Solo bastó un día, mejor dicho unas cuantas horas del 6 de enero de 2021, para que lo acontecido en Washington fuera calificado por los medios norteamericanos y extranjeros, congresistas, analistas, editorialistas, etc., como “asalto mortal a la democracia”, intento de “Golpe de Estado”, “insurrección derechista”, “subversión”, “sabotaje a los resultados electorales”, “Día de la Infamia”, “Día Atroz”, “ataque de la mafia”, “terrorismo interno”, “trauma impensable”, “intento de derrocar la democracia”, “traición” a Estados Unidos, a la Constitución…
En fin, Donald Trump es “una amenaza para la democracia” estadounidense, concluyó el Presidente Joe Biden, en el primer aniversario de lo que llamó “el caos y la carnicería que vimos ese día”. Y atribuyó la máxima responsabilidad a su predecesor. Esto, de acuerdo a lo que adelantó la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki.
«En pocas palabras –sostiene un año después The New York Times– la república enfrenta una amenaza existencial por parte de un movimiento que desdeña de manera abierta la democracia y que ha demostrado su disposición a usar la violencia para conseguir sus propósitos».
Pues precisamente de ese espíritu infernal están poseídos los cabecillas que en 2018 quisieron demoler la Constitución de Nicaragua, y derrocar con armas de guerra, destrucción y crímenes horrendos al gobierno de la República.
Quizás el Comité Editorial de TNYT “vea mejor” y se preocupe de su propia seguridad física, hablando con franqueza del asalto a la democracia que sucedió apenas a 341 kilómetros del rotativo, y casi una hora en avión, que “ver” a las bestias genocidas de largo y con las lentes monocromáticas de los mismos instigadores del golpe en Nicaragua.
¿A quién del Comité neoyorquino le importa un pito la realidad nicaragüense, ubicada a 3 mil 395 kilómetros y unas ocho horas de vuelo? Tanto “amor puro” a la democracia no existe. A esa distancia,
la “democracia más perfecta” es la que dejó diseñada la Doctrina Monroe, aplicada al pie de la letra por Trump: Patio trasero for ever.
Les basta, paradójicamente, utilizar la misma narrativa de Trump y sus colaboradores contra Nicaragua.
¿Y qué pasa si Nicaragua comete la “herejía” de ser país libre y soberano?
El 10 de enero se dará un paso firme en la desmonroización de Nicaragua, con la instalación del gobierno electo democráticamente el pasado 7 de noviembre. Todo conforme a la Ley Fundamental.
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Y si en Estados Unidos, gigantes editoriales como TNYT tienen todo el derecho de defender su Constitución, igual a Nicaragua le asiste el deber patrio de hacer prevalecer su Carta Magna.
Veamos. Si algunas horas del 6 de enero marca Trump fue un “Día Atroz”, ¿por qué la barbarie de tres meses marca Trump, perpetrada por los golpistas en Nicaragua es proyectada por este tipo de medios como “lucha pacífica y cívica” por la democracia?
¿Hay un Trump “malo” para adentro y un Trump “bueno” fuera de las fronteras?
Saquen la cuenta. Pocas horas para tanta sangre: cinco muertos. Y 140 agentes heridos en Estados Unidos. ¿Qué tal si se hubiera extendido por tres meses el aquelarre supremacista, como lo sufrió Nicaragua?
¿Acaso cree TNYT que no le iban a pegar fuego a su edificio con todo su Comité Editorial adentro, como los epígonos de Trump lo hicieron contra las radioemisoras Nueva Ya y Nicaragua, y con periodistas en sus salas de redacción?
En Nicaragua no fueron horas lo que el fracasado golpe Estado de 2018 consumió. Se extendió por tres largos, violentos y ensangrentados meses, provocado por la derecha ultraconservadora, la que, da la “casualidad”, fue estimulada financiera y mediáticamente por el cuadragésimo quinto Presidente de EEUU.
Y es precisamente Trump que ahora no deja dormir tranquilos a los estadounidenses como a nosotros en Nicaragua, durante el calvario de abril al 8 de julio de 2018.
