Globos, canoas y silbidos de alegría. En una plaza de El Cairo, hombres en chilaba se codearon con mujeres vestidas con elegantes trajes para una misa del papa Francisco que "eclipsó la tristeza" de la comunidad cristiana, objetivo de ataques yihadistas.
Alrededor de 15.000 fieles asistieron, bajo un sol de justicia, a la misa ofrecida por el pontífice argentino en un estadio a las afueras de El Cairo con fuertes medidas de seguridad, después de que los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) hayan multiplicado sus ataques contra los cristianos en Egipto.
"Es un encuentro histórico, puede que no se repita", declaró Maged Francis, un ingeniero copto católico, en el momento de la entrada del papa a bordo de su pequeño automóvil de golf. "Hoy la alegría eclipsa la tristeza de las últimas semanas", añadió.
La comunidad cristiana egipcia sigue todavía de duelo por la muerte de 45 personas tras los atentados suicidas perpetrados en dos iglesias ortodoxas el pasado 9 de abril, que fueron reivindicados por el EI.
"Con su viaje, el papa ha borrado la tristeza y la ha remplazado por júbilo", confirmó Manal George, que acudió con su sobrino desde un barrio de clase media de El Cairo. "Ha venido para traernos la paz, la bendición y para tranquilizarnos", se complació.
En un estadio del ejército, con capacidad para 30.000 personas, las gradas estaban medio llenas. Junto a las familias que asistieron a la misa, había también monjas vestidas con sus austeros atuendos blancos o grises, así como clérigos franciscanos en sotana marrón.
Un retrato de la virgen María, enganchado a globos de colores, flotó suavemente, dejándose balancear por el viento.