El triunfo electoral del Presidente Nicolás Maduro en Venezuela ha desencadenado una ofensiva por parte de Estados Unidos y sus aliados, quienes buscan desconocer el resultado democrático. Este escenario no es nuevo en la región, donde las élites occidentales han respaldado históricamente a fuerzas reaccionarias y golpistas.
La reciente votación en la OEA, con su fallida resolución intervencionista, pone de manifiesto las profundas divisiones en América Latina y el Caribe. Mientras unos gobiernos se alinean con los intereses imperialistas, otros, como los de Bolivia, Cuba y Nicaragua, defienden la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Artículo íntegro:
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
TRAS EL TRIUNFO ELECTORAL
DEL PRESIDENTE MADURO
Stephen Sefton, 11 de agosto 2024
Ante la ofensiva del Occidente y sus gobiernos aliados contra el triunfo electoral del Presidente Nicolás Maduro en la República Bolivariana de Venezuela, por encima de todo hay que recordar que son los mismos títeres políticos de las élites gobernantes norteamericanas y europeas que facilitan el genocidio sionista en Palestina y apoyan el régimen nazi en Ucrania. En América Latina y el Caribe, las élites del Occidente siempre han apoyado a las fuerzas reaccionarias del odio, de la mentira, de la muerte, contra los intereses fundamentales de nuestros pueblos. Este trasfondo internacional explica muchas cosas las cuales de otra manera serían inexplicables.
Por ejemplo, cómo gobiernos que insisten en la norma de la no intervención en sus propios asuntos internos, de repente, con toda la tranquilidad del mundo, ofrecen orientaciones al Consejo Nacional Electoral de Venezuela sobre cómo debe de hacer para satisfacer a ellos sobre los resultados electorales en Venezuela del pasado 28 de julio. Así han hecho de la manera más pusilánime los dirigentes de Colombia y Brasil mientras aparentemente esperan ser alabados por ser ejemplos de una llamada “moderación”, lo cual debe de ser valorado por el hipócrita doble moral que es, porque piden a otra nación aceptar lo que ellos no aceptarían jamás.
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La ofensiva de Estados Unidos y sus aliados contra el triunfo electoral del Presidente Nicolás Maduro en Venezuela ha resaltado las marcadas contradicciones políticas y económicas que prevalecen en América Latina y el Caribe. En ese sentido, fue instructiva la votación en la Organización de Estados Americanos sobre una resolución de ese Ministerio de las Colonias norteamericano para intervenir en el proceso electoral de Venezuela. Afuera de la OEA, países dignos en la región como Bolivia, Cuba Honduras y Nicaragua ya habían reconocido el triunfo electoral del Presidente Nicolás Maduro.
En la votación de la OEA del pasado día 31 de julio, se ausentaron México y las naciones caribeñas San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago y Dominica. Se abstuvieron Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Colombia, Granada, Honduras, San Cristóbal y Nieves, y Santa Lucía. Quienes votaron a favor de la resolución injerencista fueron Argentina, Canadá, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, EE.UU., Guatemala, Guyana, Haití, Jamaica, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam y Uruguay. Aunque ningún país votó en contra, la resolución fracasó por no tener suficientes votos a su favor.
Es normal para Estados Unidos y su vasallo Canadá emitir criterios intervencionistas en relación a los asuntos internos de otros estados. Pero es la primera vez en la historia reciente que un grupo de países de la región haya intervenido de manera tan directa para contradecir la declaración de los resultados electorales de otro país. Aparte del fallido intento de intervención de la OEA, los gobiernos de Argentina, Uruguay, Ecuador, Perú, Panamá y Costa Rica han declarado que reconocen al perdedor Edmundo González Urrutia de la alianza opositora golpista Mesa de la Unidad Democrática, como presidente electo de Venezuela.
