Con todos los récords de temperaturas que se han batido en los últimos meses, es normal hacer un repaso a todos los efectos del cambio climático. Las olas de calor y las precipitaciones y las sequías extremas ya las estamos viendo, pero eso es solo el principio. Poco a poco iremos viendo daños colaterales poco conocidos, que pueden llegar a ser terroríficos. Uno de ellos, sin duda, es la fusión del permafrost.
Se define así al conjunto de tierra, rocas y sedimentos amalgamados con un hielo que no se ha derretido en al menos dos años. Por lo tanto, hace referencia a una capa permanentemente congelada, que lógicamente se encuentra en los lugares más fríos de la Tierra. El problema es que el cambio climático también está llegando a esos lugares, por lo que ese hielo poco a poco se irá derritiendo, liberando lo que hay bajo él.
Se ha hablado mucho sobre la posibilidad de que se liberen microorganismos altamente patógenos, para los que nuestros sistemas inmunitarios no están preparados. Pero eso no es todo. También podrían liberarse grandes cantidades de un gas altamente radiactivo y cancerígeno.
Consecuencias del cambio climático
Este gas es el radón. Se encuentra naturalmente bajo la superficie terrestre y, generalmente, sale al exterior a niveles que no son preocupantes. Al aire libre se disipa con rapidez, pero en los edificios sí que puede acumularse, llegando a ser muy peligroso. Por eso, es muy importante conocer los niveles que salen al exterior en zonas concretas de la Tierra.
Un estudio de 2022 demostró que en el Ártico la liberación de radón a causa de la fusión del permafrost podría ser catastrófica. Y es que, allí, se unirían varios factores que podrían acabar con la muerte de muchos de sus habitantes.