Una nueva cepa de malaria ha desatado la preocupación sanitaria mundial. El Plasmodium falciparum, un protozoo parásito que puede causar la enfermedad en humanos, ha mostrado indicios de resistencia a la artemisinina, el fármaco empleado principalmente para tratar esta patología. De momento, se han detectado casos de resistencia al tratamiento en Camboya, Laos, Tailandia, Vietnam y Myanmar, pero lo que más preocupa es que a lo largo de la frontera entre Camboya y Tailandia el parásito se ha vuelto prácticamente resistente a casi todos los tratamientos. “Tememos también que la cepa pueda extenderse rápidamente por África”, ha declarado Arjen Dondorp, del departamento de Medicina Tropical de la Universidad de Oxford.
Los investigadores han detectado un alarmante incremento de la resistencia los tratamientos, según una carta publicada en The Lancet Infectious Diseases. "Tenemos que hacer frente urgentemente a esta emergencia de salud pública", advierten.
En abril de 2016 la Organización Mundial de la Salud declaró libre de malaria a la Unión Europa. Sin embargo, cada año se diagnostican solo en España entre 400 y 600 casos procedentes de turistas que han viajado a zonas de riesgo sin la protección adecuada o de ciudadanos de las áreas endémicas. La Organización Mundial de la Salud, en cualquier caso, llama a la calma recordando que el parásito también puede ser eliminado con otros medicamentos, aunque de forma más lenta.
También conocida como paludismo, la malaria es transmitida a los humanos a través de la picadura de mosquitos anofeles. Después de la infección, los parásitos (llamados esporozoítos) viajan a través del torrente sanguíneo hasta el hígado, donde maduran y producen una variante que ingresa en el torrente sanguíneo e infecta los glóbulos rojos.
Según Quo, cada año se detectan entre 200 y 300 millones de casos en el mundo. En el año 2015, un total de 438.000 desembocaron en muerte.