Su santidad aterrizó hoy a las 9:55 am (Hora Local) en el Aeropuerto Internacional de Sofía donde fue recibido por el Monseñor Anselmo Guido Pecorari, Nuncio Apostólico en Bulgaria, y el Primer Ministro de Bulgaria, Boiko Borísov, y por cuatro niños vestidos con trajes tradicionales.
Una vez que llegaron al salón gubernamental del aeropuerto el primer ministro le agradeció al Pontífice por haber cumplido su palabra y visitar Bulgaria y declaró que “todo el pueblo búlgaro, sean los católicos, que los ortodoxos, creen en sus oraciones por la paz”.
“Todos rezamos por la paz porque sabemos que la guerra es algo muy feo”, respondió el Papa.
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Posteriormente el Papa se trasladó en un vehículo al Palacio Presidencial en donde se llevará a cabo la ceremonia de bienvenida y después realizará la visita de cortesía al Presidente de Bulgaria, Rumen Radev.
Se trata de la segunda ocasión en la que Bulgaria visita un Pontífice, tras el viaje de San Juan Pablo II en mayo de 2002.
El alegato por la unidad de los cristianos choca con la desconfianza e, incluso, la hostilidad de los líderes de la Iglesia ortodoxa nacional.
Para Boiko Borisov, un conservador que lleva en el poder desde hace casi 10 años ininterrumpidos, la presencia del papa en Bulgaria y después en Macedonia, dos países de mayoría ortodoxa, permitirá "atraer la atención sobre el desarrollo pacífico" de la región de los Balcanes.
La visita del Pontífice se presenta como un respiro para su gobierno, golpeado desde hace semanas por una serie de escándalos inmobiliarios que afectan a responsables de la mayoría.
La lucha contra la corrupción es uno de los talones de Aquiles de Bulgaria, el país con menor nivel de vida de la UE. Se trata también de uno de los caballos de batalla del Papa argentino.