“Es mejor dar que recibir” dice un aforismo popular que existe prácticamente en todas las culturas. Y lo cierto es que no anda muy desacertado ya que numerosos estudios han comprobado que, en efecto, solemos ser más felices cuando entregamos, mientras que la alegría de recibir es más efímera. En este sentido, Erich Fromm afirmó: "No se da con el fin de recibir, dar es de por sí una dicha exquisita".
Es el acto de dar, no el reconocimiento, lo que nos hace felices
Psicólogos de la Universidad de Rochester se preguntaron qué papel desempeña el reconocimiento en el proceso de dar y recibir en una relación de pareja. ¿Necesitamos realmente el reconocimiento y agradecimiento de la otra persona o para sentirnos felices y satisfechos nos basta dar?
Para encontrar una respuesta reclutaron a 175 parejas que llevaban una media de 7 meses de matrimonio y les explicaron que en el experimento querían saber si era cierta la idea de Dalai Lama según la cual “la preocupación compasiva por los demás estimula el estado afectivo propio”.
Durante dos semanas los participantes llevaron un diario de sus actividades cotidianas, en el que escribían sobre aquellas situaciones en las que dejaron a un lado sus deseos para satisfacer las necesidades de su pareja. Además, a lo largo del día también debían describir su estado emocional.
Mientras duró el experimento, tanto las mujeres como los hombres recibieron una media de 0,59 actos de compasión o amor al día y brindaron una media de 0,65 actos similares. Estos actos incluían expresarle ternura a la pareja, demostrar que le valoraba y cambiar los planes personales para ajustarse al otro.
Antes de comenzar el experimento, los psicólogos creían que era fundamental que el receptor reconociera el acto del donante, para que este se sintiera realmente apreciado. Es decir, pensaban que si damos pero no obtenemos agradecimiento o reconocimiento a cambio, no nos sentimos satisfechos. También pensaban que el receptor, la persona que recibía la entrega del otro, se beneficiaría más cuando ambas partes reconocieran el acto. Sin embargo, los datos mostraron que se equivocaban.
Los investigadores descubrieron que para que la persona que entregaba, no era imprescindible que el otro lo reconociera. Esas personas se sentían satisfechas y felices cuando hacían algo por su pareja, independientemente de que esta demostrara su gratitud o no.
Sin embargo, quienes recibían necesitaban ser conscientes de la entrega que representaba ese acto para el otro ya que solo así podían extraer los máximos beneficios. De hecho, cuando no había un reconocimiento verbal del acto, quienes entregaban mostraban una mejoría del 45% en su estado de ánimo, pero en quienes recibían no se producían cambios.
Este experimento demuestra que el simple hecho de dar, ayudar y/o renunciar a favor de la persona que amas, ya es suficiente recompensa y tiene un efecto positivo en nuestro estado de ánimo. Al contrario, para sentirnos mejor cuando recibimos, debemos ser plenamente conscientes del sacrificio que hace el otro. "Dar con los ojos cerrados. Recibir con los ojos abiertos", resumió el escritor José Narosky.
Dar demasiado puede agotar, también tenemos derecho a recibir
Por supuesto, en una relación de pareja también es necesario equilibrar las fuerzas. Dar brinda felicidad pero también tenemos derecho a recibir. Si solo ofrece una persona, si esa persona es quien siempre cancela sus planes para satisfacer las necesidades del otro y posterga continuamente sus propios sueños, llegará un momento en que comience a sentir que esa relación no le llena ya que solo representa una renuncia cotidiana.
Según Rincon Psicología, aunque dar nos reporta enormes beneficios para nuestro estado emocional, es importante que, llegado el momento, la otra persona también esté dispuesta a hacer lo mismo por nosotros. No se trata de un ajuste de cuentas, el acto de dar en sí debe ser desinteresado, pero debemos sentir que somos correspondidos, amados y valorados. Si no es así, corremos el riesgo de convertirnos en "donantes perennes" mientras los otros asumen el rol de "receptores narcisistas".