En la retina del ojo hay tres tipos de células fotosensibles que llamamos conos. Cada cono es sensible a la luz de una longitud de onda determinada: roja, verde o azul. Combinando las respuestas de estos tres receptores, el cerebro construye los colores secundarios. Pero también puede ver otros colores que no existen.
Ahí está el magenta, que es un color extraespectral, su luz no existe como tal en el espectro electromagnético; se la inventa el cerebro a partir de una mezcla de rojo y azul. Pero no nos referimos a eso, sino a otros seis colores que puedes apreciar brevemente si fuerzas un poco los receptores de los ojos y consigues confundir al cerebro.
Cuando miramos algo amarillo brillante, los conos de la retina informan al cerebro de que están siendo estimulados con luz roja y luz verde, pero el cerebro procesa también la ausencia de luz azul. Esto es importante para poder interpretar los colores instantáneamente y corregir las temperaturas de color (aunque a veces nos confundamos, como ocurrió con el famoso vestido azul y negro, ¿o era blanco y dorado?).
Si interrumpimos ese proceso de calibración, podemos confundir deliberadamente al cerebro y ver colores que en realidad no existen. Para ello vamos a aprovechar otras dos particularidades de la visión:
Los conos de la retina no se actualizan al instante, siguen transmitiendo durante unos milisegundos una vez que el estímulo ha desaparecido. Esa es la razón por la que algunas imágenes con mucho contraste dejan “huella” en nuestros ojos durante unos segundos.
Si la retina envía la misma señal al cerebro durante mucho tiempo, llega un punto en que el cerebro deja de prestarle atención y desarrolla un breve episodio de ceguera. Normalmente no ocurre porque los ojos no paran de moverse de manera natural y muy rápidamente.
Sabiendo esto, procedamos a “hackear” el cerebro. El truco consiste en saturar los conos de la retina mirando fijamente durante un minuto algún color brillante. A continuación apartaremos rápidamente la vista y la centraremos en el color opuesto. Veremos un color sobresaturado, técnicamente imaginario. Unos instantes después, el cerebro volverá a calibrarse y el efecto se desvanecerá. Puedes probarlo con estos colores:
Según Gizmodo, para ver el “supermagenta”, concéntrate en el verde y pasa rápido al magenta. Para ver el “superazul”, concéntrate en el amarillo y pasa al azul. Para ver el “superverde”, concéntrate en el magenta y pasa al verde. Para ver el “superrojo”, concéntrate en el cian y pasa al rojo. Para ver el “superamarillo”, concéntrate en el azul y pasa al amarillo. Para ver el “supercian”, concéntrate en el rojo y pasa rápido al cian.