretaña en 1837 bajo el nombre de la National Swimming Society. A partir de este momento, se crearon diferentes agrupaciones, como por ejemplo, la Metropolitan Swimming Clubs Association, que posteriormente se conocería como la Amateur Swimming Association (ASA). En 1908, con una representación de 8 federaciones de distintas nacionalidades, se fundó Federación Internacional de Natación (FINA). Su trabajo consistió básicamente en la regularización de este deporte y en la organización periódica de eventos y competiciones que a día de hoy siguen vigentes.
Desde entonces, la natación ha crecido como deporte profesional, así como actividad para una vida saludable. Los beneficios físicos de la natación son evidentes en atletas, lo que llamamos “cuerpo de nadador”. Sin embargo, hay una característica que la mayoría de los nadadores (tanto profesionales como amateurs) poseen y no podemos apreciar de un simple vistazo: la salud del cerebro. En esta galería, repasamos los más destacados.
1. La natación repara las neuronas dañadas
No es ninguna sorpresa que el ejercicio aeróbico no solo es bueno para el corazón, sino también para el cerebro, pues mejora la función cerebral y también ayuda a reparar las neuronas dañadas.
2. Beneficios extra
Pero la natación, concretamente, puede proporcionar beneficios cerebrales adicionales a nivel molecular y de comportamiento, afectando a los neurotransmisores que influyen sobre el estado de ánimo y las hormonas reductoras del estrés. Te revelamos cada una de estas propiedades con un estudio científico.
3. Nadar mejora la función cognitiva
Uno de los beneficios de la natación es que aumenta el flujo sanguíneo, lo que a su vez puede ayudar a mejorar la memoria, el estado de ánimo, la claridad mental y el enfoque.
4. Demostración
Un estudio de 2014 descubrió que la inmersión en una piscina aumentaba el flujo de sangre al cerebro, pues cuando los participantes se sumergieron en el agua hasta la altura del corazón, su flujo sanguíneo cerebral fue mayor en comparación con los participantes que no se habían metido en la piscina. El flujo de sangre a las arterias cerebrales centrales aumentó en un 14%, mientras que el flujo sanguíneo a sus arterias cerebrales posteriores aumentó un 9%.
5. Nadar mejora el estado de ánimo
La natación y otros ejercicios similares liberan factores neurotróficos o neurotrofinas en el cerebro, endorfinas, que se cree que son útiles para controlar el estrés, la ansiedad y el estado de ánimo. La actividad física y el ejercicio pueden ayudar con el alivio de la tensión, e incluso contrarrestar algunos síntomas depresivos. Así, la natación ayuda a estimular la producción de sustancias químicas cerebrales que elevan el estado de ánimo.
6. Demostración
Como ejemplo, un estudio de 2007 halló que la natación activa tenía un efecto antidepresivo en ratas deprimidas. En el experimento, los roedores realizaron una prueba de natación para determinar la cantidad de tiempo que pasaban inmóviles en el agua y el tiempo que pasaban nadando activamente. Las ratas perezosas pasaban mucho más tiempo en natación activa en comparación con las ratas deprimidas pero estas eran menos propensas a presentar síntomas depresivos después de 30 días.
7. Nadar mejora la memoria
La natación promueve nuevas neuronas en el hipocampo para una mejor memoria. Así, el daño cerebral por estrés también se puede revertir con la natación a través de la neurogénesis del hipocampo o la sustitución de las neuronas perdidas.
8. Demostración
En el mismo estudio de 2007 con roedores, los investigadores descubrieron que el número de neuronas en la región del hipocampo del cerebro, implicadas en el aprendizaje y la memoria, aumentó dramáticamente en las ratas deprimidas. Estudios anteriores ya habían concluido que el hipocampo se contrae en las personas deprimidas, lo que explicaría los problemas de salud mental asociados a menudo a la depresión.