En 1897, hace más de un siglo, la tranquila ciudad alemana de Düsseldorf fue testigo silencioso de un descubrimiento que cambiaría la vida de la raza humana para siempre. Allí, el farmacéutico Felix Hoffman redescubrió los increíbles beneficios del ácido acetilsalicílico. Sus investigaciones e intentos por aliviar el dolor que su padre padecía por la artritis darían lugar a la aspirina, el medicamento universal.
Hoffman se encontraba trabajando para el laboratorio farmacológico Bayer, quien intentó patentar el compuesto ante las autoridades alemanas sin mucho éxito. El rechazo de estas a aprobar la patente se debió a que ya había otros dos científicos que habían logrado sintetizar esta sustancia.
En el siglo XVIII, el británico Edmund Stone descubrió el ácido salicílico y en 1829 el francés Henri Lerroux extrajo la salicina de un sauce y propició la primera versión artificial del ácido acetilsalicílico.
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A pesar de esto, la fórmula desarrollada por Bayer fue la primera que no dañaba el estómago y que podía utilizarse con seguridad para fines terapéuticos. Los laboratorios alemanes insistieron y, tras la negativa alemana, fueron a Estados Unidos y la patentaron para su comercialización.
Dos años más tarde, bajo el nombre de ‘Aspirin’, este medicamento hizo pública su patente el 6 de marzo de 1899 en Berlín, teniendo Bayer los derechos de comercialización absolutos y convirtiéndose en poco tiempo en un fenómeno mundial. El nombre dado al medicamento proviene del árbol Spireaea ulmaria o ulmaria, del que Hoffman obtuvo originalmente el ácido acetilsalicílico y que siguió empleándose para la producción de Bayer.
La sociedad de la época estaba fascinada por las propiedades de los “polvos milagrosos alemanes” o “analgésico de Alemania”, como solían referirse al medicamento de Bayer. La aspirina resultaba una solución efectiva para el dolor de cabeza, la inflamación o para bajar la fiebre y poco tiempo después de su lanzamiento ya era el medicamento más consumido del mundo.
En 1915 aparecieron por primera vez las aspirinas en comprimidos y su fácil consumo las convirtió en un indispensable para los soldados que marchaban al frente durante la Primera Guerra Mundial. Precisamente, la patente de Bayer espiró durante el conflicto y fue comprada por 5.3 millones de dólares por la empresa norteamericana Sterling Products Company.
Con este cambio de manos, la aspirina pasó a ser “propiedad de la humanidad” y numerosas empresas obtuvieron la libertad para producirla y comercializarla. No sería hasta 1994 cuando Bayer, la farmacéutica original, recuperó la propiedad de su marca, así como del nombre y el logo. Se estima que, desde que fue patentada en 1899, se han fabricado 350 billones de comprimidos de aspirina.
En 1971, el medicamento volvió a situarse en el centro de los focos debido al trabajo de John R. Vane. El farmacólogo británico descubrió el funcionamiento del ácido acetilsalicílico: inhibición de prostaglandinas, un conjunto de sustancias de carácter lipídico que actúan como mediadores celulares. El descubrimiento del mecanismo de acción del ácido acetilsalicílico fue reconocido en 1982 con el Premio Nobel.