El ataque de Estados Unidos contra Nicaragua incluye la comunidad negra entre su objetivo.
Hay una página en el libreto imperialista de Estados Unidos para el cambio de régimen imperialista en América Latina que incluye la explotación de la política de identidad de la negritud. Un ejemplo reciente fue lo sucedido en Cuba hace un mes que incluyó un intento sofisticado de pintar la revolución cubana, su gobierno y cualquier persona solidaria con ese proceso, como ignorando los intereses de los afrocubanos.
La legitimidad del neoliberalismo o última etapa del capitalismo se encuentra tan golpeada que los ejemplos socialistas en el “Eje de Descolonización” latinoamericano (Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua) están siendo considerados como amenazas aún mayores. En estos países, la inseparabilidad de la explotación capitalista de la supremacía blanca y el patriarcado, es una realidad que se enfrenta todos los días.
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El cambio de régimen contra Nicaragua, en particular, se está intensificando mediante la implementación de sanciones más severas y una campaña de desinformación generalizada. Pero explotar y manipular las proclividades de la identidad negra e indígena dentro de Nicaragua es más difícil dada la inversión política y cultural muy particular que los pueblos negros e indígenas tienen en la revolución sandinista.
Nicaragua es generalmente visto en Estados Unidos como un país de descendientes y hablantes en español, catalogada racialmente latino/a. Esta postura racista ignora por completo a las considerables poblaciones indígenas y negras del país.
Sin embargo, Nicaragua tiene dos historias que se juntan. La colonización española se impuso al Oeste en la costa del Pacífico, mientras la Costa Caribeña en el Este –abundante en recursos naturales– fue colonizada por los británicos. Esta fue también la realidad histórica desde Belice hasta Panamá. La Costa Caribe de Nicaragua representa casi el 50% del país. Después de que los británicos abandonaron Nicaragua en la década de 1850, los pueblos indígenas y afrodescendientes emancipados que se quedaron, comenzaron a construir su propia sociedad multilingüe, pluricultural, con una economía comunitaria que hoy en día se conoce como las Regiones Autónomas del Caribe Nicaragüense.
Después de la derrota del colonialismo español, y el neocolonialismo del dictador Anastasio «Tachito» Somoza, respaldado por Estados Unidos, la Costa Caribe sufrió intentos de imposición cultural, explotación económica y abandono de la infraestructura. Por supuesto, nada de esto fue sin resistencia.
No fue hasta la Revolución de los 80’s que los Sandinistas profundizaron el reconocimiento por parte del Estado de la identidad y los derechos de los indígenas y afrodescendientes – Garífuna y Creole- codificándolo en la “Ley 28”.
El Estatuto de Autonomía (Ley No. 28) reconoce una distinta experiencia histórica en la región, su control territorial e institucional, y la lógica de la vida comunal en las regiones Norte y Sur de la Costa Caribe. Nicaragua es el único país Centroamericano que tiene este reconocimiento. Esto explica el fuerte apoyo de los pueblos negros e indígenas al FSLN (Partido Sandinista). Tienen un dicho: «Autonomía es Revolución».
Como parte de una delegación, visité recientemente la Costa Caribe nicaragüense y pude conocer de primera mano, las tradiciones africanas (negras) y el orgullo que caracteriza a la región. Existe una gran admiración e interés por la lucha de los negros dentro de los Estados Unidos.
A medida que el imperialismo estadounidense dirige su mira hacia Nicaragua, la comunidad negra en los Estados Unidos debe forjar lazos transnacionales y transcontinentales con nuestros hermanos y hermanas en las costas caribeñas de América Central, particularmente en la Nicaragua revolucionaria. La autodefensa negra debe ser internacional. ¿Cual es el llamado? «¡Tocar a Uno, es Tocar a Todos!» La singular lucha de los negros e indígenas de las Regiones Autónomas de Nicaragua contiene valiosas lecciones para el camino revolucionario en el Hemisferio Occidental.
Hay que oponerse a las últimas sanciones contra Nicaragua, titulada Ley RENACER (Reforzar la adhesión de Nicaragua a las condiciones para la reforma electoral). RENACER es una legislación descaradamente hipócrita que efectivamente pondría a más de 2 millones de miembros del FSLN y sus familiares bajo sanciones «selectivas», potencialmente, afectando a más de la mitad de la población del país. En Estados Unidos, esto equivaldría a imponer sanciones a todos los miembros registrados de los partidos Demócrata y Republicano.
Se está promoviendo una falsa propaganda que acusa al gobierno de Daniel Ortega de arrestar a sus oponentes antes de las elecciones del 7 de noviembre. Detrás de esa información errónea, está la aplicación de una ley nicaragüense que requiere que los ciudadanos se registren cada vez que reciben fondos para trabajar a favor de un gobierno extranjero, como Estados Unidos. El hecho de que muchos de la oposición hayan sido sorprendidos violando esta Ley es revelador y los hace esencialmente culpables de lavado de dinero y traición. Es importante señalar que los procesados no son candidatos a cargos públicos. Además, las encuestas independientes del mes pasado muestran que no hay oposición que esté a la altura del 60% de apoyo que tiene el Presidente Daniel Ortega y los Sandinistas.
