MANAGUA 1931: TERREMOTO, INCENDIO Y OCUPACIÓN MILITAR
By Francisco Javier Bautista Lara on March 30, 2023
Espectáculo oportunista con la tragedia de Managua
En memoria de las víctimas del terremoto del 31-03-31.
Favoreciendo el incendio
Veintidós meses después del terremoto de Managua de 1931, a un mes que las tropas de ocupación americana salieran del país (02.01.33) y de la toma de posesión del presidente liberal (01.01.33) surgido de las elecciones supervigiladas (06.11.32) por la ocupación americana, Dr. Juan Bautista Sacasa, la Gaceta, Diario Oficial, No. 32, del 9 de febrero de 1933, publicó de manera destacada en la Sección Editorial: “La cuestión del incendio de Managua”, tratando de desmentir diferentes artículos, que seguramente de manera pública y privada se habían atrevido a decir –incluso durante la presencia militar extranjera-, sobre el arrasador incendio que siguió al terremoto del 31 de marzo de 1931 y que completó la destrucción de la capital. El texto comienza indicando: “Se ha notado con pena en tales escritos la tendencia de atribuir a las fuerzas de marina de los Estados Unidos el propósito de favorecer el desarrollo del incendio”.
Tres ciudades
La vocación incendiaria de los invasores quedó evidenciada con los filibusteros al abandonar Granada ante la imposibilidad de resistir la embestida patriótica de las fuerzas aliadas centroamericanas en la Guerra Nacional de Centro América, el 22 de noviembre de 1856. Desde el vapor La Virgen en el lago Cocibolca, el aventurero esclavista William Walker (Nashville, 1824 – Trujillo, 1860), antes de replegarse a Rivas, contempló las llamas entre el humo que se llevaba el viento y escuchó los gritos aterrados de la gente, cuando, por órdenes suyas, el mercenario sueco Charles Frederick Henningsen (Bruselas, 1815 – Washington D. C., 1877) y otros, ejecutaron el incendio a la ciudad colonial de trescientos treinta y dos (332) años, fundada por los aventureros españoles en 1524 en la proximidad de la comunidad originaria de Xalteva, a orillas de la Mar Dulce, bajo la vista del volcán Mombacho y de más de tres centenares de isletas, lo que valió para que los cronistas llamaran a estos exuberantes territorios el “Paraíso de Mahoma”.
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Del 6 al 18 de febrero de 1927 ocurrió en Chinandega una de las mayores batallas de la Guerra Constitucionalista y otro trágico incendio. Los rebeldes liberales atacaron la ciudad en manos de las fuerzas gubernamentales respaldadas por las fuerzas de ocupación americanas quienes presuntamente desencadenaron el fuego que destruyó catorce manzanas del centro. Por el bombardeo de los pilotos Lee Mason y William Brooks, ejecutores del primer ataque aéreo contra la población civil en Nicaragua, las llamas se expandieron y aumentó la destrucción material y humana por lo que fue llamada “ciudad mártir”. El segundo bombardeo, más masivo y coordinado, con siete aviones americanos, fue contra Ocotal el 16 de julio de 1927 al inicio de la Guerra Antimperialista de Sandino.
El senador Dr. Carlos Cuadra Pasos[1], ministro de relaciones exteriores del gobierno conservador de Adolfo Díaz, en el discurso en nombre del Congreso de la República en el primer aniversario del trágico terremoto de Managua (marzo, 1932), se refirió a esos tres incendios destructivos que han quedado en la memoria histórica hasta aquel entonces: “Entre las vicisitudes de nuestro pueblo se cuentan las ruinas de otras ciudades importantes, alegres y prósperas. Granada fue destruida totalmente por el fuego. Chinandega fue destruida parcialmente por el fuego. Pero los recuerdos son muy diferentes en cuanto a los sentimientos que despiertan al evocarlos. El incendio en Granada fue ofrenda de Caín repudiada por Dios, porque en ella el injusto aplicó sus crueles tizones. En Chinandega en llamas sopló también el mal espíritu de Caín. El de Managua despierta un sentimiento de tristeza, pero no de queja, ni de reprobación. Fue don de Abel, y por eso los espirales de su humo, junto con los lamentos de su pueblo, subieron al cielo directamente como la ofrenda del justo”.
¿Por qué pretender aclarar de manera relevante y oficial la especulación de que el ejército de ocupación norteamericano, si bien es cierto no se decía que había provocado el incendio de Managua después del terremoto de 1931, se insistía en afirmar que lo había favorecido?
