Poeta de la verdad y la justicia en contra de la barbarie y la manipulación

Foto: Natalicio de Rubén Darío /cortesía
Foto: Natalicio de Rubén Darío /cortesía
Rubén Darío, fiel defensor de la verdad y la justicia, jamás toleraría la barbarie ni la manipulación de la poesía al servicio de aquellos que se erigen como verdugos de ideales. La visión de un poeta comprometido con la humanidad y la paz, como Darío, no se alinea con quienes buscan justificar la violencia bajo el manto de la lucha por la democracia.
En su lugar, el poeta nicaragüense habría denunciado, como lo hizo en sus versos, a quienes, por intereses mezquinos o egoístas, destruyen el alma de la patria y mancillan la memoria colectiva. Su poesía, lejos de ser una herramienta para enaltecer la barbarie, se convierte en un clamor de justicia, pidiendo la reconciliación y el entendimiento sobre las rui.

Rubén Darío ¿toleraría la barbarie, musa de poetas alquilados por los verdugos de ideales?

¡Ah, cuán feliz el demonio perverso,

odio imperante en todo el universo,

odio en el mar y debajo del mar;

odio en la tierra firme y en el viento,

y sangre y sangre que pueda llegar

a salpicar el mismo firmamento!

Rubén Darío

Edwin Sánchez/ Escritor

I

Rubén Darío, el arduo artista de la Verdad, ¿prologaría una nueva edición corregida, aumentada, sin gloria, y todavía más ensangrentada, de las páginas fatales de la historia?

¿Qué haría la excelsa Poetarquía de Nicaragua con Rubén al frente?

¿Negaría a ultranza la realidad de nuestro país para encumbrar la rentable infamia?

Hablamos de Salomón de la Selva, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Joaquín Pasos, Carlos Martínez Rivas, Leonel Rugama, Ana Ilce Gómez…

Esos Próceres de la Palabra y la Historia, ¿se rebajarían como los poetas menores de espíritus inferiores que alquilan sus versos, tirrias y diatribas con el afán demencial de que así prolongarían más las agresiones a Nicaragua, con el ripio, a falta de principios, de la “lucha por la democracia”?

El muchacho de Metapa, el Poetarca Mayor, ¿le besaría el anillo episcopal al obispo que en 2018 fundó, de facto, su abominable Prelatura Personal deSanto” Tomás de Torquemada Santo Patrono de las Causas Malditas—?

¿Le dedicaría la Marcha Triunfal a los ilustres demó(nio)cratas, cuyo perfil terrenal se conoció en un audio de su fundador, quien les confió la “obra pastoral” de derrocar al Gobierno Constitucional?:

Todos los opositores al gobierno, aunque haya sospecha de ser oportunistas, abortistas, homosexuales, narcotraficantes… para lograr el objetivo final…”.

Por Dios, ¿algún poeta, algún trovador sensato, pensará que con esa clase de elenco se construirá el Paraíso de la Democracia que ningún Estado del mundo ha logrado?

La respuesta, si el poeta es verdadero creador de concordias —porque nunca la espada fue superior a las letras— es que jamás absolverá a los que dieron rienda suelta a su sevicia. Tampoco aprobará lo que el réprobo descarado glorifica, ondeando en las astas de su inmundicia las banderas más limpias de los pueblos.

No debe.

Más bien la condenará.

Si está deshabitado de violencia, encono y vileza.

Porque un poeta o cantor no nació para detractar y componer “odas” al servicio de los que Rubén llamó “verdugos de ideales”.

No nació para ser vocero del oprobio a su patria, de las falacias y de las intrigas, con el colofón de sus amarguras adyacentes.

No nació para palanquear la degradación extemporánea de su nación a Banana Republic.

No fue engendrado para asesinar la reputación de nadie ni exaltar a los posesos. Menos para salir con la sórdida tranca del “cuadro dramático” de los tranques: aquellos ancianos manipulados patéticamente. Que así aclamaron el deprimente espectáculo —utilizado por ciertas vanidades resentidas como mampuesta— para disparar desde las redes sociales su insatisfacción, pues su “epopéyica entrega” a la cultura y sus “inigualables aportes” no han sido “debidamente reconocidos”…

Sin embargo, la poesía es hecha por humanos —y a veces ni tan humanos—, que si no hacen lo correcto, como advirtió Dios en los albores de la raza adánica, el pecado está a la puerta.

Sí, porque “En el hombre existe mala levadura”, reafirmó Rubén con la palabra de San Francisco de Asís en Los Motivos del Lobo.

