Uno de los muchos juegos mostrados en el PlayStation Showcase 2023 que llegan a PC; se llama Towers of Aghasba; una producción independiente firmada por Dreamlit Games (un estudio formado por veteranos de Hawken).
El juego pertenece a ese descomunal género de supervivencia, crafteo y mundo abierto que tenemos a la orden del día en Steam; seguramente estés familiarizado con varios de ellos como ARK: Survival Evolved, Rust o Conan Exiles, por nombrar algunos.
Lo que a mí me impacta, eso sí; es ese regustillo zeldero que rezuma en sus animaciones, su música o su ambientación; y que tienen mucho que decir de cara al futuro.
Pero antes de nada, debes saber que aunque muchos acaben de descubrir Towers of Aghasba, en realidad tenemos constancia de él desde hace cuatro años.
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En marzo de 2019 se presentaba a sí mismo con un título más corto (Towers, a secas) mediante un tráiler etiquetado como «prototipo» y que arrancaba con unas anotaciones interesantes: el desarrollo corría a cargo de un equipo de seis personas —la web de Dreamlit ahora lista 21— a lo largo de 12 meses. Haciendo cuentas, eso es aproximadamente un año después del lanzamiento de Breath of the Wild.
No hay motivos para esconderse: «Muchas de las averiguaciones que habéis hecho para nuestras inspiraciones han dado de lleno»; reconoce el desarrollador en la caja de comentarios de aquel vídeo, listando Shadow of the Colossus, Nausicaä; La princesa Mononoke o Harvest Moon; además de, por supuesto, The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
Esto no es ninguna sorpresa porque otros muchos juegos también han sido tocados por el primer gran mundo abierto de Nintendo (véanse Sable, Genshin Impact o Immortals: Fenyx Rising); pero personalmente creo que los survivals como el que nos atañe tienen una conexión más profunda con aquel.
Antes de BotW, no existía un modelo a seguir para la supervivencia que abunda en Steam: ninguna distribuidora triple-A se ha metido en esos berenjenales, y cuando ha ocurrido, ha sido a la inversa; tomando los juegos pequeños como base para los grandes (Fallout 4).
Zelda es, tanto a nivel técnico como de diseño, el primer referente replicable que tienen estos incontables desarrolladores semicurtidos. Sistemas como la escalada o la paravela son relativamente fáciles de replicar en el motor Unreal Engine; y posibilitan mundos más verticales que el de, digamos, DayZ; mientras que el principio de «exploración guiada por la curiosidad«, también es cuestión de moda.
Towers of Aghasba es claramente el subproducto de la fascinación que muchos desarrolladores —los que no están constreñidos por el opresivo mundo de presupuestos y fechas de entrega, al menos— sienten por el sugerente ciclo jugable de BotW.
Tanto es así, que incluso a día de hoy vemos casos como el de Enshrouded, apodado como «Valheim meets Zelda» por sus propios responsables. Y lejos de haber dicho su última palabra; Eiji Aonuma y su equipo de talentos continúan iterando con ideas que inevitablemente terminarán siendo adoptadas en proyectos de PC.
Hablo de los profundos sistemas de ingeniería que han acompañado de la mano al reciente Zelda: Tears of the Kingdom; poblando las redes sociales de toda clase de invenciones comunitarias (incluyendo mechas; helicópteros o máquinas de guerra) que separan a Link de su tarea de rescatar a la princesa hyliana.
Esto más o menos encaja con el prisma de Last Oasis (2020); solo que aquel apenas tiene un 64% de aprobación en Steam debido a problemas de pulido sin soluciones en el horizonte. La intención, eso sí; demuestra que existe un interés común por esta clase de mecánicas en los juegos de mundo abierto y supervivencia. El mercado se está moviendo.
Zelda se ha convertido en el referente triple-A que estos infinitos survivals nunca han tenido; y el espejo en el que los desarrolladores indie se miran.
Naturalmente, al final del día Nintendo obedece a sus propios intereses y el videojuegos Zelda continuará expandiéndose como mundo abierto en el futuro previsible; pero mientras esa línea continúe alargándose, otros creativos más modestos seguirán viéndose reflejados en ese espejo; tomando buena nota y llevándose cuanto puedan a su terreno.
Eso no es malo ni bueno, es una tendencia como otras que se llevan en otros géneros; pero también demuestra que poco a poco estamos dejando atrás los proyectos clónicos a los que hemos estado acostumbrados durante tantos años. Resta ver cuántos de ellos terminan dando en el clavo a la hora de adaptarse a los nuevos tiempos. Towers of Aghasba tiene pinta de estar haciéndolo bien.