Aquellos señalamientos, según la publicación de la Gaceta, pretendían indicar “una intención tan absurda como inhumana” debido a “que los marinos obraron así con el objeto de facilitar la tarea de empresas cinematográficas americanas que vinieron en aquellos aciagos días a tomar vistas de la ciudad en destrucción”. Y, aunque el asunto podría parecer absurdo, es real que la tragedia ocurrida había provocado una improvisada escenografía que despertó el interés insano y comercial del espectáculo cinéfilo y noticioso norteamericano según pudo ser evidenciado.
Según el historiador Gratus Halftermeyer: “Por las materias inflamables de las boticas, empezó un voraz incendio que devoró más de veinte manzanas del radio centro; incendio que se propagaba libremente sin que nadie pudiera contrarrestarlo, pues no era el momento para dedicarse a esas atenciones”. Otras informaciones afirman que “El edificio de los mercados cayó como una casa de cartón siendo presa de las llamas después”. Apolonio Palazio describe que: “A esa hora los mercados eran un solo lamento que fue extinguiéndose con el fuego, a medida que las llamas acababan con el último aliento de vida de las víctimas” y que “La ciudad sigue ardiendo por varios puntos”, “Los vivos para salir lo hicieron pasando sobre los cuerpos aun calientes de los muertos y lastimando a los heridos que clamaban en vano para que los sacaran antes de que llegaran las llamas”.
Magnitud e impacto del terremoto
En el caluroso Martes Santo del 31 de marzo de 1931, a las 10.23 de la mañana, ocurrió el terremoto que los sismógrafos estimaron de magnitud 5.8 grados en la escala de Richter -otros registros indicaron que fue de 6.0 grados-, a la ligera y destructiva profundidad de 5 kilómetros, con el epicentro localizado en las cercanías de la estatua de Montoya y la activación de la falla geológica denominada Estadio.
Para aquella época la capital tenía una población de unos 70 mil habitantes (censo de 1920 identificó 58,523 habitantes), y unas 6 mil plantas físicas entre edificios y viviendas. J. F. Fariñas, ingeniero civil y de minas, afirma (La Prensa, 1936) que “antes del terremoto existían en la capital 7005 casas; pero el enorme movimiento sísmico destruyó totalmente 833 edificios, dejando 3,848 bastante deteriorados y de fácil reparación, quedando aplomados y en estado habitable 2,324”. Por el sismo y sus consecuencias inmediatas perdieron la vida entre 1,200 y 1,500 personas, resultaron heridas unas 2 mil y damnificadas 45 mil, es decir, al menos tres de cada cuatro habitantes de Managua fueron directamente afectados. “Como evento inducido se registra el desarrollo de incendio generalizado, pero más localizado en veinte (20) manzanas que fueron arrasadas por el fuego” (MNGR).
Bajo ocupación militar
Desde el 23 de febrero de 1927 (El Comercio, 24.02.27), cuando oficialmente fue arriada la bandera nacional e izada con honores la bandera de Estados Unidos, las tropas de ocupación de los marinos en Managua se instalaron en la fortaleza de la Loma de Tiscapa. Permanecían bajo las órdenes de Washington, del Secretario de la Marina, Ernest Lee Jahncke[2]. La segunda etapa de la invasión americana, después de la primera de 1912 a 1925, fue reiniciada a fines de 1926 y mantuvo la presencia militar en el país hasta el 2 de enero de 1933.
Cuando ocurrió el primer terremoto que destruyó la capital en el siglo XX, la Guerra Antiimperialista contra la intervención norteamericana que lideraba Augusto C. Sandino tenía cuarenta y cuatro meses de consistente resistencia y provocaba un elevado desgaste político y militar, nacional e internacional de las fuerzas interventoras que se encontraban empantanadas en una aventura que al inicio pensaron sería de corto plazo para preservar sus intereses geopolíticos y sostener el protectorado de facto desde la perspectiva estratégica americana. Como resultado de las elecciones supervigiladas en noviembre de 1928 en donde, como habían acordado, asumió la presidencia el firmante del Pacto del Espino Negro, Gral. José María Moncada, y estaban en previsión las próximas elecciones, bajo condiciones similares, previstas a realizarse un año y medio después, en noviembre de 1932.
Oportunidad política del espectáculo
La tragedia del terremoto de Managua, visto como un suceso inesperado desde el oportunista interés publicitario, político y comercial, pudo significar para los americanos la pertinente ocasión para lavarse temporalmente la cara ante la crítica pública e internacional, el desgaste y la derrota político-militar que no lograban superar y presentarse ante el mundo y en particular ante la opinión pública norteamericana con un rostro humanitario y de auxilio a la población civil frente a la emergencia. Estados Unidos sostenía la invasión militar a pesar de la limitación impuesta por la Gran Depresión que desde 1929 impuso una grave crisis financiera que se prolongó en la década del 30.