El Comité Editorial del Nueva York Time reconoció que Estados Unidos vive amenazado, a pesar de la aparente “normalidad”.
En su Editorial Todos los días son 6 de enero, TNYT, retrata la actualidad norteamericana: “Pero si escarbamos un poco, las cosas están lejos de ser normales. El 6 de enero no está en el pasado: está presente todos los días.
“Está en los ciudadanos de a pie que amenazan a funcionarios electorales y otros servidores públicos…
“Está en Donald Trump, quien continúa avivando las llamas del conflicto con sus mentiras desenfrenadas y resentimientos ilimitados y cuya versión distorsionada de la realidad todavía domina a uno de los dos principales partidos políticos de la nación”.
Ese escrito grafica bien a los Donald Trump bananeros de Nicaragua: “continúan avivando las llamas del conflicto con sus mentiras desenfrenadas”, pero con la diferencia de que no hay “conflicto” más que el prefabricado por mediocridades subalternas.
Sí, la “versión distorsionada de la realidad” de estos sujetos no domina ningún partido, sino medios de comunicación y oenegés, que, vaya otra “casualidad”, dependen de las fabulosas cuentas multimillonarias que les dejó abiertas Trump durante su administración.
Pero si en Estados Unidos, como advierte Friedman, preguntan “¿Cuándo podemos usar las armas?” y “prometen asesinar a los políticos que se atrevan a votar con conciencia”, en Nicaragua las hordas golpistas no interrogaban en los tranques de la muerte: torturaban, ultrajaban y asesinaban a miembros del Frente Sandinista, trabajadores municipales y policías.
Los perpetradores del golpe en Washington como los que lo ejecutaron en Managua no son abanderados de “las libertades”, ni de los “derechos civiles”, ni de cualquier magna bandera.
Son individuos colmados de ambiciones, que no les gusta las reglas de la democracia, desprecian la voluntad popular y quieren imponer sus ideas extremistas a cualquier precio, para obtener el poder.
Y fue casi a mitad del mandato del presidente Daniel Ortega que elementos sin partidos orgánicamente constituidos, algunas oenegés y siglas vacías de valores cívicos, representatividad nacional y moral, trataron de embestir la institucionalidad, perpetrando un cruento pero fallido Golpe de Estado.
Esa amenaza para la nación, la paz y la democracia, está ahí latente por los millones de dólares que han recibido para arruinar Nicaragua, con el venal respaldo de la industria mediática.
Y como bien señala TNYT: “Ninguna sociedad autónoma puede sobrevivir a una amenaza así negando que esta existe. Más bien, la supervivencia depende de mirar al pasado y hacia el futuro al mismo tiempo.
“Encarar de verdad la amenaza que se avecina significa entender plenamente el terror de ese día hace un año”.
Si Nicaragua encara de verdad la amenaza, por qué denigrarla de “reprimir” a los azuzadores del odio.
La enorme ventaja de EEUU con respecto a Nicaragua es que ninguna embajada, ninguna nación, ninguna OEA, ningún “Instituto Republicano…”, ninguna CNN, ningún The New York Time, ningún “Freedom bla-bla”, ninguna potencia u oligopotencias planetarias, ni ofrecidas Eurocomadronas de Golpes de Estado, y ni siquiera la Izquierda Plastilina, financian o alaban a las huestes de Trump y supremacistas asociados.
Pero el identikit de esos tipos, sean de Estados Unidos o Nicaragua, es el mismo que elaboró el analista Thomas Friedman, en la página editorial del diario neoyorquino:
“La ‘filosofía’ que impera en este grupo sin principios de republicanos que le rinde culto a Trump es inequívoco: La democracia está bien para nosotros mientras sea un mecanismo para que nosotros tengamos el control. Si no podemos mantener el
poder, entonces al demonio con las reglas y con el sistema. El poder no viene de la voluntad del pueblo, sino de nuestra voluntad y de la de nuestros líderes”.
