Miles de fieles católicos se congregaron el sábado en la capital de Filipinas en una masiva manifestación, una "demostración de fuerza" para denunciar los asesinatos extrajudiciales en la guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte.
Más de 6.000 personas han muerto desde que Duterte llegó al cargo hace siete meses y declaró una guerra sin precedentes contra el crimen que le ha valido duras críticas dentro y fuera del país por supuestos abusos de los derechos humanos, pese a lo cual sigue manteniendo su popularidad entre la población filipina.
Este sábado, sin embargo, miembros de una de las instituciones más antiguas y poderosas de este país de mayoría católica cantaron himnos y oraciones para condenar la "difusión de la cultura de la violencia".
"Tenemos que levantarnos. De alguna forma, esto es ya una demostración de fuerza por parte de los creyentes para mostrar que no nos gustan los asesinatos extrajudiciales", dijo a la AFP el obispo de Manila Broderick Pabillo antes de dirigirse a la multitud.
"Me siento alarmado y furioso por lo que está ocurriendo porque es algo retrógrado (que) no corresponde a nuestra humanidad".
Duterte, de 71 años, ha atacado a la Iglesia alegando que está "llena de mierda" y es "la institución más hipócrita" por pronunciarse contra una campaña que, según el mandatario, salvará a generaciones de filipinos de la amenaza de las drogas.
Cerca de ocho de cada diez filipinos son católicos, convirtiendo a esta antigua colonia española de más de 100 millones de habitantes en el bastión de la cristiandad en Asia.
La Iglesia ayudó a la revolución que derrocó al dictador Ferdinand Marcos en 1986 y en 2001 apoyó el levantamiento contra el entonces presidente Joseph Estrada que fue expulsado del poder por un escándalo de corrupción.
Inicialmente, se negó a liderar la voz de la oposición a la guerra contra las drogas de Duterte pero, conforme el balance de muertes fue subiendo, principalmente entre la gente pobre, empezó a llamar al fin de los asesinatos.
La protesta del sábado, llamada "Paseo por la Vida", reunió a 20.000 manifestantes según los organizadores (la mitad, según la policía de Manila).
En la marcha también se mostró la oposición al restablecimiento de la pena de muerte, la prioridad legislativa del presidente en su guerra contra las drogas.