Mr. S. M. Craigie, quien se encontraba de turno, fue quien, desde Portezuelo, a través del operador inalámbrico de la Tropical Radio Telegraph Company, dio aviso al mundo de la desgracia que ocurría. Una hora más tarde, según informó el Time, el presidente de Estados Unidos “Herbert Hoover recibía en su despacho, en la audiencia diaria, a los reporteros, y mirando su escritorio les decía: Acabo de saber que Managua ha sido sacudida por un terremoto y que ahora la ciudad está incendiada”. Aquí comenzó una estrategia no dicha para explotar los posibles beneficios de la tragedia.
El Time divulga diversas notas: “los elementos oficiales y los ciudadanos reconocieron la semana pasada la responsabilidad de Estados Unidos en un desastre en Nicaragua, de la misma manera que la responsabilidad que tendría Inglaterra si ocurriese un desastre en Egipto”. La Cruz Roja Americana envió a Ernest J. Swist para hacerse cargo de los puestos de emergencia para la provisión de alimentos. La flota de Estados Unidos interrumpió sus prácticas en el Caribe, corrían en auxilio hacia Nicaragua. El buque hospital Relief viraba desde las costas de México para Corinto. Del canal de Panamá salió el Rochester. El transporte Chaumont salió de la zona del canal llevando sábanas, vendas y medicinas. El barco lanza-aviones Lexinton, salió de Guantánamo, Cuba, para lanzar dos aviones hacia Managua con médicos y anestesia…
Halftermeyer reportó la muerte del mayor del cuerpo de marinos Dr. Hugo Baske, del teniente Jaime F. Dickey y veinticuatro soldados, así como otras víctimas vinculadas con los marinos, entre ellas la “señorita del oficial J. D. Murray”, a Lea Rossich, esposa del teniente Rossich y a Louis Rossich, hijo del mismo oficial. Según el Time: “una enorme piedra como un elefante, cayó como de 20 pies de altura y aplastó al comandante Baske y al dependiente Dickey, matándolos inmediatamente” y que “no menos de trescientos reos, llenos de terror, encontraron la muerte en sus celdas”.
Casi tres meses antes, el 4 de enero de 1931, había sido inaugurado por el presidente Moncada el nuevo Palacio Presidencial en la Loma que se vio severamente afectado por el sismo y que después de las reparaciones menores que ocultaron la gravedad del daño se derrumbó en el terremoto de diciembre de 1972. Aquel espacio que predominaba en la geografía urbana y desde donde se divisaba y extendía la ciudad hacia el lago, hacia el Este y el Oeste, era controlado por las tropas americanas allí instaladas.
En la mañana del martes 31, el presidente Moncada se encontraba de descanso en su casa de verano en “Venecia”, Masatepe, en la laguna de Masaya, muchos miembros del gabinete ya habían salido de la ciudad, el general Carlos Castro Wassmer, principal líder militar al frente de las tropas nacionales en el proceso de constitución, bajo la dirección americana, de la Guardia Nacional, estaba en Estelí. El ministro americano, Matthew L. I. Timg Hanna, permanecía de vacaciones en Guatemala. Anastasio Somoza García, subsecretario de relaciones exteriores, permanecía en su recién construida “señorial mansión al pie de la loma de Tiscapa, cerca de la Casa Presidencial y muy próxima a la sede de la Legación Americana” (Mayorga, 2016), lo que se convirtió, -la historia lo confirmará-, en una ocasión protagónica que el hábil y ambicioso militar y político pro estadounidense, aprovecharía de inmediato al lado de las tropas de ocupación y con el despliegue publicitario que se desencadenó para avanzar en instaurarse con el mando absoluto y dinástico que comenzó a ser evidente desde el 14 de noviembre de 1932 al ser designado en la Guardia Nacional bajo la tutela norteamericana. El escritor Francisco Mayorga recrea en la novela Cinco estrellas el escenario posible: “Me voy a hacer cargo de la emergencia, al menos mientras aparecen los demás. ¡Mientras no se asome quien me detenga, el que manda aquí soy yo!”
Inmediatamente después del terremoto se decretó la Ley Marcial y “los soldados de la Marina armados de rifles con la bayoneta calada patrullaban la ciudad y la parte donde estaba desarrollándose el incendio”. El periodista Apolonio Palazio escribe: Han decretado la Ley Marcial. “Escrita en español y aplicada en inglés americano”, ha dicho el senador Cuadra Pasos.