Y también puede cambiar su dudosa hombría por el hambre.

O por un rencor sin fecha de vencimiento en un costado de la soberbia de los saltimbanquis bananeros y almas rajadas chusmonas, sin coraje ni valor— que la Patria no necesita.

Aunque para algunos sea cualquier cosa, hay un abismo del mismo tamaño del de Abadón, que separa el buen corazón palpitante de amor, del hígado que segrega un alma biliosa.

O desfila con las filas de Rubén o baila al vaivén de las filias y las fobias del bestial Belial.

No es de balde que el portaliras exclama:

Haced la evocación de Homero, Vinci, Dante,

para que vean el

espectáculo cruel

desde el principio hasta el fin:

la quijada del rumiante

en la mano de Caín

sobre la frente de Abel.

 

Así pasó y sucede cuando ciertos “cultos” y báculos de la oscuridad que rinden culto a Luzbel, cantan, enaltecen y santifican a Caín, pero ocultan la quijada del rumiante, llaman asesino a Abel, y se cobijan bajo una fraudulenta túnica cultural-cívico-religiosa.

Mas la conciencia cristalina del PRIMER POETARCA del Castellano los impugna, porque la impiedad no impedirá la Luz:

Pero el misterio vendrá,

vencedor y envuelto en fuego,

más formidable que lo que dirá

la épica india y el drama griego.

Y nuestro siglo eléctrico y ensimismado,

entre fulgurantes destellos,

verá surgir a Aquel que fue anunciado

por Juan el de suaves cabellos.

Es bien cierto que, como escribió Gerardo Diego, hay versos hasta para los perversos: él mismo.

Él, que tributó no un poemario, sino su vida completa a favor del dictador Francisco Franco, y consintió, secuaz, la muerte del enorme Miguel Hernández.

Él y Dámaso Alonso, otro de la Generación del 27.

Alonso que olvidó la verdad, renunció a la sensibilidad y a cambio, prefirió ser un nefelibata sin tener compasión por el poetariado perseguido a muerte, y puso también su biografía al pie del catolicismo dogmático-fascista del franquismo.

Ah, pero siempre surgirá un liróforo poniendo las cosas en su lugar, salvando el honor de la Poesía, y haciendo la diferencia entre los hijos de Dios y los hijos de…

Porque el poeta informa, forma y no deforma al mundo más de lo que está.

Que así asumió la rectitud del creador el gran Pablo Neruda, que en su telúrico poema A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España, da fe de qué lado deben estar las verdaderas Torres de Dios:

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.

Que sepan los que te dieron tormento que me verán

un día.

Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre

en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos

de perra, silenciosos cómplices del verdugo,

que no será borrado tu martirio, y tu muerte

caerá sobre toda su luna de cobardes.

 

II

Temprano en la Revolución de 1979, el comandante Tomás Borge definió, con sentido pragmático, que en una misma persona florece la grandeza y la marchita, diríamos, su pequeñez S.A.

Así, el poeta que era el Comandante, el escritor que era Tomás, el Borge que leía a Borges, valoró la condición mortal, cuando alabó y ubicó al pararrayos celeste que era el Poetarca Pablo Antonio Cuadra. Por supuesto, no está en los versos del Sol chileno, como sí cabe la estrella fugaz en la Historia que se cree la Vía Láctea de la izquierda.

El Comandante hablaba del PAC grandioso.

El PAC dramaturgo, el PAC narrador, el PAC ensayista, el PAC de El Nicaragüense, el PAC de la noveleta ¡Vuelva Güegüence!, sí, así con C a como lo leen y corresponde, por fonética náhuatl, al original de la obra prístina de nuestra literatura.

Este era el notable PAC que escribió el ensayo titulado El primer personaje de la literatura Nicaragüense: El Güegüence.

Es el insigne PAC que rima con la necesaria “¡PAX…!” de Rubén.

Pero también existía un PAC pequeño, a juicio del máximo prosista del sandinismo, si no tomamos en cuenta los escritos, documentos y pensamiento del General Augusto César Sandino: el ¡pac!, ¡pac!, ¡pac! que se aleja del maravilloso PAC del Por los caminos van los campesinos.

No obstante, si conviniéramos con el guerrillero que algún día quiso ser vendedor de metáforas, ese presunto “ínfimo” ¡pac!, ¡pac!, ¡pac!, no teclearía sus Escritos a Máquina para festejar la bestialidad. Pues en estatura artística y profundidad de espíritu, don Pablo supera a los Dámasos y los Diegos, y más sobre los que conspiran con su “lírica” pírrica sobre la pira en la que trataron de calcinar a Nicaragua.

