Un día como hoy, sábado 23 de diciembre de 1972, Managua, la capital de Nicaragua, fue sacudida por un fuerte terremoto en la madrugada. La ciudad desapareció bajo escombros y ruinas.
Han pasado 51 años desde que la ciudad experimentó uno de los terremotos más devastadores de su historia. Con una magnitud de 6.2 en la escala de Richter, el sismo dejó un rastro de destrucción; que cambió para siempre el paisaje urbano y la vida de miles de capitalinos.
Este desastre natural aún deja cicatrices en la memoria de quienes lograron sobrevivir.
“Solo escuchábamos aquellos truenos, las cosas que se derribaban, las llamaradas de fuego eran lo que se miraba y los polvazares donde caían las últimas paredes”, expresó Yolanda Llanes, sobreviviente al terremoto.
“Se cae una pared, se caía otra, porque vivíamos detrás del cine León y entonces yo agarro a mis hijos y todos vamos para la calle y eso parecía ola de mar; como se meneaba y aquellos polvazales, fue terrible aquello”, dijo con tristeza doña Eva Rocha.
“Fue algo tenebroso, terrible, una noche con algo conmovedor y al siguiente día pues fue algo ya de evacuar la ciudad”, expresó don Juan Manuel Gaitan.
El epicentro del terremoto se localizó en el lago de Managua, pero la fuerza del impacto fue suficiente para desencadenar un colapso generalizado de edificios y estructuras, dejando a miles de personas sin hogar.
¿Qué hizo que fuera tan devastador el terremoto en Managua?
“En primer lugar, apuntar a un incumplimiento de normas de seguridad urbanística correcta; teníamos casas de taquezal todavía en Managua, un barrio entero como El San Antonio era de taquezal, techos de tejas pesadas madera. La falta de buenas construcciones combinada con la antigüedad de algunas construcciones dio como resultado la catástrofe”; explicó Clemente Guido, historiador y director de cultura de la Alcaldía de la capital.
Guido también recalcó que no había una prevención; es decir, la población no sabía qué hacer en caso de un terremoto y que el gobierno de Somoza no tuvo ningún reparo en preparar a la población para enfrentar un terremoto de esa magnitud.
El desastre sorprendió a la población en plenas celebraciones navideñas, aumentando la tragedia y la desesperación.
Los miles de víctimas mortales eran sacadas de los escombros y sepultadas en fosas comunes y en el Cementerio General de Managua para honrar sus memorias.
“Inmediatamente, se hizo una fosa que era suprema, larga, llegaba hasta el tope. Se abrieron los hoyos aquí, los muertos se sacaban de las casas, familias enteras se subían a camiones y se traían aquí”; relató Clemente Guido.
Gobierno Sandinista vela por la vida de las familias
“La gente llegaba lamentándose porque llegaban en carretones de mano, carretones de caballo, los llevaban en ropero, en cajas de cartón, envueltos en sábanas y así los enterraban”; concluyó doña Yolanda.
La respuesta internacional fue rápida, con países vecinos y la comunidad internacional enviando ayuda humanitaria. Sin embargo, el gobierno de Anastasio Somoza Debayle enfrentó críticas por su gestión de la emergencia y la distribución de la ayuda.
“El somocismo no tenía mayor interés más que en robarse la ayuda que vinieron, por eso Roberto Clemente falleció porque no confiaba en el gobierno y él se dejó venir en el avión y pereció en el viaje. Lamentablemente, nuestro héroe nacional falleció en ese viaje solidario con Nicaragua»; finalizó Guido.
Hoy en día, para evitar catástrofes de esta magnitud, el gobierno realiza constantemente ejercicios multiamenazas de protección a la vida y capacita a las familias con planes familiares de evacuación para saber qué hacer en caso de una eventualidad, siendo lo más importante salvaguardar la vida.