Casi cinco años se tardó Arctic Monkeys en construir una nueva base, pero esta vez no en la luna, sino en un subconsciente que es difícil de descifrar de la mente diversa de Alex Turner. Nos lleva a paisajes sonoros y cinematográficos, futuristas y retro a la vez; de nostalgia y de lujos, pero sobre todo de evolución musical.
El nuevo álbum es The Car, el cual ya he podido diseccionar escuchándolo varias veces. Sí, comprendo que no sea del gusto de todos, pero nadie puede dudar que tiene en extremo personalidad.
Y si en algo podemos distinguir a esta banda británica, de las más importantes del rock de los últimos 20 años; es que buscan reinventarse. Cuando están cómodos, es cuando Turner y compañía se ponen más creativos.
Dicho eso, es indispensable decir que este es un disco en que sentimos más desnuda la voz de su vocal, y la orquesta que lo acompaña lo sumerge en ese salón oscuro, con apenas luces tenues que dan chispazos al pasado de Arctic Monkeys.
Sí, estamos más cerca de vibraciones a Los Beatles, que al AM o Favourite Worst Nightmare.
Una faceta renovada de los Arctic Monkeys
«There’d Better Be A Mirrorball» es el primer sencillo y la canción que abre esta oda nostálgica. Explorar el alma que ha alcanzado las mieles de la fama y el éxito; pero que aun así, siente que la soledad no deja de ser una compañía.
Presencia de líneas de bajo muy marcadas, riffs esporádicos, tanto espaciales como especiales rodean las canciones consiguientes; en que ese toque de balada siempre estará presente. Obviamente, The Car es una continuación a esos mundos que abrió con Tranquility Base Hotel & Casino, pero en esta ocasión desde un espacio más introspectivo que intimista.
Igualmente, Turner y Arctic Monkeys no desperdician oportunidad para despistarnos con sus líricas curiosas, elaboradas de visiones mentales que entrelazan esperanzas, desamores y esa pizca de romance lujurioso que es un sello de la banda.
«I Ain’t Quite Where I Think I Am» nos lleva a otra reflexión con adornos sonoros y guiños a la psiquis de Turner; esta vez con una música más alegre y con un tempo más amigable.
Piezas de un salón musical nostálgico
Próximamente, nos adentramos en dos piezas refinadas, con un ambiente que va entre lo lúgubre y lo entristecedor; «Sculptures Of Anything Goes» y «Jet Skis On The Moat».
Cuando arribamos a «Body Paint», ya estamos en el mood melancólico, y esta pieza en particular nos hace situarnos en el personaje de Alex Turner, quien lleva bajo el spotlight por tantos años y que esa actitud de chico malo y tierno a la vez; lo posiciona como un showman cada vez que está en el escenario.
Es un romántico empedernido, y con el falsete que usa para esta canción y las demás; lo demuestra sin preocupación.
Otras canciones a destacar de Arctic Monkeys por supuesto es «The Car«, banda sonora de un filme que me encantaría ver. Además, «Big Ideas» es una indagación a la vida que ha llevado esta banda, casi autoburla en ciertos aspectos.
Un cambio que no será del gusto de todos
«Hello You» es una de mis canciones favoritas del disco. Una exquisita guitarra, sinfonía orquestal al punto exacto y necesario, además de la base con un poco de jazz; que acuerpa diligentemente una lírica bufonesca.
Finalmente, llegamos a una balada minimalista, pero igualmente hermosa, «Mr Schwartz»; soundtrack de una expresión curiosa del cine.
Y concluimos con «Perfect Sense», una despedida en tono sombrío por este viaje interpersonal, en un carro lujoso que jamás me voy a montar, pero que construye tan bien el imaginario, que de igual manera compenetra para hacerme parte del mismo.
Solo me queda decir que comprendo a quienes no vayan a disfrutar tanto de este álbum. Lejos están los Arctic Monkeys explosivos y desfachatados. Mejor dicho, siguen aquí, pero la edad los ha hecho cambiar, a como nos hace cambiar a todos.