Opinión: La memoria desmemoriada

nicaragua

En abril de 2018 se cerró uno de los procesos más raros e importantes, desde una perspectiva histórica, que hemos tenido desde que existimos como país: un periodo de paz prolongada y estabilidad. Fueron 12 años sin conflictos armados.

Es curioso que un país en que se han sucedido tantas guerras e intervenciones se nos haga muy difícil mantener la memoria. O quizás, este mismo torbellino de sucesos es lo que provoca, más bien, que no podamos situarnos frente a la historia de forma objetiva y responsable.

En 1979 Nicaragua hizo historia. Después de Cuba, a quien se consideraba una excepcionalidad histórica y en medio de fuertes debates sobre la incapacidad de las revoluciones de ser exportadas, Somoza se ve forzado a salir del país. Triunfa una nueva revolución armada que costó miles de muertos, torturados y desaparecidos. Una revolución que ganó la simpatía del mundo entero. Un país de 2 millones de habitantes derroca a la dictadura más sangrienta del continente americano. Es un hijo de puta, decía Roosevelt refiriéndose al dictador, pero es nuestro hijo de puta.

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Foto: Militantes sandinistas en marchas por la paz en 2017 / TN8

Todos tenemos un familiar que estuvo involucrado -directa o indirectamente- en el triunfo. Eso marca las vivencias familiares e individuales. Es decir, existe memoria viva.

Suficiente se ha escrito sobre la Revolución Popular Sandinista como para entender la trascendencia de ese triunfo. Sobre el abanico de oportunidades que permitió, no sin sacrificios, que nosotros tengamos un Estado de bienestar que es insólito para amplios sectores de las sociedades que nos rodean.

¿Qué motiva esta reflexión? Recientemente, un grupo de opositores (ya no se bien opositores a qué realmente) pretenden hacer una "contra marcha" a la celebración del 19 de julio. Que nos pertenece sí, en gran medida a los militantes del Frente Sandinista, pero también al país entero, porque fue un triunfo popular. Amplios sectores congregados con el objetivo de romper décadas de proscripción, abandono y despojo.

La supuesta contra marcha, intenta sepultar simbólicamente esta conmemoración con el relato de un hecho reciente, aún no concluso, pero que ya ha dejado más hambre, más desempleo y más dolor para el país entero. ¿Qué triunfo han tenido que pueda ser mínimamente comparado al 19 de julio?

¿Qué personajes pueden contraponerse a la autoridad moral de individuos como Carlos Fonseca, Arlen Siú o Leonel Rugama?

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Foto: Militantes sandinistas en marchas por la paz en 2017 / TN8

¿No es suficiente el ridículo que hacen con los conflictos internos que tienen ahora? Es curioso cómo los que ahora enarbolan un discurso de "memoria" intentan borrar y/o sepultar una memoria que aún está viva.

Curioso, porque aún creen que alguien les cree. No se dan cuenta que con cada día que pasa las personas de este país se van dando más cuenta de lo que son, de lo que han sido siempre: saltimbanquis de discursos, mercaderes de la muerte, grupúsculos que se arrastran por dólares norteamericanos.

Este nuevo tropiezo anunciado -sí, anunciado, porque no hay nada que movilice más al sandinismo que los intentos por desaparecerlo física o simbólicamente- es ridículo. Pero también deja traslucir un elemento interesante que no es nuevo, pero cada vez se hace más evidente: reaccionar a las actividades que el Frente realiza no es más que una señal fehaciente e inequívoca de la deriva política en que se encuentran.

No tienen más agenda que ir contra la agenda del Frente. No hay propuestas, no hay perspectivas, no hay organización, no hay programa. Lo único que pueden presentar, es hacer una contra con un discurso amañado y falso, y pretender contraponerlo a la refundación misma de Nicaragua como nación y a la comprobación práctica de que es posible tomar el cielo por asalto cuando se defiende un proyecto justo… o sea, contraponerlo al 19 de julio. Ilusos.