Nicaragua, el país más «cool» según El Mundo

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Azotada por terremotos, erupciones, tsunamis y revueltas, Nicaragua ha forjado su relieve a base de estallidos. Así comienza un artículo publicado por El Mundo donde destaca las bellezas y un poco de la historia que tiene la tierra de lagos y volcanes. A continuación el resto del escrito:

Al calor de la lava que la derrite por dentro y esculpe por fuera distintos moldes del mismo paraíso. Así, de la veintena de volcanes que puntean su cielo sobre el Pacífico cada uno dibuja su propia versión de la belleza: negra como el paisaje lunar del Cerro NegroMombachoMasaya, que aún ruge en voz baja amagando con volver a derramarse en cualquier momento.

El país más grande de Centroamérica (seis millones de habitantes y 130.000 km2) se repone del último sobresalto político, las revueltas contra el presidente Daniel Ortega, que también hirieron de rebote (y de gravedad) a un turismo que empezaba a florecer. Un año después, el viajero comienza a regresar a la patria de Rubén Darío.

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El padre del modernismo se alza omnipresente, reencarnado en la piedra de las estatuas, los letreros de las calles que le invocan o el lienzo de retratos como el de la Casa de los Pueblos de Managua, que le erige un altar compartido con Augusto Sandino, revolucionario en jefe cuya silueta es otro de los iconos nicaragüenses.

Su fantasma, sin embargo, se custodia en un solo lugar: León -una de las joyas coloniales de Nicaragua, fundada en 1524 por Francisco Hernández de Córdoba y capital durante 300 años-, que guarda su tumba en medio de la hermosa catedral cuyas cúpulas blancas puede profanar (con cuidado) el turista que sube a la torre. Un león angustiado protege con su abrazo la lápida del poeta que cantó a la fugacidad del hombre -«juventud, divino tesoro»- y le rindió también tributo al placer: «La vida se soporta / tan doliente y tan corta, / solamente por eso: / roce, mordisco o beso».

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SURFEROS, 'HIPPIES' Y GUERRILLEROS

Y León muerde. Capital de la revolución por ser la primera que se alzó contra el dictador Anastasio Somoza, hoy bulle con el ir y venir de universitarios que la han convertido en una de las ciudades más cool de América Latina. Jóvenes que por el día estudian en sus facultades, por la noche pueblan sus bares y el fin de semana combinan la adrenalina de deportes extremos como el sandboarding -que consiste en lanzarse a toda velocidad en una tabla de madera desde la cumbre de un volcán- con las cervezas y el reggae en playas como Las Peñitas.

Este edén para surfistas alberga el ecolodge Mano a Mano, construido así, mano a mano y por voluntad de un espíritu hippie del que los más jóvenes pueden empaparse en habitaciones compartidas o hamacas donde leer o conversar con vistas al Pacífico. A escasos metros, la isla de Juan Venado, la única del país que en vez de humanos alberga una jungla de manglares de kilómetro y medio que esconden cocodrilos, osos hormigueros o mapaches y se puede recorrer en kayak.

Como ciudad revolucionaria, León alberga un museo en el antiguo cuartel general donde el sandinismo se rinde homenaje y donde antiguos guerrilleros guían al turista por estancias desvencijadas repletas de carteles y fotografías que rebobinan los años de revolución.

VISTAS DESDE EL VOLCÁN

A una veintena de kilómetros de León se alza el imponente volcán Cerro Negro (728 metros sobre el nivel del mar), que alberga dos cráteres activos. Hasta 23 veces se ha estremecido, la peor en 1992, cuenta uno de los guías, Emir Antonio, que lo sube unas cuatro veces al día. «Siempre le encuentro algo nuevo», sonríe. Y la verdad es que los 45 minutos de ascenso permiten asomarse a uno de los paisajes más hermosos del país, más aún en época de lluvias, cuando el verdor estalla contra la negrura de las faldas del macizo.

Avanzando hacia el este nos topamos con la ciudad colonial más hermosa de Nicaragua: Granada, cuyas fachadas pastel se asoman a la principal avenida, una calle peatonal que el fin de semana hierve de música y fiesta. En su entorno se halla un espectáculo exótico: 365 isletas que flotan como gigantescos nenúfares en el Gran Lago de Nicaragua.

Ricos y famosos han construido suntuosas villas en esos terrenos ganados al mar (que pueden comprarse si uno lleva encima entre 200.000 y un millón de dólares) y exclusivos hoteles ofrecen un lujoso alto en el camino. En el Jícaro, por ejemplo, nueve cabañas de cedro ofrecen al cansado explorador reposo en una piscina de sal, spa (con productos de la tierra como el exfoliante de café) y restaurante.

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PUEBLOS ESOTÉRICOS

Desde Granada, el camino a Managua recorre la ruta de los pueblos blancos, esotéricos en la tradición nicaragüense. Catarina, Niquinohomo, Diriomo… son lugares donde igual puede tomarse unos tostones con queso que ir a echarse las cartas. Catarina se asoma a la Laguna de Apoyo, un antiguo volcán que erupcionó hace 23.000 años y hoy es una extensión de agua de 21 kilómetros de largo y profundidad insondable. Allí, frente al agua, está la Posada de la Abuela, una ristra de cabañitas que rodean un restaurante de platos típicos. La dueña despide al turista con un deseo: «Paz en el país, para que sigáis viniendo».

El atardecer es la mejor hora para subir al Masaya, el volcán activo que preside una de las ciudades más golpeadas por las revueltas de hace un año, que va volviendo a la vida sobre las huellas de los disturbios (el hermoso mercado artesanal mantiene aún puestos cerrados por reparación).

Asomarse al cráter es atisbar la puerta de un infierno que sigue escupiendo humo. Los conquistadores españoles colocaron allí una cruz para conjurar a los demonios que pudieran escapar. El lugar impresiona. Al ponerse el sol, cuando callan los pájaros, se oye la lava remecerse abajo, en un aviso a navegantes sobre el poder absoluto de la Naturaleza sobre el hombre.