La comunidad católica de Sri Lanka volvió a las iglesias para celebrar las misas dominicales, por primera vez desde los atentados del Domingo de Resurrección que causaron 253 muertos y más de 500 heridos, y con un amplio despliegue de seguridad.
Tras pasar el cordón de seguridad de las fuerzas de seguridad a la entrada de la iglesia Madre Dolorosa de Colombo, la joven de diez años de edad Ipsiba Nisam explicó a Efe que acudía con la ilusión de cantar en el coro.
Nisam tenía la costumbre de cantar en la iglesia de San Antonio, una de las tres atacadas junto a tres hoteles de lujo el pasado 21 de abril, y se encontraba en el edificio cuando uno de los suicidas hizo detonar su chaleco cargado de explosivos.
Escapó con vida pero con la pérdida temporal de audición en un oído.
"Ahora me encuentro mejor", dijo con una sonrisa y todavía pensando en participar en el coro de la misa dominical, suspendidas en las últimas dos semanas en toda la isla por el temor de las autoridades religiosas a nuevos ataques.
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La investigación ha apuntado a las organizaciones extremistas locales National Thowheed Jamath (NTJ) y Jammiyathul Millathu Ibrahim (JMI) como responsables de los ataques, reivindicados por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
En los días posteriores al Domingo de Resurrección, las autoridades han llevado a cabo redadas en todo el país y sobre todo en vecindarios predominantemente musulmanes, arrestando a decenas de personas y desactivando explosivos.
Militares, policías y voluntarios de las propias iglesias se aseguraron de verificar la identidad de las personas que acudían a los servicios religiosos.
Muchas iglesias han decidido además prohibir el acceso con mochilas, para evitar la entrada de posibles bombas como las utilizadas el Domingo de Resurrección.
El país no vivía una situación parecida desde el final de la guerra civil entre la guerrilla tamil y el Gobierno, un conflicto que duró 26 años y finalizó en 2009.
Pero a pesar de los controles y de la afirmación de las autoridades de que Sri Lanka es ahora seguro, algunos cristianos todavía no se sienten en confianza.
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"Era nuestro lugar seguro, durante el tiempo de las insurrecciones del pasado, durante la guerra, siempre corríamos a la iglesia para buscar protección", explicó entre sollozos Chani Salgado a Efe.
"Los terroristas no atacaban las iglesias, pero esta vez fueron a por el mismo lugar al que corríamos para estar seguros", lamentó.
Salgado se acercó a la iglesia a pesar de sus miedos, al contrario que su hijo de 13 años, que le ha dado instrucciones precisas sobre qué hacer "si pasa algo".
La madre repite "todo el tiempo" a su hijo que si "algo" pasa en la escuela no debe perder el tiempo sino salir inmediatamente, y el joven lanzó el consejo con el mismo pragmatismo.
"Me partió el corazón", lamentó.
El Gobierno ha insistido en los últimos días en que la situación ha vuelto a la normalidad y en que se han tomado acciones contra los responsables que desoyeron las llamadas de atención sobre un posible ataque, y que podrían haber evitado la matanza.
Pero el arzobispo de Colombo y presidente de la Conferencia Episcopal de Sri Lanka, el cardenal Malcolm Ranjith, ha expresado públicamente su descontento por la falta de contundencia.
"Aquellos responsables de haber descuidado sus responsabilidades deberían ser enviados a casa", dijo ayer en la catedral de Santa Lucía, durante una misa conmemorativa en honor a las víctimas.
Los políticos y funcionarios que no actuaron a pesar de contar con información de países aliados sobre la catástrofe "no pueden lavarse las manos".
El dolor sigue a flor de piel entre los familiares de las víctimas, tres semanas después de los atentados.
En el memorial, B. J. Gomez mostró a Efe una fotografía de su único hijo junto a otros familiares, muertos en uno de los ataques.
"No puedo soportarlo más", dijo un padre desolado que enterró a uno de sus sobrinos el pasado jueves y que sigue sin comprender los motivos de los suicidas.
Todavía no han identificado el cuerpo del sobrino de mayor edad, relató.