Por: Fabrizio Casari
Con 494 votos a favor, 58 en contra y 44 abstenciones, el Parlamento Europeo ha aprobado una resolución que reconoce a «Rusia como Estado patrocinador del terrorismo por las atrocidades cometidas contra el pueblo ucraniano». El texto fue aprobado en las mismas horas en que Ankara bombardeaba a los kurdos, Tel Aviv a los palestinos y Ryad a los yemeníes, con «bombas democráticas». La lectura de la resolución que omenaja a Zelensky tuvo lugar mientras en Moscú, en compañía del presidente cubano Díaz Canel, Putin rendía homenaje a la nueva estatua de Fidel Castro, gigantesco estadista del siglo XX. Cada uno tiene los mitos que quiere tener.
La resolución es solo una señal política, no tiene consecuencias, no es vinculante para la UE como institución ni para ninguno de sus Estados miembros. Formalmente, de hecho, «la UE no puede actualmente declarar a los Estados como patrocinadores del terrorismo de manera oficial«, explica el propio Parlamento Europeo en una nota.
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En la actualidad, la definición de «Estado terrorista» no tiene ningún significado jurídico y, de hecho, no está prevista en ningún tratado internacional, jurídico o político. Existe solo una lista ridícula que circula y se actualiza anualmente por Washington, formada por organizaciones y naciones a las que se les aplica la definición unilateral, ofensiva e ilegal de terrorista que Estados Unidos asigna a todos los países que considera un obstáculo político para el desarrollo de sus intereses en los cuatro puntos cardinales.
La resolución confirma ciertos elementos de este Parlamento Europeo, el más derechista de la historia de la institución. En primer lugar, la rusofobia, caldo de cultivo de su pasado nazi-fascista que sólo se había mitigado por la dependencia energética de Rusia, que ha permitido el crecimiento económico europeo. Luego, el enfado por la derrota sufrida, dada la responsabilidad directa de Bruselas primero en el golpe de Estado de 2014. También surge la frustración por el fin del proyecto de cerco a Moscú que se inició en 2014 con el golpe del Maidán en Kiev y continuó con los golpes fallidos en Bielorrusia y Kazhakistán, que representaron un importante bloque de construcción para la dimensión del imperialismo regional de la UE, que hasta entonces sólo tiene influencia sobre los Balcanes. Por último, Estrasburgo exhibe su frustración ante la resistencia económica de Rusia frente a las sanciones europeas, que han demostrado ser el peor boomerang de la historia de la UE.
La histeria de los derrotados
Pero ¿qué sentido tiene el voto del Europarlamento? Estrasburgo parece desentonar con el intento estadounidense de alcanzar una solución negociada al conflicto, ya que en teoría con un Estado que «promueve el terrorismo» no se habla, se le combate. En teoría, porque el acuerdo entre EE.UU. y los talibanes para la salida de Washington de Afganistán demostró que el camino de los acuerdos difiere de la propaganda. La resolución parece entonces un acto destinado a apoyar políticamente la rigidez de Kiev frente al proceso de desescalada pensado por Washington con vistas a dirigir el conflicto primero a una mesa de negociación.
Los Estados Unidos saben que para terminar una guerra es necesario negociar. Aunque todavía no se vislumbran los posibles tiempos y contenidos, aunque algo ya se ha filtrado. Es aquí donde se nota una divergencia entre Bruselas y Washington sobre el proceder, y no es casualidad que Estados Unidos no respalde la resolución antirrusa del P.E.. La divergencia radica en el hecho de que EE.UU. ha logrado sus objetivos: la ruptura entre UE y Rusia, el fin de los intercambios comerciales, políticos y de materias primas, la UE a la dependencia de EE.UU. en términos de energía y el fin del dominio del Euro sobre el Dólar. El objetivo de Estados Unidos es ahora el de una estrategia de salida, el de la UE es evitar una derrota que le ha llevado una sangría económica, una dramática perspectiva de reconstrucción y una reducción del prestigio y del peso económico, político y militar en el mundo. Pero parece claro que las invectivas políticas de Ucrania y Europa no impedirán que Moscú se instale finalmente en Crimea y Donbás con un reconocimiento internacional general, lo que certificará una victoria indiscutible.
