Las familias de las 22 víctimas mortales del atentado en el estadio Manchester Arena el pasado 22 de mayo recibirán en conjunto unos 5,5 millones de libras (6,05 millones de euros) recogidas a partir de donaciones públicas, según informó este martes la fundación We Love Manchester Emergency Fund.
Ese mismo fondo ha entregado ya 60.000 libras (66.000 euros) a cada uno de los 57 heridos que pasaron siete o más noches ingresados tras la explosión de una bomba a la salida de un concierto de Ariana Grande en Manchester, al norte de Inglaterra (Reino Unido).
"La ciudad y el mundo respondieron con extrema bondad, generosidad y solidaridad tras el ataque", señaló Sue Murphy, presidenta del consejo que gestiona la fundación, creada poco después del atentado.
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En total se han recaudado 18 millones de libras (19,8 millones de euros), de las que hasta el momento se han distribuido unos 9 millones de libras (9,9 millones de euros) entre aquellos afectados "con necesidades inmediatas".
"En conjunto, hemos utilizado algo más de la mitad del dinero que tenemos. Ahora estaremos algún tiempo evaluando cómo distribuiremos el resto de los fondos", dijo Murphy. "Va a ser un proceso complejo y sensible, dado que vamos a tener que analizar el impacto a largo plazo del ataque", afirmó.
La responsable del fondo indicó que el Gobierno ha asegurado que el reparto de donaciones no afectará a las compensaciones públicas adicionales que puedan recibir en el futuro los familiares de las víctimas y los heridos.
Contexto
Padres de Charlie Gard crearán fundación para enfermedades raras
Los padres del bebé británico Charlie Gard, que falleció el 28 de julio por un mal congénito tras ser desenchufado de las máquinas que lo mantenían vivo, han anunciado que invertirán el dinero que les fue donado en crear una fundación que ayude a niños con enfermedades raras.
Chris Gard y Connie Yates, los padres del pequeño, lucharon durante meses para poder trasladar a su hijo, quien padecía una enfermedad mitocondrial congénita, a Estados Unidos para que fuera sometido a un tratamiento experimental, en contra del parecer del hospital londinense Great Ormond Street, donde el bebé estaba ingresado.
Charlie, de 11 meses, padecía el síndrome de depleción de ADN mitocondrial, un extraño desorden que inhabilita la capacidad del cuerpo para dar energía a los músculos del enfermo, hasta que eventualmente sufre una fallo respiratorio total.
Los padres del bebé mantuvieron una dura y mediática pugna legal con el hospital londinense, que consideraba que el tratamiento experimental que se les ofrecía no mejoraría la calidad de vida de Charlie y abogaban por dejarlo morir.