La diástasis de los rectos abdominales ocurre cuando se separan los lados derecho e izquierdo del recto mayor del abdomen. Este músculo, dividido en dos partes simétricas, se encuentra en la cara abdominal anterior y va desde las costillas hasta la parte superior del pubis.
Su función es mantener el cuerpo erguido, permitir la espiración, limitar la inspiración, proteger las vísceras y mantenerlas en su posición, y permitir la flexión del tronco y su inclinación. También interviene en el parto, la defecación, la micción, la risa, la tos o el estornudo.
Muchos especialistas mencionan que la diástasis va asociada al crecimiento de la tripa por sobrepeso o durante el embarazo. ¿Por qué? Los rectos del abdomen están unidos entre sí por tejido conjuntivo rico en colágeno, una proteína que se altera con el estrógeno, hormona que aumenta su concentración en el embarazo, lo que debilita la unión entre estos músculos.
Como consecuencia de esta separación, aumenta el volumen del vientre, que adquiere un aspecto flácido. También pueden aparecer hernias umbilicales dado que la pared abdominal no es capaz de mantener las vísceras en su posición.
Por ello, la diástasis va más allá del problema estético. Esta lesión puede provocar la debilidad del suelo pélvico y generar incontinencia urinaria, prolapsos –descenso de un órgano interno a causa de la relajación de los músculos o ligamentos que lo sostienen–, molestias en la espalda, dolor pélvico o problemas digestivos como gases, estreñimiento o malas digestiones.
Para realizar un diagnóstico es necesario acudir al especialista (médico o fisioterapeuta). Una exploración manual suele ser suficiente para confirmarlo.
No obstante, hay un método eficaz para saber si existe esta lesión –aunque nunca sustituye la evaluación de un experto–. Consiste en tumbarse boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies en el suelo y elevar ligeramente la cabeza haciendo un abdominal con la mano situada en el abdomen. En la posición de elevación se palpa con los dedos el límite entre ambos rectos del abdomen. Si hay una brecha o separación –que suele ser de unos 2 centímetros y medio– y los dedos se hunden, existe diástasis de los rectos del abdomen, así lo informa La Prensa Gráfica.
Qué hacer y qué no hacer ante la diástasis
Tan importante como saber qué hacer es conocer lo que se no se debe hacer. Algunas conductas habituales, e incluso rutinas que creemos beneficiosas, pueden empeorar la diástasis.
Es importante evitar los abdominales tradicionales que muchas mujeres realizan en un intento por reducir el volumen del abdomen. Estos ejercicios perjudican el suelo pélvico y pueden aumentar la separación entre los rectos.
También se debe huir de las posturas de torsión y tener mucha precaución con el pilates y el yoga. Su práctica incorrecta puede empeorar la lesión.
Desde el blog En Suelo Firme –signado por una matrona, una fisioterapeuta y una madre– se recomienda evitar los esfuerzos con apnea, que implican un aumento de la presión del abdomen, como coger peso o realizar cualquier tipo de esfuerzo físico que ejercite esta zona.
También recomiendan evitar, siempre que sea posible, el estreñimiento, dado que los esfuerzos que se realizan en la evacuación suponen una hipertensión abdominal y pueden aumentar la separación entre los rectos del abdomen.
Un nuevo embarazo antes de la recuperación tampoco es buena idea, pero para cuando este se produzca, existen ejercicios que previenen la diástasis. Desde la clínica Vicetto aconsejan “contraer el transverso abdominal, meter ombligo: el bebé estará encantado con el masaje y el movimiento y la mamá estará trabajando los músculos abdominales”.
Los abdominales hipopresivos son efectivos para recuperar la musculatura abdominal tras el parto, aunque existen métodos más específicos para corregir la diástasis. Además, es recomendable tonificar el músculo transverso del abdomen para recuperar la funcionalidad abdominal.