Las autoridades se apresuraban a limpiar una playa de Nueva Zelanda de cientos de cadáveres de ballenas, al mismo tiempo que cerraban al público el lugar por miedo a la explosión de los cetáceos en descomposición.
Unas 700 ballenas murieron al quedar varadas en Farewell Spit, en el extremo norte de la isla del Sur. Este cordón litoral de más de 26 km, que cierra por el norte Golden Bay, atrapa por razones desconocidas a los animales al perturbar su capacidad de navegación.
La playa estaba cerrada al público por riesgo sanitario a raíz de la descomposición de los cuerpos.
Los esqueletos de más de 300 ballenas tenían que ser transportados en camiones hasta una parte inaccesible al público de un parque nacional, donde la naturaleza completará el proceso de descomposición, explicó el servicio neozelandés de protección del medioambiente.
Comúnmente llamadas ballenas piloto o calderones, se trata en realidad de globicéfalos, una especie de cetáceos con dientes de la familia de los delfínidos. Pueden pesar dos toneladas, llegan a medir hasta seis metros de largo y son la especie más común en Nueva Zelanda.
La operación representa un desafío logístico, dijo Herb Christophers, portavoz del servicio de medioambiente.
"Están siendo desplazadas pero queda mucho para que la playa esté limpia", explicó a la AFP, agregando que "el simple hecho de llevárselas de la playa durará varios días".
Empleados del servicio realizaban orificios en los cadáveres antes de retirarlos para prevenir posibles explosiones causadas por el gas de descomposición.
"He visto cómo explotaban ballenas, no es agradable de ver", añadió Christophers.
Unos 666 cetáceos quedaron encallados el viernes y el sábado en Farewell Spit. Cerca del 75% de ballenas del primer grupo de 415 individuos murieron. Los equipos de urgencia lograron en cambio salvar a unos 250 cetáceos del segundo grupo.