Entre las fiestas y botellones que plagan los campus universitarios, parques o discotecas, se está introduciendo de manera silenciosa un agente inesperado. El alcohol y las drogas ya no son los únicos elementos prohibidos que persiguen los jóvenes para sus noches de farra.
Una pastilla azul, conocida mundialmente con el nombre de Viagra, forma parte ya de la rutina de muchos adolescentes obsesionados con rendir igual que un actor porno, informa El Confidencial.
El miedo a "no dar la talla" está aumentando el consumo de este asistente químico para lograr una erección. "Por lo que nos llega a la consulta, estamos hablando de chicos de 15 años que ya la están consumiendo" apunta Vanessa Rodríguez, psicóloga y autora del libro 'La lucha sexual de los adolescentes en la hipermodernidad'. Conseguirla es extremadamente fácil (en España y algunos países europeos) incluso para menores de edad: sólo hace falta acceso a internet y una cuenta con fecha de nacimiento falsa.
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Pero ¿por qué recurren a este fármaco personas que, por edad, no deberían tener ningún problema para cumplir con su pareja de turno? El uso de esta pastilla, señalan expertos psicólogos y sexólogos, es el reflejo más claro de una generación que ha crecido con la pornografía como única educación sexual, el sexo como producto de consumo, y la propia imagen como núcleo en el que pivotan las relaciones interpersonales.
Un "analfabetismo relacional", aseguran, que genera problemas como la disfunción eréctil, falta de empatía y dificultades para encontrar el placer —propio y ajeno—.
Intentan reproducir en la vida real lo que ven en el porno, y eso está llevando a mucho sufrimiento y decepción.
Debido a esa presión marcada por el porno y al propio desconocimiento de su cuerpo, los jóvenes atraviesan problemas sexuales hasta ahora desconocidos para ese rango de edad, como la disfunción eréctil o la eyaculación precoz, que motivan el uso de Viagra con el que arrancaba este artículo.