Es una situación sin precedentes, ya que en este caso la alianza electoral golpista perdedora de las elecciones no ha presentado ningún recurso formal para justificar sus acusaciones de fraude, lo cual contrasta decididamente con los antecedentes de reclamos de la parte perdedora en las elecciones recientes en México, Guatemala, Brasil, Paraguay y Perú. En el caso de Venezuela se ha revertido el principio fundamental de la justicia en base a que es la parte acusadora que tiene que justificar su acusación. En este caso, las y los golpistas del MUD tenían que presentar la documentación indicada para justificar su reclamo de fraude ante la Sala Electoral del Tribunal Suprema de Justicia. No lo hicieron porque no la tenían.
Es una nueva variante golpista al caso de las elecciones presidenciales de 2018 en Venezuela. Ese año, todo el proceso electoral fue cuestionado desde un inicio por los partidos golpistas que habían promovido la violencia y el terrorismo en Venezuela e invocado las medidas coercitivas de Estados Unidos y Europa contra el país durante más de diez años. Acto seguido, Estados Unidos y sus aliados reconocieron de manera arbitraria e ilegal como presidente de Venezuela al criminal traidor vendepatria Juan Guaido. En cambio, este año, las y los golpistas y sus amos yanquís decidieron de fingir la buena voluntad política y convencieron a las autoridades venezolanas que iban a participar de buena fe en el proceso electoral.
De hecho, todo fue un típico engaño neocolonial con el fin de montar otro plan golpista. Las elecciones fueron ejemplares, sin embargo las y los golpistas inmediatamente desconocieron a la autoridad electoral. Ejecutaron asesinas acciones terroristas a nivel nacional y activaron un escandaloso alboroto digital internacional por medio de ataques cibernéticos y el abuso masivo de las redes sociales. Todo esto permitió a las élites imperialistas norteamericanas y europeas volver a movilizar su enorme maquinaria de guerra psicológica en los medios de comunicación internacionales para justificar una ofensiva diplomática con sus gobiernos peleles en la región.
El hecho que los grandes países del mundo mayoritario hayan reconocido el triunfo electoral del Presidente Nicolás Maduro confirma que las naciones del mundo se están dividiendo entre dos bloques. El bloque del mundo mayoritario promueve el diálogo respetuoso entre iguales basado en los valores y principios del derecho internacional mientras el bloque occidental, dominado por la clase gobernante norteamericana, incapaz de negociar, los traiciona y pisotea. La votación en la OEA sobre la resolución intervencionista contra Venezuela indica la alineación en este momento de los gobiernos en América Latina y el Caribe entre estos respectivos emergentes bloques mundiales.
Para el momento, los países que apoyaron la resolución injerencista de la OEA se han sometido a la voluntad imperial de las élites occidentales y, por lo menos a corto plazo, así van a seguir. Por supuesto los países de la Alianza Bolivariana de nuestras Américas (ALBA) han defendido la victoria electoral del Presidente Maduro. La mayoría de los países de la Comunidad del Caribe lo van a reconocer porque la Venezuela Bolivariana ha sido un importante factor de la estabilidad regional por motivo de las relaciones positivas y solidarias desarrollado desde 2004 en base a iniciativas como Petrocaribe y Misión Milagro.
Por su parte, México ha insistido claramente en el principio de la no intervención. Los motivos de Colombia y Brasil de distanciarse del atentado golpista contra Venezuela, pero sin reconocer la victoria del Presidente Nicolás Maduro, tienen otros matices que parecen ser similares en cada caso. Los presidentes de ambos países, Gustavo Petro y Lula da Silva, requieren mantener un equilibrio a nivel doméstico entre sus bases de apoyo en las fuerzas progresistas nacionales y la aceptación de una parte de las otras fuerzas políticas en sus respectivos países. Así esperan que van a poder sostener sus programas reformistas y promover niveles adecuadas de desarrollo económico.