La publicación No. 15 de la revista “Time” de Estados Unidos, del lunes 13 de abril de 1931, destacó en cuatro páginas diversas informaciones sobre la ciudad ocupada y siniestrada.
El 1ro. de abril The New York Time titula: “El efecto del terremoto en el envío es leve: destacan empresas aquí que Managua está a 110 millas del puerto principal de Nicaragua”. El 2 de abril se publica: “Hoover y Stimson telegráfico simpatía: mensajes sobre sismo en Nicaragua enviados al presidente Moncada – Recibida respuesta”. El 3 de abril: “El número de víctimas del terremoto aumenta a 2000; 500 muertos encontrados en el mercado; auxilio llegando a Managua” y “Cruz roja envía enfermeras a Managua: la primera foto de la devastación de Managua” …The New York Time, en edición del sábado 4 de abril de 1931, en la primera, la cuarta y la quinta desplegó noticias, fotos y reportajes sobre el terremoto de Managua incluyendo una en la portada con el título “Searching for Victims of the Managua Quake” (Buscando víctimas del terremoto de Managua), y once en la página cinco (A Full Page of Pictures of the Disaster Will Be Found on Page 5): “The devastation in Managua after earthquake and fire” (La destrucción en Managua después del terremoto y el incendio). Otros titulares fueron: “200 refugees leave Managua by plane; fire menaces camp” (200 refugiados salen de Managua por avión; campamento amenazado por el fuego); “100 planes on hand for quake relief” (100 aviones a mano para auxilio por el terremoto). El 5 de abril el diario publicó: “Enviado de Nicaragua nos agradece por radio; Sacasa expresa agradecimiento de su Nación a nuestro Gobierno, Cruz Roja, Prensa y Pueblo. Destaca el efecto de la ayuda. Todavía no se sabe si la ciudad capital será reconstruida: el país se compromete a superar las pruebas. Busca transmitir gratitud. Cómo llegó el alivio. Discute la reconstrucción” …
El periodista norteamericano Charles J. Murphi[3] se encontraba en Managua escribiendo un libro sobre la permanencia de los marinos en Nicaragua por lo que tuvo la disponibilidad de transmitir información de primera mano desde el escenario de los acontecimientos. El amplio despliegue de las tropas americanas fue una plataforma que permitió la cobertura noticiosa inmediata y espectacular del sismo y sus consecuencias. El Times magazine (13.04.31) reconoció: “Y en menos de setenta y seis horas, después del terremoto, los lectores de los diarios de Estados Unidos, los asistentes a los cines estaban viendo fotografías del desastre, aviones especiales fletados por agencias rivales las habían traído de Managua, vía Habana, Miami, y llevadas a Atlanta, donde eran inmediatamente entregadas a las máquinas reproductoras. Los fotógrafos se jactaron de haber batido un récord”.
Sorprendente, aunque insuficientemente dicho, ante aquel drama humano provocado por el sismo en la ciudad ocupada militarmente, al iniciar la tarde del Viernes Santo, desde el 3 de abril de 1931, las salas de cine en Estados Unidos comenzaron a desplegar –y no precisamente como gesto solidario y de sensibilidad humana-, las dramáticas fotografías y quizás después algunos incipientes filmes de la destrucción de Managua, la escenografía caótica del incendio, la oscuridad del drama, la angustia del dolor y la agonía de la muerte, ante aquella numerosa audiencia, “ávida de diversión” que asistía a las salas cinematográficas como “cómodos espectadores del dolor ajeno”, gracias a la habilidad oportuna de los inescrupulosos empresarios de la comunicación y de los incipientes medios visuales –que todavía no habían entrado en la era virtual y digital de la postmodernidad- obtuvieron enormes ganancias e inesperados beneficios. El público norteamericano abarrotó las salas de cine y contempló desde la distancia, sin riesgo, en la comodidad de la butaca del cine, con curiosidad, horror y diversión las imágenes que desde Managua enviaban con prontitud y abundancia…
Aunque aquellas primeras transmisiones cinematográficas se limitaron a presentar múltiples fotografías, es posible que pocos días después también algunos filmes fueran difundidos en espacios similares ante la demanda del público por el espectáculo catastrófico y el interés político americano que la creciente industria era capaz de presentar para satisfacer las progresivas demandas de la gran audiencia.