No hay democracias de primera ni de segunda. Y si los Estados Unidos no aceptarían degradarse a una “Trumpcracia”, tampoco Nicaragua perdería su decoro para volver a ser una “democracia” Chamorro-bananera o Somoza-United-Fruit (el orden de los factores no altera el servilismo).
Esos tiempos ya pasaron a la historia
Las elecciones de 2021 ratificaron que en Nicaragua su población quiere la paz, el trabajo y el progreso. No quiere violencia, no es su deseo la guerra ni la destrucción, y ni un dólar sería capaz de entregar para erosionar el sistema político de la Unión Americana con el cuento más dundo del mundo: su “fortalecimiento democrático”.
¿Aceptaría el Presidente que a los autores del “caos y la carnicería” de hace un año, sus agencias, la Unión Europea, la OEA, Amnesty, etc, los declararan “héroes de la libertad” y “prisioneros políticos”,
además de pagarle a sus secuaces periplos mundiales para denunciar al “régimen” de Biden?
¿En qué país del mundo las leyes darían luz verde a las candidaturas de individuos cuya agrupación, como dice TNYT, está dispuesta a conseguir sus objetivos mediante la violencia?
Está claro que Estados Unidos, su gente pensante, sus verdaderos demócratas, la Guardia Nacional, la Policía, el FBI, y hasta los altos mandos del Ejército, el Pentágono en pleno, no iban a permitir que aquel asalto anticonstitucional del 6 de enero cumpliera siquiera 24 horas de terror.
Jamás iban a quedarse de brazo cruzados ante la desestabilización y el descarrilamiento del país.
Sin embargo, no solo en Estados Unidos existen autoridades, leyes y Constitución. En Nicaragua se procede, a través de los órganos competentes, con los reincidentes, igual que lo dice y lo hace el Procurador General de Estados Unidos, Merrick Garland:
“El Departamento de Justicia está comprometido a hacer que todos los que participaron en el 6 de enero, a cualquier nivel, rindan cuentas ante la ley, ya sea porque estuvieron presentes ese día o bien porque sea responsables penalmente de asalto a nuestra democracia”.
Y ya que se juzga a Trump como “el mayor responsable” del 6 de enero, el presidente Joe Biden debería incluir el sangriento expediente de lo que el exmandatario le provocó a Nicaragua en 2018, al apadrinar un golpe de Estado contra un gobierno legítimo.
Sancionar a Nicaragua por acatar la ley, sería como si el Gobierno y la Asamblea Nacional del país centroamericano exigieran la destitución del Procurador Garland por cumplir su trabajo.
A propósito.
El señor Presidente, Joe Biden, debe absolver a Nicaragua y pasar la página de las sanciones y leyes injustas contra el país que nada le ha hecho a Estados Unidos.
Ambas tragedias, medio día en Estados Unidos, y tres meses en Nicaragua, tienen la misma rúbrica.
La señal para el Golpe del 6 de enero no salió de la Embajada de Nicaragua en Washington. Ni tampoco sus autores y actores fueron multimillonariamente financiados por Managua.
Fue al contrario
Mientras la sede diplomática en Washington se ceñía a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, del 18 de abril de 1961, la Embajada del Gobierno de Trump en Managua alentaba a los criminales golpistas, violentando el artículo 41:
“… respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor” y “no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado”.
Si el pueblo nicaragüense no fue representado por los oligarcas y sus hijos de casa que contrataron a Byron Cole en el siglo XIX, mucho menos que lo sean sus descendientes en el siglo XXI, cuando la historia fue al revés:
El Byron Cole de la Casa Blanca contrató a filibusteros caitudos para incendiar no solo Granada, sino clavar en el corazón del país su autocrática hegemonía: “Here was Nicaragua”.
Mas al Poderoso de Israel, el Dios de las Naciones, YHVH, le ha placido que Nicaragua hoy esté presente y firme como Nación Soberana en la Tierra, y además, Bendecida y Prosperada.
Así sea. En el Nombre de Jesús.