La República Democrática del Congo vive un total calvario en estos últimos días. Además de que el país es azotado por una epidemia incontrolable de ébola, los diferentes grupos armados de la zona persiguen a cualquier médico nativo o extranjero que intente tratar a los pacientes, por lo tanto deben hacerlo a escondidas.
La Organización Mundial de la Salud ha publicado con anterioridad 119 ataques este año contra trabajadores de la salud, de los cuales 85 han sido heridos de gravedad o directamente han muerto.
La razón de estos ataques es el pánico y la histeria colectiva que vive la población congoleña, en específico, los grupos armados al margen de la ley, a raíz de la propagación sin control de la epidemia. La desinformación ha hecho que estos grandes señores de la guerra piensen que en el país centroafricano no existía el ébola hasta que los médicos extranjeros llegaron, por lo tanto son los culpables de las miles de muertes de sus compatriotas.
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Impulsados por esta idea errónea, estos grupos insurgentes se han dedicado en los últimos meses a perseguir a los profesionales de la salud, sin importar si son extranjeros o no. Lo cual ha obligado a cientos de médicos a esconderse, hasta tal punto de preferir dejar a un lado su bata de profesional, y atender a los enfermos vestidos de civil.
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La falta de medicamentos, el hambre, y multinacionales que explotan el país pagando a milicias privadas para proteger sus intereses personales, han hecho que la atención médica no llegue como se debe a muchas provincias congoleñas. Según un informe de Human Rights Watch de 2019, más de 140 grupos armados operaron el año pasado en el país.