El 8 de marzo se celebra en Nicaragua y el mundo el Día de la Mujer, en conmemoración a la lucha de éstas en la participación y la igualdad social. Mujeres que tienen en su interior un gigante capaz de transformar cualquier cosa.
En esta fecha se conmemora la tragedia ocurrida el 8 de marzo de 1908, el incendio en la fábrica Cotton de Nueva York que dio origen al homenaje. Ahí fueron aproximadamente 130 mujeres que murieron quemadas, quienes reclamaban mejores condiciones laborales.
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Desde entonces las luchas de las mujeres han venido creciendo y es impresionante ver cómo el papel de la mujer ha ocupado un puesto significativo en nuestro país. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) casi la mitad de mujeres nicaragüenses mayores de 15 años, participaron en la actividad económica del país en el 2017, cifra que ha aumentado para el 2019.
En Nicaragua las mujeres son consideradas "penconas" y no es solo porque sí, es porque vemos cómo las mujeres se han abierto paso a cumplir sus sueños.
Mujeres que a pesar del sufrimiento que han pasado, de las dificultades de la vida, de que muchas son madres solteras, de que en algún momento sintieron que su vida perdió el sentido, hoy han surgido de las cenizas, han levantado la cabeza para independizarse, empoderarse y darse el lugar que es de ellas.
En las zonas rurales las mujeres se levantan desde muy temprano a realizar los quehaceres de su hogar, para luego disponerse a buscar el pan de cada día en trabajos como: asistentes del hogar, algunas tienen puestos en los mercados, otras venden tortillas e incluso algunas 'taxean' (servicio de taxi) y se desempeñan en albañilería.
Ni siquiera una enfermedad bien pegada o los dolores menstruales fuertes son capaces de tumbarlas.
En el casco urbano los trabajos son distintos, pero también son fuertes y las mujeres se esfuerzan cada minuto para salir adelante con valentía.
Cada mujer es un mundo, cada una es magia, son capaces de convertirse en lo que la mente y corazón conecten, todo es la disposición de proyectarse para que no haya barrera que impida alcanzar esa meta.