Jay-Z dedica su nuevo disco, ‘4:44’, que cuestionablemente ya es platino en Estados Unidos, a Beyoncé. Dice el rapero que ha titulado el álbum de esta manera porque escribió la canción que lo titula, que considera una de las mejores que ha compuesto nunca, de madrugada tras levantarse a las 4:44 de la mañana, pero a nadie puede escapársele que el 4 es una referencia directa a su mujer, pues es su número favorito: fue así cómo tituló su cuarto disco porque nació el 4 de septiembre, su marido el 4 de diciembre y porque ambos se casaron el 4 de abril.
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Pero ‘4:44’ no es un disco conceptual sobre el matrimonio de los Carter, y por mucho que HOV se lo dedique a su mujer, tampoco es su ‘Lemonade’ particular. ‘4:44’ es sobre todo un disco sobre Jay-Z, un trabajo breve, de 37 minutos, en el que el rapero apunta hacia diferentes direcciones -pasado, presente y futuro- para hacer una panorámica de su vida, desde el día que disparó a su hermano con 12 años por error hasta su paternidad, pasando por supuesto por su matrimonio o enfocando incluso a su madre, quien en ‘Smile’ revela su homosexualidad, sin olvidar sus empresas. Jay-Z va tan lejos de imaginar el día en que sus gemelos, que acaban de nacer, tengan hijos y hayan de repartir la herencia de Roc Nation con ellos, cuando el rapero sea anciano o probablemente esté muerto.
Todos estos temas aparecen en ‘4:44’ sostenidos por producciones de No I.D realmente elegantes, clásicas, y que emplean samples de soul viejo, en sí mismos llenos de significado, como la preciosa ‘The Story of O.J.’, que samplea ‘Four Women’ de Nina Simone, un tema sobre racismo; ‘4:44’, que utiliza partes de ‘Late Night and Heartbreaks’ de Hannah Williams & the Affirmations, en la que Williams lamenta una infidelidad, o ‘Legacy’, que hace uso de ‘Someday We’ll All Be Free’ de Donny Hathaway, que por título no hace falta ni explicar. Queda claro entonces que Jay-Z usa su vida en el álbum como pretexto para hablarnos sobre un tema mayor como es la libertad de la población negra en Estados Unidos, ¿pero cuán buenas son las canciones del disco por sí mismas?
Jay-Z tiene talento para componer raps a través de la memoria, sin llevarlos al papel; y ritmo, además de oído para los samples, pero no es el mejor rapero. Mucho más hábiles han sido siempre Biggie o Missy Elliott y ahora mismo Kendrick Lamar y Azealia Banks le pasan la mano en la cara. Donde Lamar y Banks componen raps de un movimiento arquitectónico -los primeros versos de ‘Loyalty’ y ‘Wallace’, respectivamente, son buenos ejemplos-, HOV emplea un estilo confesional y directo, como demuestran sus versos en ‘Family Feud’ o en ‘The Story of O.J.’, que son personales, sí, pero no dejan una gran huella (a pesar de que se pueda confundir la frase “I’m not black, I’m O.J.” con “I’m not black emoji”, que es lo que decido yo escuchar). El pasaje sobre Prince en ‘Caught their Eye’ sí es memorable, pero ni siquiera cuando Jay-Z mata su ego en ‘Kill Jay-Z’ para resucitarlo después en ‘Bam Bam’ el rapero consigue convencernos de que es él y no las producciones de No I.D. las que están haciendo todo el trabajo.
En realidad el mejor texto de todo el disco es el poema de Gloria Carter y no solo por su necesario fondo LGBTQ+, sino también porque logra hacer lo que no consigue Jay-Z con los suyos, que es impresionar. Y es una pena porque ‘4:44’ es supuestamente el disco de madurez de Jay-Z: es el disco en el que el rapero asume sus errores, en el que promete será mejor padre y esposo, y en la que el rapero más poderoso del planeta se planta ante el mundo y nos cuenta orgullosamente que su madre es lesbiana. Todo esto está muy bien, pero ‘4:44’ no proyecta en su contenido toda esta madurez como en realidad sí consigue ‘Lemonade’. Ni siquiera las colaboraciones con James Blake en la edición física del disco son igual de interesantes. Así que no os engañen: ‘4:44’ es un buen disco, pero su platino comprado por Sprint le queda grande. Jay-Z tendrá que currárselo un poco más para merecer uno de verdad.