Estados Unidos tiene una ley comparable a la que Nicaragua está aplicando, la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA, por sus siglas en inglés) aplicada por los Demócratas en la acusación contra Paul Manafort, ex jefe de la campaña de Donald Trump. Es el viejo doble rasero paternalista, «Haz lo que digo, no lo que hago».
De 1990 a 2006, durante lo que los nicaragüenses llaman el período del neoliberalismo, el gobierno racista de Violeta Chamorro, respaldado por Estados Unidos, fue electo bajo coacción. El entonces Presidente George H. W. Bush dejó en claro que Estados Unidos seguiría financiando y apoyando la sangrienta Guerra de la Contra si los Sandinistas eran reelegidos. Bajo la Presidenta Chamorro, una serie de políticas neoliberales marcaron el comienzo de un período de degradación económica y represión política. Negros e indígenas de las Regiones Autónomas fueron especialmente vistos como inútiles debido a su incapacidad de pagar impuestos.
Luego vinieron las elecciones de 2006 en las que Daniel Ortega logró el regreso a la presidencia con un 38% de pluralidad. Algunas personas con las que hablamos se refirieron a una promesa hecha por Ortega, diciendo que si los sandinistas pudieran tener solo 10 años de paz podrían cambiar el país para las masas trabajadoras.
Desde 2007 el país cuenta con un parlamento mayoritario de mujeres y la promulgación de la Ley 648, Ley de Igualdad de Derechos y Oportunidades, promueve la igualdad de género para asegurar el pleno desarrollo y reconocimiento de la mujer nicaragüense en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, si el presidente es un hombre, entonces la vicepresidenta debe ser una mujer y viceversa. El 19 de agosto, el Fondo Internacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo Agrícola (FIDA) anunció que el proyecto «Desarrollo sostenible de los medios de vida de las familias rurales a lo largo del Corredor Seco de Nicaragua (NICAVIDA)», fue seleccionado para recibir el Premio FIDA GÉNERO 2021. El comunicado de prensa del FIDA señala que “el proyecto NICAVIDA, ejecutado por el Ministerio de Economía Familiar ha creado espacios que garantizan el empoderamiento y participación activa de las mujeres como agentes de cambio en la promoción de vínculos entre la diversificación económica, la transformación productiva, la protección del medio ambiente y la nutrición familiar”.
La tasa de pobreza de Nicaragua se redujo a la mitad en 10 años. Entre 2007 y 2016, bajó del 48% al 25%. La desnutrición ha disminuido drásticamente. Hay salud y educación universal y gratuita, y el país ha logrado establecer un 90% de soberanía alimentaria.
Pero sin perder el ritmo, el gobierno de Biden está retomando donde lo dejó el gobierno de Trump, demonizando, desestabilizando y tratando de derrocar al gobierno de Nicaragua y a todo el Eje de Descolonización de América Latina.
Durante nuestra estancia en Nicaragua, la delegación se reunió con víctimas de tortura de lo que fue presentado en los medios estadounidenses como un levantamiento legítimo en 2018 reprimido violentamente por las autoridades sandinistas. Ocurrió todo lo contrario. Tres miembros del destacamento de seguridad del alcalde de Masaya relataron sus experiencias al ser interrogados y torturados. Describieron el caos que caracterizó un despliegue de terror durante un mes por parte de la oposición respaldada por Estados Unidos. Un hombre tenía una prótesis porque su brazo tuvo que ser amputado después de haber sido brutalmente maltratado. Nos llevaron a ver los edificios y vehículos quemados.
Se descubrió que los culpables fueron apoyados por el gobierno de Estados Unidos y sus ONG ’s como el Fondo Nacional para la Democracia (NED). Utilizaron las páginas del manual sobre cómo agitar y utilizar a los sectores delincuenciales de la comunidad. En una medida aparentemente destinada a evitar la intervención abierta de Estados Unidos, la policía recibió instrucciones de retirarse y permanecer en sus cuarteles. Muchas personas fueron asesinadas y golpeadas, algunos incluso quemados vivos. Algunos nicaragüenses tienen sentimientos encontrados sobre la instrucción de reconcentrar a la policía en sus cuarteles, pero ahora lo sucedido es claro y mucho más difícil de interpretar errónea y mal intencionadamente como represión por parte del gobierno de Ortega.
Posteriormente, se llevó a cabo un proceso de reconciliación que otorgó amnistía a muchos de los culpables con la condición de que se abstuvieran de cometer más violaciones a la ley. Si violan la ley, se les advirtió serían procesados retroactivamente por los cargos del 2018, además de cualquier nuevo cargo.
El fascismo «democrático» de la oligarquía estadounidense es flagrante y no conoce fronteras geográficas. Se manifiesta tanto en la política interna como externa, especialmente cuando se trata de personas negras y morenas. Derrotarlo requiere que intensifiquemos nuestra estrategia de solidaridad, acogiendo plenamente las aspiraciones de nuestros pueblos al otro lado de los mares.
Netfa Freeman es un organizador en la Acción Comunitaria Panafricana (PACA) y del Comité Coordinador de la Alianza Negra por la Paz. Netfa también es coanfitrión / productor del programa de radio y podcast Voices With Vision de WPFW.