Ningún hecho horrendo es digno de una línea de Cervantes, Víctor Hugo o del joven Poetarca, Leonel Rugama, si acaso no es para la denuncia militante que bien resuena en lengua cervantina:

Que de los hombres se hacen los obispos, que no de las piedras”.

O en el francés del fuerte:

¡Rosbach! ¡Waterloo! ¡Venganza!

Ebrio el hombre de demencia,

sólo tiene inteligencia

para el mal y la matanza.

 

Reunimos y nos unimos y nos convoca Eduardo Galeano, quien siente una desolación por la barbarie, término que define lo más antiguo del mal que habita hasta en el regocijo infausto de los portadores de estragos, con tal de sumir en la desgracia a las familias de Nicaragua:

“El poeta Juan Gelman escribe alzándose sobre sus propias ruinas, sobre su polvo y su basura.

“Los militares argentinos, cuyas atrocidades hubieran provocado a Hitler un incurable complejo de inferioridad, le pegaron donde más duele. En 1976, les secuestraron a los hijos. Se los llevaron en lugar de él. A la hija, Nora, la torturaron y la soltaron. Al hijo, Marcelo, y a su compañera, que estaba embarazada, los asesinaron y los desaparecieron”.

Semejante monstruosidad contra la familia del vate es de la misma factura siniestra de los fascistas protegidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y la ídem ONU, ambas instrumentalizadas por sudamericanos de piedad nonata: Luis Almagro, Pablo Abrao, Antonia Urrejola y Michelle Bachelet.

Las víctimas no eran parientes del poeta Gelman, pero los victimarios pertenecían a la misma escuela patibularia de los tremebundos gorilas argentinos.

Y en una noche secuestraron y mataron con saña al hijo, y a la otra noche, diez días después, asesinaron al padre que buscaba afanosamente a su primogénito, previa inenarrables torturas.

Estas vidas no valieron nada para la OEA y la ONU, cuyas misiones no habían aterrizado en Managua cuando ya venían preñadas de “actualizadas” injurias y falsos testimonios, inseminadas con los copy pages de las inexactitudes prefabricadas por los mercaderes locales de DDHH.

De esos “datos” urdidos por los inventores de males, se alzan las “montañas de cadáveres” que sin ningún sonrojo “versifican” los escribas del fariseísmo.

Son los que, a la sombra romántica de la Revolución Sandinista que les quedó demasiado grandísima, se rasgan “dramáticamente” las vestiduras de Caifás.

Sin embargo, la escritora y Vicepresidenta Rosario Murillo, testimonió el 5 de julio de 2022, el horror de 2018:

«Estamos también aquí recordando con el corazón en carne viva todavía porque a nuestros muertos no podemos olvidarlos, tenemos el corazón en carne viva, pero es un corazón vigoroso que avanza como decíamos trascendiendo la miseria humana. Roberto Castillo que fue asesinado por el terrorismo golpista en los tranques de la muerte en Jinotepe, Carazo, 10 días después de que el odio, el golpismo asesino, el terrorismo golpista, asesinara a su hijo Cristofer Castillo«. 

III

Si Carlos Martínez Rivas se conmovía por la desgracia de los niños, como leemos en sus versos:

Niños de la India o de África,

que son sólo huesitos y panza.

Las panzas llenas de hambre de que hablaba

Leonel Rugama.

Si el Poetarca también sentía en su pecho los cataclismos provocados por las codicias de los efímeros:

Un hombre con un mendrugo de pan seco

en Erythrea bajo los bombardeos.

Una niña atendida de emergencia en cirugía

de guerra, anestesiada, no dormida,

con sondas de hule en su naricita.

En Haití, durante el hambre

de 1975, un niño como tallado

en madera de tan escuálido;

y aquella niña de Vietnam,

la que huye desnuda y quemada

por la carretera de asfalto.

Si fue capaz de haberse conmocionado por tragedias evitables a miles de kilómetros de Nicaragua, el panida ¿iba a guardar silencio ante el suplicio, violación a los derechos humanos y desmembramiento en vida de Bismark Martínez en el tranque de San José en Jinotepe?

¡Cómo, y con qué cara, iba a ocultar los asesinatos cometidos por individuos financiados desde el exterior para pegarle fuego, “democráticamente”, a la casa de dos pisos en el barrio capitalino “Carlos Marx”, con toda la familia adentro, y después atribuírselo a la Policía Nacional!