Hay al menos cuatro filmes documentales (Gaitán, 2021), valiosos para la memoria histórica y para evaluar el impacto de las imágenes y la calidad de los mensajes subliminales que exaltan a los ocupantes americanos.
Los mensajes en general, desde el discurso político público y el despliegue publicitario pretendieron “justificar la presencia militar norteamericana” en una nación independiente y soberana, presentar esa condición como normal o aceptable, deseable y generosa.
En los filmes referidos se muestran las escenas del acontecimiento sísmico, la destrucción provocada, los centenares de muertos, el incendio, el drama humano, el peregrinaje de los damnificados y las acciones políticas y de asistencia de las de las fuerzas de ocupación de la USMC: i) Terremoto de Managua en 1931 (7 m.), dirigido por la periodista y cineasta nicaragüenses Matilde Díaz Landero contratada por Paramount Newsreels, ii) Ten seconds-Earthquake of Managua, producido por Movietone News, iii) Managua, agonía y destrucción (5 m.), filmado por Matilde Díaz, con resumen de meses posteriores, y iv) Headlines: Earthquake in Nicaragua. U.S. Corps. Helps in the Emergency (16 m.), incluye imágenes aéreas y mensajes del presidente Moncada y del ministro americano en Nicaragua.
La escritora norteamericana Susan Sontag (NY, 1933), ante la generalidad del morboso espectáculo contemporáneo, publicó: “Ante el dolor de los demás” (2004): “Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas”. Agrega: “Algo se vuelve real –para los que están en otros lugares siguiéndolo como noticia- al ser fotografiado. Pero una catástrofe vivida se parecerá, a menudo y de un modo fantástico, a su representación”. La revista francesa Paris Match (fundada en 1949) asumió como lema: “El peso de las palabras, la conmoción de las fotos”, y en ello se asume la “normalidad de la cultura en la que la conmoción se ha convertido en la principal fuente de valor y estímulo del consumo”.
No es casual por lo tanto que, a los pocos días de aquel espectacular despliegue, el popular actor y reconocido productor de cine norteamericano William Penn Adair visitara Nicaragua. Halftermeyer cuenta que “a raíz del terremoto aterrizó en Managua, manejando su propio avión, el millonario norteamericano Will Rogers[4], quien obsequió cinco mil dólares para los damnificados”. El historiador agrega “A los pocos meses después del terremoto, vinieron discos de México con una canción hondamente sentida, cuya música y letra era del cantante mexicano Guty Cárdenas[5], quien se inspiró en nuestro propio dolor para externar sus sentimientos por medio de la poesía y el pentagrama”.
El Time publicó, entre otras notas, las siguientes:
“EL INCENDIO
Mientras tanto, Managua ardía y el horror se posesionaba nuevamente de sus habitantes.
El corresponsal Murphi escribía: Me extrañó que todo esté quieto en Managua. Cuando yo llegué me imaginaba que iba a encontrarme con el lugar más ruidoso del mundo.
Pero me encuentro con que todo está en calma como un cementerio. Los pocos nativos que habían quedado en la ciudad estaban mudos. No se oía una queja, un ruido.
La mayoría de ellos había huido a las montañas, sobre los caminos polvorientos a Granada.
En las calles de Managua llenas de escombros, pequeños grupos de personas las corren todo el día cargando imágenes sagradas, implorando al cielo aplaque su furia. Estas imágenes son las que han podido salvar de los templos destruidos.
Entre tanto los marinos de Estados Unidos y los soldados de la Guardia Nacional, trabajaban en medio de las llamas del incendio, sacando cadáveres y cuerpos aún vivos de las ruinas. Muchos de los marinos y guardias resultaron con sus calzados quemados.
PRINCIPIA LA CREMACIÓN DE LOS CADÁVERES
En los tres días que siguieron al terremoto, más de ochocientos cadáveres fueron sepultados.
Pero no podía seguirse sepultando. Principiaba en la ciudad el hedor. Las patrullas que buscaban muertos andaban ahora provistas de latas de gas, y los cadáveres que se encontraban era quemados. El hedor de la cremación y el de los cadáveres insepultos se confundían.
LA DINAMITA EN ACCIÓN
El coronel Daniel I. Sultan, con el batallón de ingenieros que trazaban la ruta del canal, llegó a Managua, y se hizo cargo de apagar el incendio. Pero no había agua, ni aparatos para combatir. La dinamita era el único medio utilizable. Escuadrones de marinos se encargaron de volar manzanas afectadas por el fuego, para salvar otras que aún estaban en pie y amenazadas por las llamas.
