Alba Luz y la Cruzada Nacional de Alfabetización en Nicaragua

Foto: El impacto de la alfabetización/TN8
Foto: El impacto de la alfabetización/TN8

La Cruzada Nacional de Alfabetización en Nicaragua fue un proyecto colectivo que no solo transformó a la sociedad nicaragüense, sino que también dejó una huella imborrable en quienes participaron, tanto alfabetizadores como alfabetizados. Para muchos, fue una experiencia de profundo compromiso social y una oportunidad para contribuir al cambio del país en un momento histórico de lucha y transformación.

Alba Luz Treminio, originaria del municipio de San José de los Remates y hoy maestra jubilada, comenzó su labor en la Cruzada desde muy joven. En 1980, participó en el censo previo a la alfabetización, uniéndose a millas de jóvenes y adultos motivados por la convicción de que la educación era un derecho fundamental. La mayoría de los voluntarios provenían de distintas regiones del país, con el objetivo de llegar a las zonas rurales más alejadas, donde la tasa de analfabetismo era más alta.

“Cuando nuestro Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional nos llamó a participar en la Cruzada Nacional de Alfabetización Héroes y Mártires por la Liberación de Nicaragua, yo tenía 18 años y estudiaba en la Escuela Normal Alexio Blandón Juárez en Managua. Mi vocación por la docencia nació en sexto grado, cuando estudiaba en San José. El primer paso en la Cruzada fue el censo, y me alegra saber que se reconoce mi participación en este proceso”; relató Treminio.

Su labor la llevó a la comunidad de Calama, Tipitapa. Desde allí, junto a sus compañeros, recorrió 17 kilómetros de montaña adentro en condiciones difíciles debido a la temporada de lluvias. Sin embargo, el entusiasmo de la juventud y la convicción de estar construyendo un país diferente los impulsaron a seguir adelante, repitiendo la consigna “Solo unidos seremos más fuertes”.

Foto: El impacto de la alfabetización/TN8
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El impacto de la alfabetización

Al llegar, se dio cuenta de la falta de unidad entre los pobladores de la zona, divididos entre Colama Arriba y Colama Abajo. Su misión no solo consistió en enseñar a leer y escribir, sino también en fomentar la unión comunitaria para lograr mejores resultados. Cada alfabetizador tenía asignadas dos casas por sector, y al finalizar, celebraron la culminación de la campaña con éxito y orgullo.

Para muchos, aprender a leer y escribir fue una experiencia liberada. Poder entender una carta, leer un periódico o firmar su propio nombre les otorgó un sentido de autonomía y les permitió participar activamente en la vida social y política del país.

Foto: El impacto de la alfabetización/TN8
Foto: El impacto de la alfabetización/TN8

“Después de cumplir con nuestra misión de alfabetización, regresamos a la Escuela Normal, donde recibimos formación teórica y práctica. Nos prepararon para sobrevivir en el campo, cruzar ríos y adaptarnos a diferentes condiciones. Recuerdo que fui parte de la escuadra Crescencio Rosales, ubicada en la finca La Pita, en Malacatoya. Allí enfrenté muchas dificultades, pero comprendimos que, si logramos vencer al somocismo, también podíamos derrotar la ignorancia”; expresó Treminio.

Ella conserva su diario de campo, donde documentó cada día de su experiencia alfabetizando. “Mi mayor anhelo es saber que fui parte de la lucha revolucionaria para construir una Nicaragua diferente. Hoy en día, sigo aplicando el lema de Carlos Fonseca Amador «Seguimos adelante» y «También enséñales a leer ya escribir«; concluyó.

Aquellos que participaron en la Cruzada Nacional de Alfabetización la recuerdan como una de las experiencias más valiosas de sus vidas. Más allá del esfuerzo, prevaleció la convicción de que la educación es la base del cambio social.