Hace más de medio siglo, en 1965, el médico japonés Yoshiro Hatano calculó que, para gozar de una salud de hierro, había que caminar 10.000 pasos al día, entre siete y ocho kilómetros según la longitud de la zancada. El facultativo nipón apuntaba a que, además de prevenir dolencias cardiovasculares, así se quemaban el 20% de las calorías que ingeríamos diariamente. Una recomendación que incluso la Organización Mundial de la Salud, el Centro estadounidense para el Control de Enfermedades (CDC) o la American Heart Foundation hicieron suya y que incluyen como objetivo por defecto muchas apps y medidores electrónicos actuales de actividad física.
Veinte años antes de Hatano, un famoso estudio británico llamó por primera vez la atención sobre la necesidad de moverse, de dedicar una parte del día, por lo menos, al paseo: los investigadores de la época descubrieron que los cobradores de los autobuses londinenses, que debían desplazarse por los pasillos, sufrían menos dolencias cardiacas que los conductores, “ amarrados” permanentemente a sus asientos. De ahí se pasó al citado paradigma de los 10.000 pasos y a la moda actual del power walking, que defiende las virtudes del paseo a buen ritmo como al alternativa al running. Según sus adeptos, practicarlo mejora el sistema musculoesquelético, retrasa la aparición de la artrosis, facilita la digestión e incluso reduce el riesgo de sufrir cáncer de colon.
Pero ¿son suficientes 10.000? ¿Tiene fundamento este número redondo? Pues un riguroso estudio científico, uno de los primeros que se han llevado a cabo para confirmar o desterrar al mito, acaba de corregirles al alza: en realidad, hay que llegar… ¡a los 15.000!
Carteros más sanos
A establecer el nuevo baremo han ayudado los carteros escoceses, que todavía suelen repartir el correo a pie. William Tigbe, médico de la Universidad de Warwick (Reino Unido), puso sus miras en ellos y descubrió que los más sanos entre ellos se pegaban caminatas de más de tres horas al día, lo que suponía unos 15.000 pasos y algo más de once kilómetros. Estos carteros tenían índices de masa corporal normal, una relación cintura-cadera saludable y un metabolismo, niveles de colesterol y glucosa incluidos, generalmente modélicos.
Por el contrario, los compañeros que permanecían sentados realizando trabajos de oficina eran un blanco más fácil para las cardiopatías. El sedentarismo los predisponía a sufrir el síndrome metabólico, el cual aparece cuando se combinan problemas de obesidad, colesterol, diabetes e hipertensión y que triplica el riesgo de enfermedad cardiovascular. Los investigadores incluso pusieron cifras concretas a la predisposición a sufrir dolencias cardiacas: aumentaba dos décimas cada hora de más que permanecían sentados si superaban el umbral de cinco.
A quien amedrente ese objetivo de 15.000 pasos, Tigbe da algunas recomendaciones. Una opción es “hacer los deberes” de una sola vez: a un ritmo rápido, de unos seis kilómetros y medio por hora, el reto se supera en apenas dos horas. La otra alternativa es hacerlo por partes: media hora antes de ir a trabajar, pequeños descansos de diez minutos sin estarnos quietos, otra caminata para volver a casa, etcétera.