En una entrevista con el medio internacional de noticias, RT, el campeón nicaragüense Román «Chocolatito» González, contó sobre su vida y logros deportivos en el boxeo.
«Chocolatito, el apodo, nace de mi papá. Una vez que Alexis tuvo el cargo del gimnasio de San Judas, a mi papá (Roberto González) le decían Chocolate, entonces como yo estaba chavalito, me decían así Chocolatito (…) Alexis Argüello, decía Chocolatito, ahí venía todo el ‘mal’ apodo»; expresa.
«Mi papá hace muchísimos años que peleó, pero nunca fue una persona bien reconocida y solo me contaba las historias, lo cual pues me gustaba y yo quería un día hacer historia en la vida. Y puse de mi parte mucho empeño, y puse mucho sacrificio para llegar donde estoy»; agrega.
Además, dijo que tuvo una infancia complicada, pero quien siempre con apoyo de Dios, a quien le adjudica tener tantas bendiciones en la vida. «Mi niñez fueron momentos duros y difíciles, pero nunca me quejé de nada. Siempre me ha gustado el trabajo (…) y nunca me dio pena»; aseguró.
Entrenamiento duro para conseguir victorias
Igualmente, dijo que era complicado el entrenamiento a temprana edad, porque a veces incluso con la alimentación no siempre había en su casa por problemas económicos. Curiosamente, señala que ahora que ha ganado tanto, también debe limitarse con la comida, pero por temas de cuidar su físico.
Román recuerda también cómo fueron sus inicios, con mucha humildad, que recorría con su amigo a pie a San Judas al gimnasio, donde no tenía ni guantes ni botas; o bien esperar que se desocupara alguno. «Hoy en día los jóvenes tienen de todo, y quizás pierden el valor del sacrificio»; aseguró.
Como dato curioso, expresó que su papá le insistía en el boxeo, pero que lo suyo lo que le gustaba el fútbol, pero de tanto «molestar» en una de esas se puso los guantes y le fue bien en una pelea donde descubrió su talento. «Hice 87 peleas amateur y a los 17 años me crucé a la profesional, así comenzó la historia poco a poco».
Como mentor tiene bien claro que el apoyo de su familia y sobre todo su papá fue fundamental, pero sin duda también es la leyenda del boxeo nicaragüense: Alexis Argüello; aunque también admiraba a nombres como Mike Tyson u Óscar de la Hoya.
Román González: «Alexis fue la mejor bendición de mi vida»
«Conocer a Alexis fue la mejor bendición de mi vida. Alexis desarrolló el boxeo no solo para mí, sino para muchos jóvenes (…) Saber que Alexis puso en pie de lucha ese gimnasio, eso para nosotros fue una bendición (…) Entrenar con Alexis era cosa seria (…) era demasiado exigente (…) quizás entrenamiento de cuatro horas, por esa manera que exigía»; recuerda Chocolatito.
Otro dato curioso que comentó Román González, es que Alexis se alegraba por esas victorias del Chocolatito; pero también le tenía observaciones o «regañadas».
Entre tantas peleas que ha realizado triunfalmente Román González, dice que una de las que más recuerda fue contra Yutaka Niida, siendo la que más lo marcó.
«Me siento orgulloso que represento dignamente a mi país»; comenta González, con una sonrisa porque dice que le gusta ser ejemplo para jóvenes, pero que deben saber a lo que «se están metiendo», en referencia a las exigencias de este deporte.
«La vieja escuela se ha perdido»
Mientras avanza la entrevista, Román González se sincera y reflexiona sobre su pasado, agradeciendo a Dios por todo lo que le ha generado el boxeo, pero enfatizando que puede ser un arma de doble filo; porque hay muchos sacrificios que existen en esta disciplina deportiva.
En ese sentido, señala que es una maravilla lo que el Gobierno de Nicaragua hace por el deporte y que los jóvenes deben aprovechar. Aun así, tiene una crítica puntual, y es que los jóvenes deben tener más sed de victorias, y que el hecho de que tengan todo tan accesible provoca que se esfuercen menos.
«Para tener un par de guantes, yo tuve que luchar, la vieja escuela se ha perdido y cuando uno pierde la vieja escuela, se olvida de los sacrificios»; expresó.
Finalmente, señaló que en el boxeo internacional todavía las categorías bajas no están bien pagadas; pero no quiso ahondar en un asunto que dice que es algo que no va a cambiar.