Los fibroblastos dérmicos son células especializadas en la piel que generan tejido conectivo y ayudan a la piel a recuperarse de una lesión. Algunos fibroblastos tienen la capacidad de convertirse en células grasas que residen debajo de la dermis, lo que le da a la piel un aspecto juvenil y producen un péptido que desempeña un papel fundamental en la lucha contra las infecciones.
En un estudio publicado en Immunity, un equipo de científicos, liderados por Richard Gallo, muestran cómo los fibroblastos se convierten en células grasas e identifican la vía que hace que este proceso cese a medida que envejecemos.
“Hemos descubierto cómo la piel pierde la capacidad de formar grasa durante el envejecimiento – explica Gallo –. La pérdida de la capacidad de los fibroblastos para convertirse en grasa afecta la forma en que la piel combate las infecciones e influirá en el aspecto de la piel durante el envejecimiento”.
Pero esto no quiere decir que haya que ir a atiborrarse de grasas. Ganar peso no es el camino para convertir los fibroblastos dérmicos en células de grasa, ya que la obesidad también interfiere con la capacidad de combatir infecciones. En cambio, una proteína que controla muchas funciones celulares, llamada factor de crecimiento transformante beta (TGF-β), impide que los fibroblastos dérmicos se conviertan en células grasas y evita que las células produzcan el péptido antimicrobiano catelicidina, que ayuda a proteger contra infecciones bacterianas.
De tu interés: La hidrodinámica permite predecir el flujo de una multitud
“Los bebés tienen una gran cantidad de este tipo de grasa debajo de la piel – añade Gallo –, lo que hace que su piel sea inherentemente buena para combatir algunos tipos de infecciones. Los fibroblastos dérmicos envejecidos pierden esta capacidad y la capacidad de formar grasa debajo de la piel. La piel con una capa de grasa debajo de ella se ve más joven. Cuando envejecemos, la apariencia de la piel tiene mucho que ver con la pérdida de grasa”.
Comprender el proceso biológico que conduce a una pérdida de estas células grasas especializadas, podría servir para ayudar a la piel a combatir infecciones como el Staphylococcus aureus (S. aureus), una bacteria patógena que es la principal causa de infecciones de la piel y un factor importante en el empeoramiento de enfermedades, como el eccema. Cuando S. aureus se vuelve resistente a los antibióticos, se lo conoce como Staphylococcus aureus resistente a la meticilina o SARM, que es una de las principales causas de muerte como resultado de una infección en los Estados Unidos.
Los objetivos y beneficios a largo plazo de esta investigación son comprender el sistema inmunológico infantil, señalan los autores. Los resultados también pueden ayudar a comprender qué es lo que va mal en otras enfermedades como la obesidad, la diabetes y las enfermedades autoinmunes.