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EL TEMOR DE BANDOLERO
Los nativos de la población eran presos de horror con noticias de que los bandoleros se preparaban para atacar la ciudad y saquear lo poco que había quedado. Los oficiales de Marina, no presentaron atención a estos rumores, sabiendo que Managua, estaba bien defendida.
Augusto C. Sandino, tuvo gesto que provocó risa. La radio desde México mandó que todas las divisiones del Ejército de Sandino, que operaban en Nicaragua, habían recibido orden de mantener armisticio, hasta tanto la población no volviera a la normalidad.
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El escritor y periodista nicaragüense Apolonio Palazio publicó una “patética descripción de la catástrofe” (Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, marzo 1976), que, sobre el incendio, refiere entre otras cosas: “Una columna de humo negro, con sordos e intermitentes explosiones, se levanta por los Mercados, en el centro de la ciudad, en pleno radio comercial. Se está desarrollando un pavoroso incendio. El terremoto no ha venido solo. Le sigue el fuego que ha de destruir lo que hubiera podido salvarse de las ruinas. Después vendrán calamidades: pillaje, hambre, enfermedades – con mucha razón se dijo: Bien vengas mal, si vienes solo. La ciudad está ardiendo. Por varios lados. Explosiones en las farmacias, en los laboratorios. Algún circuito en los alambres de la fuerza eléctrica, los fuegos de las cocinas, pueden haber sido las causas. Esto viene a aumentar la confusión y el pánico”. Más adelante agrega: “El incendio continúa voraz, aterrador. No hay remedio: Managua quedará en cenizas. Ya se ven grupos de gente que extrae cadáveres y heridos de las ruinas antes que llegue el fuego. No hay control”.
En abril de 1931 el presidente Moncada condecoró con la Medalla al Mérito al Sr. ministro Hanna y a otros miembros de la marina de los Estados Unidos en agradecimiento por el apoyo brindado en la tragedia. Dos años después, con el propósito de desmentir los señalamientos contra los americanos como favorecedores del incendio de Managua que se indicaba en el pronunciamiento gubernamental de febrero de 1933, que lo habían hecho con el “objeto de facilitar la tarea de empresas cinematográficas americanas que vinieron en aquellos aciagos días a tomar vista de la ciudad en destrucción”, el gobierno insiste en señalar que “se hacen imputaciones que chocan con el sentido común por la falta de un móvil razonable” y que pretenden “herir con manifiesta injusticia a uno de los factores importantes del nuevo orden de cosas iniciado para nuestra patria a partir del dos de enero del corriente año, fecha de la evacuación del país por las fuerzas de marina americana”. Califica de “absurdas apreciaciones” y reitera el agradecimiento de Nicaragua “por la acción humanitaria de las fuerzas de marina de los Estados Unidos y de la Cruz Roja Americana, en los terribles días que siguieron al terremoto del 31 de marzo de 1931…”. Insiste en indicar que “así como la mayoría de los nicaragüenses, no ha compartido semejantes apreciaciones; y antes bien, el Gobierno ha manifestado su gratitud por la acción de los marinos…”, quienes “tomaron también a cargo la cura de emergencia de la enorme cantidad de heridos y golpeados, salvando a muchos de la muerte, y proveyeron a la alimentación de los despavoridos habitantes de la ciudad antes que vinieran los otros auxilios”. (Gaceta, 9.02.33)
Un año después, al cumplirse el primer aniversario del terremoto, el Congreso de la República decretó Día de Duelo Nacional (Gaceta, 30.03.32) el 31 de marzo del corriente año.
Después del derrumbe de la ciudad se retomó una histórica discusión, ahora justificada por el riesgo sísmico evidente en la capital. El Time comenta: “Se habla de abandonar la ciudad y trasladar la capital a otra parte. Reviven las rivalidades entre León y Granada por la residencia del gobierno”. Para el terremoto de 1972, aunque el asunto del traslado volvió a surgir con menor fuerza, las circunstancias urbanas y las rivalidades históricas han extinguido la vieja discusión dejándola como un recuerdo del pasado.
Comentarios finales
La tragedia del terremoto de Managua del 31 de marzo de 1931, ocurrida durante la ocupación militar norteamericana (1912-1925 / 1916-1933) y después de la todavía vigente crisis financiera de 1929 que se prolongó durante la década, aunque inesperada e indeseable, fue aprovechada en el interés político norteamericano para tratar de mostrar ante el mundo y la sociedad estadounidense un rostro humanitario ante la emergencia por parte de las fuerzas de ocupación empantanadas, desgastadas y descalificadas por la prolongada presencia militar en un país independiente y soberano como Nicaragua y obligados a enfrentar la resistencia patriótica y antiimperialista de Sandino.