¡Cómo no iba a dolerle que a Gabriel de Jesús Vado, 22 años y desarmado, un cura de la citada Prelatura ordenara a sus acólitos infernales atizar la hoguera medieval en el tranque de Mebasa, Masaya, donde lo quemaron vivo!

¿Será posible que un alma cristiana dé curso, loas, cantos y poemas a toda esa narrativa goebbeliana de que los asesinos de los tranques del averno eran ángeles, y los sandinistas y el pueblo que rechazaba la violencia eran los “demonios”?

Se edulcoró un sanguinario intento de Golpe de Estado, exhibiéndolo como “rebelión estudiantil”, “hermosa primavera tropical”, “lucha por el Estado de Derecho”…

Los santulones de la Prelatura de “Santo” Tomás de Torquemada hasta dijeron que “todos queremos pegarle un balazo al Presidente”, que al no poder hacerlo, “bendijeron” los “geniales” tranques donde incrementaron el sadismo del Tribunal del Santo Oficio en pleno siglo XXI.

Claro que cuando el Gobierno Constitucional desmanteló todos los tranques donde se hacían sacrificios humanos, y no permitió los aquelarres bajo el palio litúrgico, el Diablo, a través de sus servidores, acusó a Nicaragua de “persecución religiosa”.

Ni Carlos Martínez Rivas, ni PAC, ni Leonel, habrían hecho mutis de las acciones nefarias de los incendiarios descendientes del pirómano, filibustero y mercenario Charles Frederick Henningsen, que estableció el terror en la bella ciudad portuaria, la más antigua del continente, al punto de rubricar el ominoso Here was Granada.

El PAC del CANTAR DE GRANADA Y EL MAR, ¿hubiese facilitado la gasolina de la inquina mediática para arrasar a su amada musa colonial?

 ¡Granada, linda Granada

entre arroyos apresada!

 

Mercader y navegante

te hicieron de amor y mar:

una mitad para el sueño,

otra para navegar.

Granada, blanca Granada

de sol y  cal.

PAC, gracias a Dios, ya no vio eso, que así lo pretendieron hacer, pero a una escala de magnitud mayor, los “héroes” de la Anticultura Bananera: Here was Nicaragua.

Y de eso, nada dicen, nada escriben, nada declaran ni aclaran los que, sin corazón, se sirvieron con el cucharón los ríos de leche y miel de julio 1979 a abril 1990, para salir después pintarrajeados de “sandinistas puros” en Europa. Al contrario, han hecho pasar por poesía, envenenadas apologías a lo más inhumano que ha padecido Nicaragua en aquellos tres meses.

Al ignorar los incendios provocados por los emisarios de Henningsen contra las radioemisoras Ya y Nicaragua, con periodistas, locutores y personal administrativo en su interior, solo demuestran falta de humanidad y un exceso de odio, reforzado por un resentimiento de calado desconocido entre los hombres y mujeres de buena voluntad.

Más el juglar —Fernando Gordillo, Ricardo Morales Avilés, Camilo Zapata, Otto de la Rocha, Pablo Martínez Téllez, Ofilio Picón— está hecho de verdades, no de arrogancias, ciegos aborrecimientos y egos desmesurados que, a falta de creatividad e imaginación, lo lleve a vestir de defensa del espacio cívico, la brutalidad que acarrea la sangrienta ambición de alcanzar el poder a punta de destrucción.

Contar con los sentimientos de Rubén es contar con las fibras celestes del que teme y respeta a Dios. Por eso no vemos otra descripción tan viva y actual de la hueste visceral que intentó romper el orden constitucional de Nicaragua, que no sea la que expone el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto:

“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen: perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia”.

 

Rubén jamás pasaría por alto la carnicería ejecutada por

El caníbal (que) codicia su tasajo

con roja encía y afilados dientes.

Que así exhorta a los poetas y trovadores:

Torres, poned al pabellón sonrisa.

Poned ante ese mal y ese recelo

una soberbia insinuación de brisa

y una tranquilidad de mar y cielo…

Y denunciaría a los que invocan la devastación de nuestra tierra hecha de vigor y de gloria.

Porque vos sos el poeta, el cantor y el profeta

¡Un No a todas las anacrónicas Notas Knox!

“Alma en el alma, mano en la mano”:

“¡Pax…!”.

Y ante todo, Dios.

Puesto que ya sabías de Quién es el triunfo final.

Que la guerra es infernal, es cierto;

cierto que duerme un lobo

en el alma fatal del adanida;

mas también Jesucristo no está muerto,

y contra el homicidio, el odio, el robo,

¡Él es la Luz, el Camino y la Vida…!