Aunque el foro “Cumbres de las Américas” debe estar orientado a promover la cooperación hacia un crecimiento y una prosperidad inclusivos en toda la región, el mal, anfitrión de la novena edición, ha justificado su irrespeto a la intencionalidad integracionista; del foro y los pueblos- por el pánico de Estados Unidos al nuevo orden -económico y militar- mundial.
La cumbre impactó antes de ésta comenzar; con la torpe improvisación norteamericana en el campo diplomático, en la desesperada búsqueda de su sobrevivencia financiera.
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Como si a Estados Unidos le interesara el progreso ajeno antes, o a la par, del propio, el Departamento de Estado de ése país inició anunciando que personas; instituciones y gobiernos les habían compartido sus prioridades y preocupaciones sobre la pandemia; las amenazas a la democracia; la crisis climática y la falta de acceso equitativo a oportunidades. Peligrosamente convocó a particulares poseedores de gran capital, ONG´s lucrativos; así como, cabezas empresariales multinacionales sin representación democrática.
Asumió ésos aportes a la agenda, acomodándolos en argumentos para sus propios intereses y legitimar las barreras de ingreso que impone a los productos importados a ése país, las sanciones comerciales para la intercambio de bienes entre otros países, el proteccionismo a sus empresas y a sus sociedades transnacionales; la xenofobia, el racismo, las exclusiones a las revoluciones democráticas y las violaciones al derecho internacional.
Lo estéril está en que ésa debe ser una cumbre entre gobiernos de pueblos hermanos; y el gobierno de los Estados Unidos, que preside actualmente el órgano de deliberación, no es hermano de nadie, ni siquiera de su propio pueblo a quien le ha arrancado su memoria. En contraste, la ideología progresista de la Patria Grande se fortalece en la analogía histórica:
El Destino manifiesto
Expresa la creencia en que «Por la Autoridad Divina o de Dios» los Estados Unidos de América es una nación elegida y destinada a expandirse de manera manifiesta y certera. Desde 1630 se afirmaba: “(…) ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra; si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a librar, legalmente, una guerra con ellos y a someterlos”.
La Doctrina Monroe
Establece en 1823 que “(…) cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos de América (…)”. Desarrolla el pensamiento “América tiene un Hemisferio para sí misma”. Aunque ésa época no era potencia regional; “América para los americanos”podría significar su propio país, como el continente.
Así, anexaron 1845 a Texas, Oregón y California. Invadieron México en 1846 y se apropiaron de Colorado, Arizona, Nuevo México; Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma. En total 2 millones 100 mil kilómetros cuadrados, el 55 % del territorio mexicano de entonces.
A partir de ése frenesí, lo convirtieron en “misión estadounidense para promover y defender la democracia a lo largo del mundo”. Advierte: “Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política (…) no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos (…) que también; en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, pueda ejercer un poder de policía internacional”.
El corolario Rutherford Hayes
En 1880 de conformidad con la idea de que el Caribe y Centroamérica formaban parte de la “esfera de influencia exclusiva” de los Estados Unidos, el presidente Rutherford Hayes enunció un corolario a la Doctrina Monroe: “Para evitar la injerencia de imperialismos extra continentales en América, los Estados Unidos debían ejercer el control exclusivo sobre cualquier canal interoceánico que se construyese”.
Dejaban así las bases de la posterior apropiación del canal de Panamá cuya construcción había sido abandonada en 1888. Y excluían a poderes europeos que pudieran competir por los mercados del Caribe y Centroamérica; aprovechando la cercanía de Estados Unidos a la zona.
La Politíca del gran Garrote
Plan Garrote o Big Stick, es el nombre con que se conoce a una tendencia en las relaciones diplomáticas estadounidenses a partir de la presidencia de Theodore Roosevelt en 1901, tomada de un proverbio africano: “habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos”.
Ilustra artimaña, disfrazada de voluntad; para realizar negociaciones y pactos con adversarios locales y externos, pero siempre dejando ver la posibilidad de una reacción violenta como modo de condición. Aplicada en América Latina mostraba que podía presionar a los países, particularmente del mar Caribe, con una intervención armada.
También justifica las intervenciones estadounidenses a países en conflictos locales; para resolver sus asuntos internos, aprovechando el pretexto de proteger los intereses de ciudadanos y entidades comerciales estadounidenses, atribuyéndose potestad de restablecer el orden; primero presionando , político y económicamente; a ésos gobiernos y finalmente recurriendo a la intervención armada para saquearlos.
Señala el inicio del imperialismo estadounidense y de su actuación como potencia mundial.
El Corolario de Roosevelt (I)
En 1904 el entonces presidente Theodore Roosevelt enunció el corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe que, de forma desenfadada, proclamaba “(…) el deber y derecho de Estados Unidos de intervenir en los países de nuestra América cuando considerasen que éstos no cumplían sus obligaciones”.