Desde su punto de vista, esto requiere a nivel internacional evitar choques contraproducentes con los países norteamericanas y europeas y, a nivel doméstico, evitar, o por lo menos poder mitigar, los ataques de parte de la oposición política. En el caso de Gustavo Petro, seguramente su prioridad es de impulsar su proyecto de la paz total en Colombia y evitar dar pretextos que permitiría a la derecha y sus patrones occidentales avanzar con los planes golpistas contra sus todavía modestas propuestas de reforma socioeconómica. En Brasil, Lula da Silva enfrenta una situación parecida a la de Gustavo Petro de estar en el gobierno sin poder implementar sus programas como quiere, lo cual explica en cierta medida su incapacidad de tomar una posición más digna hacia la victoria electoral del Presidente Nicolás Maduro.
La política de Brasil hacia Venezuela toma todavía mayor importancia dado su estatus como miembro fundador del grupo de países BRICS. La Federación Rusa, que tiene la presidencia pro tempore de BRICS este año, ha invitado Venezuela a participar en la próxima cumbre de los países BRICS en Rusia en el próximo mes de octubre. Se supone que Brasil va a apoyar la integración de Venezuela al grupo y posiblemente también la integración de Bolivia. Mientras Rusia, China y la India avanzan con otros socios como Irán y los países árabes en la consolidación de la enorme economía de la región eurasiática, Brasil no ha podido promover de manera correspondiente el gran potencial económico de los pueblos de Ameríca del Sur.
Eso podría cambiar con la integración ahora de Bolivia al Mercosur y un posible mayor dinamismo en la ejecución de proyectos de infraestructura. Al fin del 2023, Argentina, Brazil, Chile y Paraguay firmaron un acuerdo con los Emiratos Unidos Árabes para terminar el llamado Corredor Bi-Oceánico que conectaría el puerto brasileño de Santos con los puertos norteños de Chile por medio del territorio de Argentina y Paraguay. Para el momento se trata de una carretera, aunque se propone también otro corredor interoceánico de ferrocarril por medio del territorio de Perú, Bolivia, Paraguay y Brasil promovido por China como parte de su Iniciativa de la Franja y Ruta.
En muchos de los países que votaron en la OEA para intervenir en el proceso electoral venezolano, China está promoviendo importantes iniciativas comerciales, financieras y de inversiones en infraestructura. Así que aun las clases reaccionarias que controlan los gobiernos de derecha en la región entienden que les conviene desarrollar las más óptimas relaciones posibles con la República Popular China y, más allá, con el bloque eurasiático. Entre los países de América del Sur, solo Brasil, Colombia y Paraguay todavía no se han unido de manera formal a la Iniciativa de la Franja y Ruta de China. Este panorama regional representa un gran desafío para los esfuerzos norteamericanos de limitar la influencia regional de China y consolidar su propio control hemisférico.
En efecto, es un ejercicio de futilidad. Estados Unidos tiene una población de unos 340 millones mientras China tiene una población de 1.4 mil millones de personas. La economía estadounidense se ha desindustrializado mientras la economía china tiene las industrias más dinámicas del mundo. Se ha demostrado que las políticas neoliberales promovidos por los gobiernos de Occidente y sus instituciones financieras no benefician a las mayorías y no promueven la prosperidad. Otro señal del declive de la influencia norteamericana en América Latina y el Caribe es que los países de la región rechazaron unirse a la agresión económica y diplomática occidental contra la Federación Rusa.
Los gobiernos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela y sus aliados del ALBA han creado un espacio victorioso no solamente de resistencia al imperio sino también de exitosas propuestas socioeconómicas. Al rechazar la siniestra farsa neocolonial de la OEA y promover la CELAC, han ampliado el espacio político regional basado en el respeto y dialogo y las opciones económicas basado en la cooperación y la solidaridad para todos los pueblos de la región. De esa manera se ha facilitado a otros países como Colombia y Brasil avanzar con mayor seguridad en sus programas a favor de las mayorías empobrecidas. Ahora, el gran triunfo electoral del Presidente Nicolás Maduro significa otra derrota a manos de los pueblos dignos del mundo que el Occidente tendrá que asimilar junto con los reveses que ha sufrido en Siria, Ucrania y Palestina.