La mayoría de nosotros entre el 80 y el 85% para ser exactos, hemos sufrido acné en algún momento de nuestras vidas. Más de uno tenemos su recuerdo en nuestra foto de fin de curso o en un recuerdo imborrable de cómo acudimos a más de una cita intentando tapar los granos y espinillas de las formas más originales.
De hecho, hay multitud de productos al alcance de nuestra mano que prometen tratar el acné de forma fulminante y, ante lo poco que nos gusta tener esos puntos rojos en nuestra cara, la mayoría hemos recurrido a ellos en multitud de ocasiones. Pero, ¿son estos productos eficaces?
En realidad no. Según una nueva investigación que se presentará el próximo jueves en la Conferencia Anual de la Sociedad de Microbiología europea, mantener el equilibrio general de las bacterias en nuestra piel, ataja el problema del acné mucho antes que si se trata con antibióticos.
Para llegar a estas conclusiones, Huiying Li y su equipo investigador, usaron tiras de limpieza de poros con el fin de poder obtener muestras de los folículos de 72 personas. Entre este grupo de personas había 38 que padecían acné y 34 que no. Después, mediante la técnica de análisis de secuenciación escopeta de ADN, han comparado la composición del microbioma de la piel de ambos grupos voluntarios y han validado los resultados obtenidos con diez individuos más.
Así es como han detectado diferencias en la composición de las bacterias que habitan en la piel y han podido señalar varias divergencias genéticas entre las cepas bacterianas de ambos grupos. En el caso de los voluntarios que no tenían ni granos ni espinillas, se ha observado que sus bacterias estaban enriquecidas con genes implicados en su metabolismo, lo cual hace pensar a los científicos que son importantes para que cepas dañinas se instalen en la piel. Pero, en el grupo de los voluntarios con acné, han visto como genes virulentos habían colonizado sus caras.
Según Quo, tras las pruebas, los investigadores apuntan que para mantener el equilibrio bacteriano de la piel, son más eficaces aquellos tratamientos que regulan la microbiota y mantienen un equilibrio bacteriano saludable. Los antibióticos o aquellos fármacos o cremas que matan de manera no selectiva las bacterias, no son los más recomendables, ya que acaban también con las bacterias beneficiosas.