La naturaleza de la izquierda en todas sus dimensiones es y será siempre el respeto a su autodeterminación y la de los demás pueblos del mundo, partiendo de eso cualquier Gobierno con este temple podría tener relaciones cordiales inclusive hasta con el mismo satanás (el imperio yanqui), a como le llamó el comandante Hugo Chávez Frías en la ONU.
Así se visualizaba el mandato de Alberto Fernández, quien justo antes de su asunción en Buenos Aires en diciembre de 2019 demandaba la reintegración de la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR; para contrarrestar la influencia del ya sin fuerza Grupo de Lima, pero a su vez mostraba una posición gallo gallina con Washington.
Y es que Fernández desde que las encuestas lo exponían como favorito tras el desastre económico de Mauricio Macri fue visitado constantemente; y hasta recibía chats del embajador de Estados Unidos en Buenos Aires, Edward Prado, quien se mostraba como “el salvador” de la economía sudamericana.
Pero mientras el «diplomático estadounidense» le endulzaba el oído y le ofrecía préstamos a Fernández por el otro lado las agencias crediticias gringas como Moody’s, S&P, Global Ratings, Fitch, las mismas que quieren meter sus narices en Nicaragua, ponían por el suelo a la economía bajando la moneda argentina a un «default selectivo», un impago de la deuda.
Relación de Alberto Fernández con Washington
Esos acercamientos peligrosos de Washington a través de su embajador, llevan también el objetivo de mantener separados a los Fernández (Cristina) en la Casa Rosada; y de incidir en la política exterior contra los países soberanos del mundo, algo parecido a lo que los gringos convirtieron al traicionero Lenin Moreno; a quien el expresidente Rafael Correa le depositó su confianza en Ecuador.
Y es que las críticas de los pueblos contra Jair Bolsonaro en Brasil e Iván Duque en Colombia; han hecho que la Casa Blanca busque nuevos socios entre los que destacan presidentes de izquierda como el propio Alberto Fernández; y más recientemente Pedro Castillo. Washington quiere lavarse la cara con la popularidad de estos líderes para librarse de culpa provenientes de las nefastas administraciones de Macri, Bolsonaro, Moreno y Duque, sus fieles serviles.
De la misma manera, el acercamiento de Estados Unidos con estos líderes sudamericanos pretende avalar sus mentiras vertidas a través de sus organismos; y medios de comunicación de resonancia contra la autodeterminación de pueblos como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Que Iván Duque critique, por ejemplo, los asuntos de Nicaragua, no lleva el mismo peso y efecto en la voz de Pedro Castillo; o el propio Alberto Fernández, quien ya está pagando su acercamiento a Washington con la reciente derrota legislativa.
Fernández está cada vez más cerca de la Casa Blanca, obviando el consejo de que al imperio no hay que tenerle tantita confianza. Recientemente recibió como antesala a un prometido encuentro con Joe Biden, al Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan; a quien paradójicamente se le obsequió una camiseta del astro argentino Diego Armando Maradona.
Estados Unidos con esto y con las anunciadas donaciones de la vacuna Moderna busca tener a Argentina; y Fernández de su lado cuando en 2022 asuma la CELAC, organismo al que muchos países de América apuntan para contrarrestar las injerencias de la OEA.