Las pistolas eléctricas son armas que inmovilizan. Un arma de electrochoque diseñada para incapacitar a una persona o un animal mediante descargas que imitan las señales nerviosas y confunden a los músculos, sobre todo los brazos y las piernas.
Su uso por parte de las fuerzas de seguridad ha sido ampliamente debatido pero, en Japón, ha ido más allá. Un hombre, de 45 años, ha sido detenido por hacer uso de una de estas pistolas eléctricas para educar a sus tres hijos.
La Policía nipona ha informado del caso después de que el arrestado reconociera que que castigaba a sus dos hijas, de 17 y 13 años, y su hijo, de 11, con una pistola eléctrica «cuando no hacían caso».
El menor de los niños presentaba una quemadura leve en uno de sus brazos pero las niñas no tenían marcas visibles.
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El gobierno de Japón ya había anunciado hace unos meses que tomaría medidas para acabar con este tipo de casos pero la promesa del primer ministro japonés, Shinzo Abe, todavía no se ha materializado. La normativa vigente prohíbe el maltrato infantil aunque no estipula con claridad qué tipo de casos pueden considerarse como castigo corporal.
Japón ha sufrido una ola de abusos infantiles durante los últimos años. El pasado marzo, una niña de 5 años falleció en Tokio tras ser víctima de continuados abusos y negligencias en su hogar, después de que su padrastro fuera detenido en dos ocasiones por maltratarla y de que su madre impidiera a los servicios sociales visitar a la menor. En enero, otra niña de 10 años murió en Chiba (este de Tokio) después de sufrir maltratos como ser privada de comida y de sueño por sus padres. Una investigación posterior reveló que también en este caso los servicios sociales, la escuela donde estudiaba la niña y las autoridades locales estaban al corriente de la situación.
En 2018 se investigaron en Japón 80.104 casos de supuestos maltratos y abusos sexuales a menores, lo que supone una cifra récord y un incremento del 22,4% respecto al año precedente, según datos de la Agencia Nacional de Policía.