Asumían la necesidad de justificar la invasión militar y mostrar la ocupación como condición necesaria, normal, generosa y deseable, mientras, en el proceso político-militar-diplomático creaban las condiciones básicas que aseguraran sus intereses en Nicaragua y así abandonar la presencia física directa.
El acontecimiento sísmico fue explotado con propósitos publicitarios y comerciales por la creciente industria cinematográfica para atender la demanda del insaciable público y mostrar en las salas de cine norteamericanas, apenas tres días después, las dramáticas imágenes de la destrucción, el incendio y la tragedia humana, convirtiéndolos en ávidos “espectadores del dolor ajeno” desde la comodidad de la butaca de un cine, lo que ha de haber resultado en relevantes ganancias empresariales.
Si bien es cierto que el terremoto tiene causas geológicas naturales y el incendio ocurrido que terminó de destruir al menos veinte manzanas del centro de la ciudad (otras fuentes señalan treinta y tres bloques o manzanas), según diversos testimonios y evidencias de la época se origina en mercados, boticas con material inflamable, cocinas y fallas del sistema eléctrico, hay un señalamiento crítico que se hace en contra las tropas americanas y que el gobierno de Sacasa oficiosamente, en la continuidad de la histórica actitud de sumisión de la clase política libero-conservadora, trata de desmentir de manera destacada en la Gaceta.
La afirmación que “las fuerzas de marina de los Estados Unidos favorecieron el desarrollo del incendio”, se ajusta a una verdad circunstancial y oportunista que permitió, con la complicidad de las tropas de ocupación, facilitar o favorecer –dejar hacer- para captar, aprovechar y explotar las imágenes a sobredimensionar y así obtener el mejor beneficio por el efecto espectacular y perturbador de la tragedia que enlutó a Managua.
Principales fuentes bibliográficas
El Comercio, diario, edición No. 8706, Managua, Nicaragua, jueves 24 de febrero de 1927
Gaceta, Diario Oficial. (1932). Nota Editorial. Día de Duelo Nacional. Gaceta No. 65, miércoles 30 de marzo de 1932, Managua.
Gaceta, Diario Oficial. (1933). Sección Editorial. La cuestión del incendio de Managua. Gaceta No. 32, jueves 9 de febrero de 1933, Managua.
Gaitàn, Karly. (2021). Artículo: 90 aniversario del terremoto que destruyó Managua en 1931 (cuatro filmes que han hecho historia). Revista centroamericana de cultura y opinión. Junio 2021. https://casiliteral.com/la-ventana-discreta/90-aniversario-del-terremoto-que-destruyo-managua-en-1931-cuatro-filmes-que-han-hecho-historia/#:~:text=Uno%20de%20los%20m%C3%A1s%20importantes,filme%20de%207%20minutos%20con
Halftermeyer, Gratus. (1946). Managua a través de la historia 1846 – 1946. Terremoto del año 1931 (pp. 132-39). https://www.enriquebolanos.org/media/publicacion/Managua_a_traves_de_la_historia,1846-1946.pdf
INETER. Artículos periodísticos sobre el terremoto de Managua de 1931 recopilados por profesor Alejandro Morales. https://webserver2.ineter.gob.ni/sis/historia/articulos1931.html
La Prensa, diario (1950). El trágico terremoto del Martes Santo. Edición No. 6510, viernes 31 de marzo 1950, 2da. página, Managua, Nicaragua.
Mayorga, Francisco J. (2016). Cinco estrellas. (novela). Ediciones Albertus. Impreso en los talleres de Frafitex. Managua, Nicaragua.
Mesa Nacional para la Gestión de Riesgo MSGR. (2020) Artículo: El 31 de marzo de 1931. https://mngrnicaragua.org/el-31-de-marzo-de-1931-2/
Palazio, Apolonio. (1967). Artículo: El terrible terremoto que destruyó Managua en 1931. Patética descripción de la catástrofe. Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, No. 78, marzo 1967, pp. 11-13, Managua.
Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano. (1967). Fin de una capital. Impresiones que sobre el terremoto publicó la revista “Time” de los Estados Unidos. Revista Conservadora, No. 78, marzo 1967, pp. 14-16, Managua.
Sontag, Susan. (2004). Ante el dolor de los demás. Santillana Ediciones Generales S. L., noviembre 2004. Suma de Letras S. L. Madrid, España.
