Y, ¿qué hay de aquel amigo que tenía un truco para mantener la línea durante todas las fiestas? Puede que no recuerdes muy bien cómo era aquello de comer cierto alimento, o saltarse cierta comida. Bueno, en cualquier caso, si no comes hoy, esta noche podrás pegarte el atracón sin tantos remordimientos, ¿verdad? Obviamente no.
Aunque ingerir menos supone menos kilocalorías en el cuerpo, y esto, en definitiva, es una razón para adelgazar, lo cierto es que no es especialmente útil. Adelgazar no es una cuestión de cuánto, únicamente, sino también del cómo y el "durante cuánto". Por el momento, algunos estudios indican que saltarse comidas podría ser contraproducente.
Aunque estos se han realizado en ratones, parece ser que el no comer (y pasar hambre) por comer después podría llevar a desarrollar obesidad y diabetes. Esto, por supuesto, es un proceso a largo plazo, que se relacionaría con la insulina y otras sustancias relacionadas con la alimentación.
Por otro lado, nada indica que saltarse una comida tenga algún tipo de beneficio. No a nivel fisiológico, y probablemente tampoco a nivel de comportamiento. Es infinitamente más útil ser comedido, sin sobrepasarnos ni excedernos, que tratar de "compensar". Algo que, a todas luces, no es posible.
En estos días donde el alcohol y la grasa recorren nuestras venas, parece inevitable saltarnos la medicación un día o dos en el mes. Es peor el daño que puede hacernos en el páncreas que el que nos hará la enfermedad. Esto, muy extendido por desgracia, también es falso por completo.
La medicación es un tratamiento que ha de mantenerse de forma continuada. Para que una sustancia ajena tenga efectos en nuestro cuerpo, es imprescindible contar con una concentración específica en sangre. En ocasiones, esta concentración solo se consigue manteniendo la ingesta del fármaco de manera regular.
En el momento en el que nos la saltamos un solo día, "reiniciamos" el proceso. Y a veces, combatir una enfermedad no es posible si no mantenemos cierta regularidad. Saltarse la medicación un día sencillamente porque nos apetece beber alcohol no está justificado. Más vale que nos saltemos la comilona o bien seamos coherentes con el tratamiento.
Por otro lado, no existe ningún tipo de justificación para beber alcohol. El alcohol no es bueno en ningún sentido (ni hay dosis inocua de alcohol). Por tanto, nos hacemos doble daño: no seguimos el tratamiento y, encima, nos echamos al coleto un veneno reconocido y asociado al cáncer de colon, a la obesidad y a la hepatitis, entre muchos otros problemas.