Si sufres de ansiedad, es probable que en algún momento hayas experimentado un ataque de pánico o una crisis de nervios. Los ataques de pánico son la sensación de miedo o temor intenso que aparece de forma súbita, haciendo que una persona experimente una elevada sensación de peligro.
Muchas veces, el mismo miedo al ataque de pánico es el que desencadena uno de ellos, quizás porque no sabemos qué es lo que sucede realmente. En ese caso, conocer cómo se produce un ataque de pánico puede ser una gran herramienta para lidiar con ellos.
¿Qué le pasa a nuestro cuerpo durante un ataque de pánico?
Los ataques de pánico raramente se dan de forma aislada, generalmente están precedidos por situaciones estresantes que quizás no hemos notado. La acumulación de estrés, ansiedad o presión de rendimiento sobre ciertos eventos que se avecinan terminan generando un miedo aún mayor a lo que puede suceder.
El cerebro entiende entonces que una situación es peligrosa. Si tenemos que dar un discurso o hacer una presentación frente a muchas personas, el cerebro podría sentirse amenazado. El ataque de pánico se desencadena entonces cuando los neurotransmisores comienzan a enviar señales a diferentes partes de nuestro cuerpo para que estén alertas.
Las primeras reacciones comienzan a darse en nuestro sistema nervioso autónomo, con el aumento de la noradrenalina. La noradrenalina es un neurotransmisor que, en grandes cantidades, hace que nuestro cuerpo se prepare para luchar o huir de situaciones peligrosas.
El sistema nervioso autónomo puede hacer entonces que nuestro cuerpo experimente los efectos de un ataque de pánico más o menos intensamente, que pueden ir desde sudoración, escalofríos y sequedad en la boca, hasta temblores, náuseas, mareos, problemas para respirar y aceleración no natural del corazón.
La reacción de nuestro cuerpo, que en la actualidad nos puede parecer molesta, es de orígenes evolutivos. Actualmente, todo este proceso nos hace gastar una energía innecesaria, pero a nuestros antepasados les era útil pues los preparaba para la lucha o la huida. La liberación de adrenalina en el torrente sanguíneo hace que nuestros órganos vitales tengan la prioridad, mientras la digestión se desacelera para que la energía se centre en otras partes.
Después de todos estos procesos químicos en nuestro cuerpo, viene la forma en la que nos enfrentamos al ataque de pánico. Si nos ponemos nerviosos frente a los síntomas, estos pueden empeorar. Los nervios pueden hacer que la respiración se vuelva aún más dificultosa o que nuestro corazón se acelere aún más.
Lo recomendado por especialistas es tratar de pensar en todo este proceso para entender lo que está pasando. Lo más sensato es tratar de calmarse, quizás sentarse en un sillón o recostarse en una cama, hasta que la noradrenalina sea reabsorbida, haciendo que los síntomas cesen. Si tratamos de enfrentar a los ataques de una forma calmada, pueden durar mucho menos de lo esperado.
Es probable que después de un ataque de pánico sientas que te has cansado mucho, como si hubieras corrido una maratón a toda velocidad. Recuerda que esto es totalmente normal, debido a que tu cuerpo comenzó a hacer muchas cosas a la vez producto de que tu cerebro se encontraba sobrecargado. Lo ideal en ese caso es tomar una ducha y descansar hasta recuperarse por completo.
Para evitar que los ataques de pánico sean frecuentes, puedes hacer cambios en tu vida, tratando de restarle importancia a aquello que te preocupa mucho. Recuerda que, lo que ahora nos parece grave, quizás en unos años no sea más que una anécdota graciosa. Muchas personas encuentran también una solución practicando yoga o repitiendo mantras.
Llevar una vida saludable con buena alimentación y ejercicio también puede ser beneficioso. Por otra parte, si tienes un empleo que te estresa puedes intentar buscar otro, o tratar de aprender a lidiar con la presión. La terapia puede ser un buena herramienta para eso. Recuerda que los especialistas han estudiado mucho para aprender a ayudarte a autosuperarte.