The New York Time. The devastation in Managua after earthquake and fire. Edición No. 26733 del sábado 4 de abril de 1931, pp. 1, 4 y 5. https://timesmachine.nytimes.com/timesmachine/1931/04/04/issue.html
The New York Time. Nicaragua envoy thanks US on radio. Sacasa Voices Gratitude of His Nation to Our Government, Red Cross, Press and People. Ed. 26,734, domingo 6 de abril de 1931, p. 24. https://www.nytimes.com/1931/04/05/archives/nicaraguan-envoy-thanks-us-on-radio-sacasa-voices-gratitude-of-his.html
The New York Time. Quake toll rises to 2000; 500 dead found at market; relief reaching Managua. Ed. No. 26,732, viernes 3 de abril de 1931. Pp. 1 y 4. https://timesmachine.nytimes.com/timesmachine/1931/04/03/issue.html
Time The Weekly Newsmagazine, U.S.A. Nicaragua: Fin de una Capital (Noticias Extranjeras / Nicaragua); 13 de abril de 1931, vol. XVII No. 15. https://content.time.com/time/magazine/0,9263,7601310413,00.html
Video en YouTube: Terremoto de Managua de 1931, en vivo y a todo color, documental de Lolo Morales; 6.26 m. https://youtu.be/vcjTH20Sor4
Otras fuentes.
[1] Político conservador, abogado, escritor y académico granadino (1878-1964), uno de los fundadores de la Academia Nicaragüense de la Lengua en 1928 junto con Mons. José Antonio Lezcano y Ortega, Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, Luis H. Debayle y otros, se desempeñó, desde la edad de 21 en distintos puestos políticos, fue diputado, senador y ministro durante diferentes gobiernos. Era parte del grupo político conservador que resultó favorecido con la salida de Zelaya y del liberalismo; en general es considerado un político honesto, prudente y un caballero de palabra; tuvo parte activa en los asuntos relativos a las relaciones exteriores y el derecho internacional en distintos tratados y foros. Fue cercano a los gobernantes Juan José Estrada, Emiliano Chamorro, Adolfo Díaz y José María Moncada, tuvo afinidad con los americanos durante el periodo de la ocupación desde 1912 hasta 1932.
[2] El ingeniero Ernest Lee Jahncke (Nuevo Orleans, 1877 – 1960), fue nombrado Subsecretario de la Marina de los Estados Unidos por el 31º presidente norteamericano Herbert Hoover (1929 – 1933), desde el 16 de abril de 1929 hasta el 17 de marzo de 1933.
[3] Charles J. V. Murphy (1904-1987), reconocido periodista norteamericano, fue, entre 1930-1933 “freelance journalist” cuando estuvo ocasionalmente en Nicaragua para escribir, desde la perspectiva americana, sobre la presencia de los marines en el país centroamericano. Laboró para el Time Inc, Life, New York World, Fortune Magazines, The Associates Press y United Press en New York, entre otros. Cubrió la II Guerra Mundial en Europa y en el Pacífico, escribió sobre Winston Churchill, fue autor del bestseller que refiere la vida de los duques de Windsor, participó en expedición a la Antártida y otras jornadas de investigación y cobertura periodística. En los años 50 y 60 fue coronel de la Air Force Reserve. Estuvo bien conectado con la defensa y la comunidad de inteligencia norteamericana.
[4] William Penn Adair, conocido como “Will” Rogers (1879-1935), político, empresario, humorista, cowboy, actor y productor de cine norteamericano, falleció en accidente de aviación el 15 de agosto de 1935 en Alaska. El millonario americano rodó setenta y una películas (cincuenta del cine mudo), actuó en veintiún largometrajes, escribió unos cuatro mil artículos en una columna periodística entre 1922 y 1935, en la década del 30 contaba con gran simpatía entre el público estadounidense y era considerado una celebridad mundial. Trabajó para Goldwyn, Gaumont Film Company, entre otras, fue estrella de Fox Film (20th Century Fox). En 1931 viajó a Centro América, estuvo en Nicaragua una semana después del terremoto, en 1932 voló a América del Sur, en 1934 hizo un viaje alrededor del mundo. The New York Times publicó el 9 de abril de 1931 sobre su visita a Nicaragua, en donde, según afirma, fue rodeado de multitudes sonrientes, trepó sobre las ruinas, hizo muchas preguntas sobre el trabajo de socorro e hizo reír a la gente a pesar de las desgracias. En Nicaragua se emitió (1939) un sello postal en homenaje al popular cineasta norteamericano: “Nicaragua a Will Rogers. Homenaje. 1931. Campo de Aviación de Managua”.