ODA TURIFERARIA A DANIEL de Jorge Eduardo Arellano
MUCHOS SEÑEROS intelectuales han puesto su pluma al servicio de los caudillos políticos y militares. Un ejemplo remoto es el de Jerónimo Pérez (1828-1884), autor de la biografía ––un convincente panegírico–– del general Tomás Martínez (1820-1873); otros el de Manuel Coronel Matus (1864-1910), intelectual orgánico del liberalismo zelayista; y el de su hijo José Coronel Urtecho (1906-1994), ideólogo del somocismo fundacional. Pero el más trascendente ha sido el de Sergio Ramírez Mercado (1942), el vicepresidente de mayor poder que hemos tenido en Nicaragua.
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Colaborador ejemplar e insuperable de la primera administración del presidente Daniel Ortega (1984-1990), Sergio escribió un texto de primer orden, publicado en el diario Barricada el sábado 24 de febrero de 1990, un día antes de las elecciones que llevaron a la primera magistratura a doña Violeta, candidata de la UNO. Quod scripsi, scripsi, dice el adagio latino. Y como la mayoría de los nicaragüenses tiene la memoria muy flaca, olvidando pronto hechos y documentos como ese texto ––modelo de propaganda electoral y arraigada subalternidad––, he decidido rescatarlo y reproducirlo parcialmente.
Ramírez se refiere ahí al cierre de campaña del FSLN el 21 de febrero del 90 en la Plaza de la Revolución, “frente a la multitud sin horizonte que celebraba de antemano la victoria definitiva, diez pasos delante de mí, el micrófono en la mano, caminando por aquel muelle que entraba en el inmenso mar de pueblo el estadista de jeans desteñidos y camisa juvenil que había salido del foso de los leones para conducir tantas luchas y tantas victorias, tras tantos años de cárcel y combates clandestinos, el jefe guerrillero el Frente Norte en Macuelizo y Dipilto que ahora encarnaba, frente a su pueblo despierto, lúcido y consecuente de su nueva victoria, a la Nicaragua invicta que ya no entregaríamos jamás a ningún imperio”.
Recuerda el candidato por segunda vez a la vicepresidencia su primer encuentro con Daniel, en San José de Costa Rica, abril de 1977. “Desde entonces ––puntualizaba–– nació aquella fraternidad imbatible que nos ha unido, una amistad serena y sólida, compañía de más de diez años día a día, noche a noche, madrugada tras madrugada, enfrentando desafíos, dificultades, victorias, viéndolo madurar sin tregua, afinar su sagacidad, desarrollar frente a cada prueba su pensamiento político, todo un sistema de pensamiento entre fuegos y refuegos que es ya historia viva, viéndolo avanzar a paso firme hasta colocarse a la cabeza de esta revolución victoriosa”.
Y proseguía Sergio en su oda turiferaria a Daniel: “El compañero de fórmula del candidato a Presidente de Nicaragua quiere hablar hoy de su hermano de encierros, de su hermano de tantos miles de kilómetros recorridos juntos por todos los caminos de Nicaragua, en dos campañas electorales, en centenares De Cara al Pueblo, en miles de horas de reuniones. Apenas un esbozo, porque habrá un libro algún día. Lo que compartimos: la fobia contra el servilismo, el desdén por la formalidad protocolaria, el guiño burlón de complicidad frente a la inmodestia y la presunción, el tiro de gracia a la banalidad, horas de silencio en los largos recorridos oyendo a Mozart, o a los Tigres del Norte, nos da igual, enumerando preferencias por la música, las películas o los libros, enhebrando una conversación sin fin sobre la libertad en el arte, las relaciones Este-Oeste y la Perestroika, la religión o el lenguaje popular, barajando cifras económicas, hablando de los tiempos idos, pero sobre todo, de los tiempos por venir. Comer a deshoras, conversar a deshoras, trabajar a deshoras”.
“Su rostro transfigurado por la dureza ––dureza de puras lágrimas reprimidas al abrazar a una madre que ha perdido a su hijo en la guerra y esto también que quede en las fotografías, junto con su modestia, humanidad e identificación ––alma, vida y corazón–– con los humildes de Nicaragua y los humildes del mundo. El único candidato a presidente de Nicaragua que tendría en mí, a un compañero de fórmula, y el mejor presidente que ha tenido la historia de Nicaragua, para decirlo en pocas palabras. Por eso escribo estas líneas que lo van a sorprender, cuando las lea, ahora, que vamos a votar por la paz de Nicaragua y lo vamos a elegir Presidente”.
Estas antológicas bellezas —reitero— se publicaron en la página de “Opiniones” de Barricada el sábado 24 de febrero de 1990 con la complacencia de su director Carlos Fernando Chamorro.