Hay una reflexión más. Llamar a Rusia patrocinador del terrorismo es un caso de histeria rusófila, que expresa parte de la identidad ideológica de la Asamblea Europea y cierra el horrendo tríptico representado por el voto de la UE contra la resolución rusa contra la propaganda del nazismo en la ONU y su voto a favor, también en la ONU, de la resolución que en Septiembre de 2019 asoció nazismo y comunismo, definiéndolos como dos ideologías igualmente responsables de las tragedias del siglo XX, olvidando que si el segundo no hubiera derrotado al primero, el Parlamento Europeo no existiría.
Las condenas del P.E. contra Cuba, Venezuela y Nicaragua son, en cambio, un óbolo que certifica la lealtad a Estados Unidos, la total alineación con sus objetivos de política exterior, tanto globales como regionales. La nueva derecha europea, formada por los herederos de fascismo, nazismo y franquismo, se junta con las viudos de la socialdemocracia europea, convertidos en fundamentalistas liberalistas y extremistas atlantistas. El intento es diseñar un continente que, ante el declive irreversible del modelo occidental, se encuentra en la reinterpretación, desde una óptica de derecha, de su doctrina política original.
Esta postura de la UE está en total consonancia con la política y las determinaciones legales unilaterales de EE.UU. y representa, además, la entrega definitiva de la soberanía continental a Washington, considerado ahora el líder indiscutido e incuestionable de todo Occidente, que se expresa a través de sanciones y políticas proteccionistas para la competencia comercial, represivas en el interior y la fuerza militar como único instrumento de su política internacional. Aquí muere – si es que alguna vez estuvo viva – la idea misma de la Unión Europea como modelo democrático de una comunidad independiente y soberana.
La historia tiene la cabeza dura
El ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, comentó que «Rusia tiene un historial de actos de terror contra Estados soberanos, apoyo a regímenes terroristas y organizaciones como Wagner que libran una guerra de terror en Ucrania».
Sin embargo, la historia ucraniana establece lo contrario de lo que afirma el funcionario de Kiev. Recuerda cómo las UPA, bandas nazis del criminal de guerra ucraniano, Stephan Bandera, llevaron a cabo terror y deportaciones contra la población de origen judía y rusa, y en asociación con los Ustashas croatas de Ante Pavelic y que con las bandas nazis estonias, letonas y lituanas, expresaron el peor nivel de barbarie conocido durante la Segunda Guerra Mundial. Se distinguieron por la ferocidad con la que, en nombre del nacionalismo ucraniano, llevaron a cabo una limpieza étnica planificada en Galicia y Volinia, matando, según las estimaciones más conservadoras, a 60.000 polacos. En el propio juicio de Nuremberg surgieron declaraciones que asignaban a las bandas ucranianas y croatas operaciones que «las propias SS alemanas no tenían estómago para llevar a cabo».
Pues bien, es Stephan Bandera, muy celebrado en Kiev, quien inspira a las fuerzas armadas ucranianas. El más conocido es el Batallón Azov, ala militar de ciertos partidos de extrema derecha como Pravy Sektor (Sector Derecho), autores del golpe de estado de Euro-Maidan, de la terrible masacre en la casa de los sindicatos de Odessa y del incesante bombardeo de ocho años contra la población civil del Donbass que ha cobrado 14.000 víctimas.
Para los emuladores de Bandera, sería conveniente recordar cómo se defendió Stalingrado, cómo se rindió el general alemán Von Paulus en Enero del 43 y cómo el KGB ejecutó al criminal ucraniano Bandera. Pero no será fácil, porque el respeto a la verdad histórica necesita una condición previa: conocerla. Haberla vivido o estudiado o escuchada, porque la historia se conoce también a través de su narración, que transmite de generación en generación el curso de los acontecimientos y su interpretación.
No serán, desde luego, los delirios ideológico-propagandísticos del Parlamento Europeo los que determinen el renacimiento político de un continente que ha fracasado en la cita más importante con su identidad y afirmación política, que en su intento de generar marcos sistémicos en el Este con autoridad y fuerza, se suicidó económicamente para contener el crecimiento ruso en el tablero internacional.
Ningún país del mundo considera la relación con Ucrania más importante que la relación con Rusia.
Ucrania es un Estado fallido y Rusia saldrá más aislada en Occidente; pero más integrada e influyente en Oriente, África y América Latina. Su victoria en Ucrania será política y militar y, al igual que su victoria en Siria, dará a Moscú más crédito en la batalla por la mutación genética del orden mundial.