Por: William Fortich Palencia
Sin justicia social no hay armonía y sin esta no puede haber paz. Por ello los belicistas, negociadores de las muertes de los otros, de aquellos que con su sangre les hacen ganar billones de monedas, con todo esmero se esfuerzan por minar, bombardear, atacar ferozmente cualquier intento de armonizar un pueblo, donde cada cual viva de manera digna, sin afanes por conseguir trabajo, con tierra para sembrar y comida cada día en su mesa, cuente con servicios plenos de salud, acceso gratuito a todos los niveles de educación, vivienda propia, transporte seguro, ambiente sin contaminación y pueda caminar tranquilo por cualquier calle o camino sin ser violentada su persona ni sus pertenencias. Es algo sencillo, no simple, por supuesto, pero si fácil de asimilar y es increíble que miles de personas a través de la Historia hayan tenido que ofrendar su vida por proclamar que se debe vivir armoniosa y dignamente.
Este es el caso de Augusto C. Sandino, del poeta Rigoberto López Pérez, de Carlos Fonseca, de Arlen Siú, entre tantas que han luchado por la liberación de sus pueblos, y en este caso de Nicaragua. Lucha que se tradujo en la Revolución Popular Sandinista que acabó con la plutocracia somocista, la cual en principio había llegado a ser oligarca justamente robando de manera descarada a su propio pueblo, al que esclavizó y humilló de tantas formas que faltan palabras para designarlas. Y es parte de esa búsqueda por la paz, la tranquilidad, la autonomía, la soberanía por la que el FSLN ha luchado desde hace 60 años. Bajo esos principios llegó al poder arropado por su pueblo hace 44 años y cuando ya estaba consolidando esa paz tan anhelada, la oligarquía redomada nacional (como la de toda América Latina), con todo el apoyo de la OTAN (armas de todo tipo, inteligencia militar, destrucción de infraestructura, etc.) inicia el odio, la difamación, las noticias falsas (tal como siguen haciendo hoy en día), los asesinatos selectivos y los ataques armados que siembran el terror al máximo y todo el proceso de Reconstrucción Nacional queda en vilo porque consiguen llevar al pueblo nicaragüense a la guerra civil. Cruento episodio, que deja un saldo de muerte y destrucción demasiado alto y entonces el Frente debe acogerse a tratados de paz y llamar a elecciones para no seguir haciéndole el juego a los vendedores de armas, que a la vez son los mismos que roban a nuestras naciones de todas las maneras imaginadas. La derecha gana y el poder les es entregado, cumpliendo la palabra empeñada; la que también hace parte de la paz.
Vueltos al poder 16 años después, cuando la burguesía nacional había fracasado como gobierno y llevado a la hambruna a millones, el Gobierno de Reconciliación, una alianza democrática, con la Iglesia Católica esta vez del lado correcto de la Historia, otra vez se busca armonizar a la Nación y propender porque cada persona tenga una vida digna, pero cuando ya se había avanzado un buen trecho, en 2018 retorna el odio visceral, la mentira, la injuria, la provocación para que la guerra civil vuelva. Es entonces que, con asombro para quienes les vemos extrapolados, el pueblo nicaragüense participa de la estrategia de su presidente Daniel Ortega y su gobierno de encerrarse, no dejarse provocar, sufrir en silencio todas las formas de violencias que la extrema derecha implementa, tal como asesinar ancianos por ser sandinistas, quemar personas vivas, (tal como vimos hacer en Venezuela) y llegado los 90 días, cuando ya aquellos nefastos propósitos de entregarle de nuevo al país a intereses foráneos estaban frustrados, el presidente Ortega ordena a la policías, acompañada del pueblo organizado, a poner cada cosa en su lugar y presentar las demandas ante la justicia por las violaciones cometidas por aquellos que pretendieron una vez más, entregar a Nicaragua a los sórdidos intereses de los capitalistas transnacionales y del imperio de USA-OTAN. Por eso, porque este pueblo grande lleva una y otra y otra fase de lucha por querer vivir en paz, en armonía, con justicia social, es que este cuadragésimo cuarto año del inicio de su revolución popular es tan importante, pues la paz se consolida al pie de sus volcanes, de sus lagos, del verde de todos los tonos, de sus autonomías internas, de sus nuevos hospitales y centros educativos, en un proceso lento de transformación en todos los niveles, pero sobre todo en la superestructura, en la inteligencia, en la conciencia de lucha por mantenerse en libertad y ejercer su soberanía sin presión externa ni pequeños intereses interno.
Quienes allí estuvimos varios días, damos cuenta de lo hermoso y vital que acontece, a pesar del bloqueo unilateral del gobierno de Estados Unidos, al cual se le gana con la solidaridad y la independencia que da la multipolaridad que ha venido creciendo a marchas forzadas y que ahora le devuelve al agresor su propia bofetada dejando a su papel moneda de lado, llevándolo así a ser víctima de su propio invento. Vinimos porque quisimos para vivir de manera directa e intensa los logros alcanzados por el gobierno encabezado por el presidente Daniel Ortega Saavedra y la vicepresidenta Rosario Murillo Zambrana, un mandato de reconciliación y unidad nacional palpable. Donde la juventud le contagia emoción y fuerza, porque a pesar de las vicisitudes ya nadie habla de guerra sino de seguir en paz.
Fue para nosotros, que seguimos viviendo la intensa guerra civil colombiana, un aprendizaje de la tozudez que se requiere para ir acumulando fuerzas que permitan transformar horizontes, sentidos y deseos hasta llegar a ese tejido profundo compuestos por contradicciones, puntos inamovibles, los no negociables, que se hacen a través de los debates, la posterior risa, las disculpas si son necesarias, el colaborar con el contradictor si fuera del caso cuando la causa es general, y poder dar la espalda con la confianza de no caer como Emiliano Zapata, pues si hay algo complejo es justamente la paz, que ha de ser consentida en los pétalos del amor, de la solidaridad, de la comprensión, del desprendimiento y de la ausencia de prejuicios. La tarea como puede observarse en dura y larga, por eso requiere que se continúe con reuniones importantes de trabajo inmediato y futuro con otros movimientos y partidos de Nuestra América, hasta lograr que ninguna Nación vuelva a ser sancionada, bloqueada por Estados Unidos con la complicidad de la Unión Europea.
Estando en Mangua, nos sentimos en casa; en la casa inmensa de Bolívar, Martí, Sandino, Fidel. Fonseca y Chávez y con ellos, en la lucha por la dignidad de los pueblos del Mundo.