Tal concepción, basada en el poderío militar de esa nación, ha tenido como consecuencia muchas intervenciones estadounidenses en América Latina y el Caribe; varias de ellas con graves consecuencias para sus pueblos.
Después de México interviene militarmente en la separación de Panamá de Colombia en 1903, las ocupaciones a Panamá en 1908, 1918, 1941 y la invasión de 1989 ; la ocupación de Cuba entre 1906 y 1909 la invasión en 1961 y el vigente bloqueo. Además las ocupaciones de Nicaragua entre 1912 y 1933, la intervención en los 80 y la intentona de golpe de Estado de 2018; la ocupación de Haití desde 1915 hasta 1934, la invasión de 1994 y la desestabilizaciones de 2004; la ocupación de la República Dominicana entre 1916 y 1924 y el apoyo a represiones en 1965. Así mismo el apoyo contrainsurgente a Guatemala en 1966; el apoyo contra la guerrilla de El Salvador en 1980; la Operación Cóndor en los 70 y 80 que apoyaba a las dictaduras de Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina para identificar, asesinar y desaparecer a los subversivos. También la invasión de Grenada en 1983; los golpes de Estado en Venezuela en 2002, en Bolivia en 2008, en Ecuador en 2010; el secuestro del presidente hondureño en 2009 y el intento de magnicidio del venezolano en 2018; los golpes parlamentarios de Paraguay en 2012 y Brasil en 2016.
El Corolario de Roosevelt (II)
Somoza se encargó de traicionar y asesinar a la máxima expresión nacionalista nicaragüense, el general de hombres y mujeres libres Augusto Nicolás Calderón Sandino. Aunque Somoza fue un dictador despiadado, Estados Unidos continuó apoyando su régimen como un bastión no comunista en Nicaragua. Visitó en dos ocasiones al presidente Franklin Delano Roosevelt, quien comentó de él en 1939: ”Somoza puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».
Somoza mismo, reproducía ésa calificación con orgullo desde entonces hasta su ajusticiamiento en 1956. Lo convertía en propiedad del imperio. La declaración apareció por primera vez de manera pública en la edición del 15 de noviembre de 1948 de la revista Time.
El Corolario Biden
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aseguró a inicios de este año que Latinoamérica no es el patio trasero de su país, sino el delantero.
«Solíamos hablar cuando era un joven, en la universidad- del patio trasero de EE.UU, pero no es el patio trasero; creo que al sur de la frontera con México es el patio delantero de EE.UU”.
Desde ese mismo peyorativo se determinó la categoría excluyente de los organizadores de la cumbre; por lo que para la mayoría, el contenido de ésta fue degradado por las ausencias de los verdaderos protagonistas de los desafíos.
Las categorías de la inclusión en los actuales foros mundiales y regionales, dependen de la estatura humanística de los líderes y sus pueblos para promover el rescate de la identidad de cada nación; como la verdadera base sostenible, resiliente y equitativa para superarse.
La Unidad Latinoamericana constituye una excusa vigente para la continuidad de la política exterior norteamericana contra la libre autodeterminación rescatada por las conquistas populares de las naciones desde su definición individual y comunitaria en los territorios.
La moral como contraste a la decadencia
El dominio explotador imperialista decae frente a los modelos que representamos la autodeterminación democrática de las naciones, constituyéndonos en sus objetivos de destrucción por considerarnos un obstáculo para la globalización de su modelo unipolar e inhumano; mediante su auto concebida profecía de expansión territorial y en la injerencia para lucrarse en los términos de intercambio de nuestros insumos y bienes.
Contrastando, en nuestras identidades conservamos la esencia de la resistencia indigenista, frente a la brutalidad de los colonizadores al imponer su mal entendida espiritualidad y el irrespeto por la vida; así como, su irracionalidad en el uso de los recursos naturales.
Esta identidad está conceptualizada por el ideólogo nuestroamericano Aldo Díaz Lacayo como consecuencia de “Las Tres Revoluciones Independentistas de América”, la de los colonos, la de los criollos y la de los mestizos; en una definición de pertenencia que nos restituye y honra en la unidad cultural de nuestros pueblos.
¡ Vive Mi Padre ! en la ideología progresista de la Patria Grande; pues su conceptualización arremete contra la marginación racial y todas las formas de marginalizaciones existentes, incluyendo la pobreza.
Según su perspectiva, ya nuestra, el desarrollo de los pobres de Latinoamérica nunca estuvo en la agenda de la novena Cumbre de las Américas; y sin los pobres, ésta está alejada de Dios y su providencia. Por qué hubiéramos querido estar allá?
Por: Xavier Díaz-Lacayo Uguarte, Especialista en Políticas Públicas